viernes, 1 de junio de 2012

El espía que surgió del frío de John le Carré

El espía que surgió del frío está considerada una obra maestra del género de espionaje de ficción. Su autor, John le Carré (David Cornwell, 1931), es un escritor fecundo de thrillers políticos y de espionaje. Para los amantes del género, le Carré es una referencia inexcusable. Pero hay que advertir que aquí no nos encontraremos con un relato al estilo de Ian Fleming y su flamante creación del agente James Bond, 007 (Casino Royale), ni hallaremos un escenario exótico y luminoso, atravesado por un espía heroico que soluciona las amenazas más serias para la seguridad nacional. En el espía que surgió del frío, en cambio, nos abruma su protagonista resignado y extraordinariamente humanizado, su atmósfera gris y sobre todo su realismo desmitologizador, siempre insertado en un entorno político real (la Alemania de la Guerra Fría) invitándonos a bucear por los oscuros pasillos del enorme poder de los servicios secretos.


      Alec Leamas es a mi juicio lo mejor de esta novela de espías. El tratamiento realista del mundo de la inteligencia es excelente, pero sin un personaje tan colosal, el relato no respiraría grandeza. Y no es precisamente que Alec Leamas sea un héroe al uso, sino que está humanizado con precisión por John le Carré, el cual consigue dibujar un personaje resignado y en cierta medida derrotado en el que se lee la corrosiva exposición a un mundo tan sucio que devora cualquier sensibilidad y obliga al agente a pasar demasiado tiempo entre las sombras. Leamas es —además del pilar fundamental de El espía que surgió del frío— un veterano espía británico responsable en el pasado de la inteligencia en Alemania Oriental (República Democrática Alemana). Amargado, solitario, desengañado, pero excelente profesional, es recuperado por el servicio secreto para una nueva misión tras el telón de acero. Lo que no sabe el veterano agente es que va a ser utilizado como una marioneta en un juego del que no es del todo consciente y que está por encima de sus capacidades.

      Creado el personaje, le Carré solo se ocupa de narrar y desarrollar una trama de uno de los asuntos que más y mejor conoce (trabajó en el Foreing Office durante muchos años). Su prosa exige al lector la atención lógica para entender la tela de conspiración de los servicios secretos y lo hace a ritmo pausado pero narrando lo imprescindible, como a grandes trazos. El espía que surgió del frío crecerá en intensidad a partir de la intriga y una atmósfera gris, hasta dar con un final emocionante con giro de maestro. Estos ingredientes hacen que esta novela de espionaje, junto con el realismo decadente y desmitologizador plasmado por el autor, supere las intenciones del propio creador y consolide su obra en el tiempo.

      Es más, si El espía que surgió del frío resiste el paso del tiempo es sobre todo por su brillante exposición de las circunstancias políticas, pues en la República Democrática Alemana gobernaba una ideología como el comunismo —tiranicida hablando con propiedad—, que marcó la realidad de un siglo y que, a pesar de haberse venido abajo, sigue vigente (principalmente en el mundo de las ideas o de la cultura) evolucionando y adaptando nuevos credos a su desfasada doctrina (ecologismo radical, feminismo radical, y todo lo que sirva para cercenar la tradición cristiana y al capitalismo liberal). En este sentido, le Carré insinúa, a través del fondo político de la historia, lo que supone vivir sojuzgado bajo la realidad comunista. Así se expresa a Leamas un comunista convertido, Fiedler:
"Todo nuestro trabajo –el suyo y el mío– está basado en la teoría de que el conjunto es más importante que el individuo. Por eso un comunista considera su servicio secreto como la prolongación natural de su brazo, y por eso en su país el espionaje está envuelto en una especie de pudeur anglaise (pudor inglés, recato). La explotación de los individuos solo se puede justificar por la necesidad colectiva, ¿no? Encuentro algo ridículo que se indigne tanto. No estamos aquí para observar las leyes éticas de la vida rural inglesa." (p. 131).

      Hay suficientes pasajes en el relato que ponen de manifiesto la realidad comunista de la Alemania Oriental, lo que es ni más ni menos destapar la realidad comunista allí donde arraigaba. Pero el siguiente diálogo puede ilustrar mejor lo anterior, pues entonces la trama ha avanzado mucho y pintan bastos para el protagonista. La conversación se produce entre un comisario comunista y Liz (amante de Leamas y miembro del Partido), a la cual se le escapa la verdadera dimensión de las ideas que defiende:
"—¿Y esta es una cárcel para espías? —insistió Liz.
–Es una cárcel para los que no son capaces de reconocer la realidad socialista, para los que creen que tiene derecho a errar, para los que retardan la marcha. Traidores –concluyó con brevedad." (p. 223) 
      La respuesta se comenta por sí sola.

      En otro orden de cosas, y ya para acabar, me gustaría recomendar además de este libro otros del autor (magnífico El topo) y las adaptaciones cinematográficas tanto de El espía que surgió del frío (Martin Ritt, 1965) como El topo (Tomas Alfredson, 2011, con un Gary Oldman magnífico), pues ambas son excelentes; y también una producción televisiva de espionaje, con acento en el realismo decadente: Homeland. Ésta es una serie con una factura técnica impecable y una pareja de protagonistas de mucho talento (Claire Danes y Damian Lewis están perfectos, aunque mi debilidad es Mandy Patikin) que se introduce en el género del thriller de espionaje y lo hace desde una mirada ambigua y escéptica hacia la realidad, reflejo del mundo sin asiento y decepcionante que trata de representar. Sin embargo, no es tan compleja y paranoica como nos lo han querido vender, y quizá tras un inicio muy bueno ya hayan contado lo mejor y estén continuando la historia sin nada de relieve que decir, como ha pasado con otras series televisivas (Perdidos, Héroes, Fringe, Alcatraz, etc.). Después de todo, hay que ver esta joya televisiva, desde cualquiera de las múltiples lecturas (al menos tres) que se le pueden hacer a toda obra sobresaliente.

      Y como desgraciadamente vivimos en un mundo cada vez más enfermizo y en el que las fronteras entre el bien y el mal se confunden abiertamente, recupero al maestro John le Carré para que nos dé una última lección. Con esta frase ambigua plantea el escritor británico la disyuntiva contemporánea a la que nos orienta el poder entre la seguridad y la libertad, y por tanto el precio de esta última, muy alto por el recurso del miedo. Sin embargo, la verdad que encierran las palabras del superior de Leamas (en apariencia cínicas) nos sitúan de nuevo en la realidad y nos interrogan directamente acerca de cómo combatir el mal si no es con sus propios medios:
"Hacemos cosas desagradables para que la gente corriente, aquí y en otros sitios, puedan dormir seguros en sus camas por la noche". (p. 30)

FICHA
Título: El espía que surgió del frío
Autor: John le Carré
Editorial: Debolsillo
Otros: Barcelona, 2003, 248 páginas
Precio: 7,95 €

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