martes, 4 de septiembre de 2012

El exorcista de William Peter Blatty

El exorcista apareció en el paisaje literario hace ya cuatro décadas (1972), y pronto vendió millones de copias, erigiéndose inmediatamente en un clásico del género de suspense y terror. Éxito de escándalo al que contribuyó la terrorífica película de William Friedkin, que supuso todo un bombazo cinematográfico y conmocionó a público de todo el mundo que acudía a las salas a ver la proyección de la película. De hecho, el autor de la novela, William Peter Blatty se inspiró en un hecho real para contar una obra verdaderamente asombrosa, de la que se puede decir que su progenitor seguramente estuvo iluminado a la hora de escribirla.


      No me canso de releer esta obra única y misteriosa, y con cada nueva lectura descubro nuevos caminos que se abren al estudio y a la reflexión, pero sobre todo me ayudan a enriquecer una visión de la realidad de la que no se puede excluir —sin negar la propia realidad— su dimensión sobrenatural. Hace tiempo que estoy convencido de esto, pero hoy son cada vez más los que creen lo contrario.

      El exorcista es, en primer lugar, y para que no haya confusión, una novela de suspense; una novela en la que la acción gira en torno a unos pocos personajes. La realidad terrorífica de la misma es innegable, pero su finalidad no es atemorizar. Dicho esto, conviene aclarar qué personajes intervienen y qué función tienen en la historia, pues, por unos motivos u otros, se han mezclado los mismos y a nivel popular se confunden unos con otros. Así pues, ¿qué historia encierra entre sus páginas El exorcista?

      Chris MacNeil es una estrella de cine que vive junto a su hija Regan y dos sirvientes (Karl y Willie) en una casa de ladrillo alquilada, colonial y cubierta de hiedra, en la zona de Georgetown, en Washington D. C. Al poco de iniciarse la presentación de la familia, pasada la medianoche, la madre escucha extraños ruidos que atribuye a ratas en el desván. Será el inicio de una pesadilla para todos los integrantes de la casa (que dura algo más de dos meses), y aun para algunos de afuera, con desenlace dramático para unos, y feliz para otros. Cuando la hija empieza a manifestar comportamientos extraños, las cosas se complican de verdad para Chris, que, muy preocupada, conduce a la niña por un desfile de médicos y especialistas para que averigüen qué le sucede. La chispa que enciende la mecha de la preocupación de la madre es que Regan afirma hablar con un compañero de juegos llamado el capitán Howdy al margen de las sesiones de ouija en las que participa la niña con un tablero que había en la casa; sin embargo, lo que de verdad perturba a Chris es la reciente muerte de Dennings (director de la película en la que la actriz estaba trabajando y amigo personal de ésta) tras salir de su casa. A partir de aquí se abre un paisaje dantesco en el que entran personajes como Sharon (secretaria y amiga de Chris), Engstrom (un detective), el jesuita Damien Karras y el padre Lancaster Merrin. Regan, así pues, absorberá toda la atención de la trama principal con su comportamiento inexplicable y aterrador.

      Debido a la enfermedad de Regan, su madre visita numerosos especialistas, pero estos no son capaces de determinar qué tiene la niña. Agotadas las vías científicas (médicas y psiquiátricas), Chris recurre a un sacerdote, el padre Damien Karras. Este personaje es el más interesante de todos los que diseña Peter Blatty en El exorcista. Jesuita y profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la universidad de Georgetown (prueba de que la Compañía de Jesús cuenta entre sus filas con personas de primer nivel intelectual), es sin embargo un hombre con dudas, que posee una gran fe aunque no es capaz de sentirla, y que pierde a su madre durante los hechos. Este personaje es un diamante en este thriller de suspense. Él lleva el peso dramático desde que entra en escena, y así lo reconoce el propio autor, cuando está subiendo a la habitación de la niña junto a Merrin y a la madre le parecen los dos hombre como gigantes. Dicho esto, no quiero desviar la atención, pero es necesario destacar la figura de Karras. Ahora bien, hablábamos de que la madre agota la solución científica y termina agarrándose a lo que resta, porque, evidentemente, la ciencia no puede dar respuesta de aquello que trasciende la materia. Por eso, Chris, aburrida de escuchar las explicaciones —que por otra parte no explican nada— de los psiquiatras y los médicos llega a exclamar que le resulta más difícil entender las palabras de los doctores que creer en el diablo, lo que dicho por una mujer que no es creyente resulta revelador:

«¡Padre, eso es tan remoto para mí, que casi me resulta más fácil creer en el diablo!»

      La posesión parece ser la única explicación posible para la situación de Regan y en consecuencia se dispone un exorcismo. La Iglesia escoge a Lancaster Merrin para celebrar el rito mientras Damien Karras será su ayudante.

      Lo anterior entonces requiere una observación, que nos lleva al fondo de la historia. Después de exhaustivos reconocimientos a Regan, de explicaciones insuficientes por parte de los médicos y de justificarse con un lenguaje oscuro e ineficaz, surge la evidencia de que somos ciegos errantes buscando la luz, pues retorcemos la realidad fabricando discursos que nieguen respuestas que no estamos dispuestos a admitir, aunque éstas sean en sí la la explicación más sencilla. Hay quien no vería jamás razonable creer en Dios o en el diablo pero para eso justificaría su postura con discursos irrazonables y cada vez más complicados, arrojando tierra sobre la respuesta al enigma. Y es que William Peter Blatty escribió con El exorcista un libro sobre la fe, y llevando al límite la incredulidad de muchos, consiguió que el lector que tuviera la novela entre sus manos o el espectador que viera posteriormente la película se preguntara en serio si lo que leía —o veía— que le sucedía a Regan no podía formar parte de la realidad. El exorcista, al destilar veracidad, produce terror.

      De esta manera, Peter Blatty invitó a que el lector se planteara si su fe era sólida o, por el contrario, si era capaz de negar su necesidad de fe. Interpeló al lector a preguntarse por el mal en el mundo. Y para eso describió en su relato una historia en la que el protagonista fuera el mal personificado, el «más antiguo enemigo del hombre, el renegado enemigo de nuestra raza». Porque para creer en Dios hay que creer en el demonio. Así se justifican las citas que el autor sitúa al principio de la novela. Unos pasajes horribles con los que Blatty nos sugiere que algunos comportamientos humanos, retorcidos y malignos en grado sumo, solo se pueden comprender si se considera seriamente la realidad del diablo.
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JAMES TORELLO: A Jackson lo colgaron de ese gancho de carnicero. Era tan pesado, que lo dobló. Estuvo ahí tres días, hasta que murió.
FRANK BUCCIERI (riéndose): Jackie, tendrías que haber visto al tipo. Parecía un elefante, y cuando Jimmy le puso la aguijada eléctrica...
TORELLO (excitado): Se balanceaba en el gancho, Jackie. Le echábamos agua para que trabajara mejor la aguijada, y gritaba... 
          (Fragmento de una conversación telefónica de Cosa Nostra interceptada por el FBI con motivo del asesinato de William Jackson).
 —
 ... No hay otra explicación para algunas de las cosas que hicieron los comunistas, como el caso del sacerdote a quien hundieron ocho clavos en la cabeza... Y también el de los siete niños y su maestro. Estaban rezando el Padre nuestro cuando llegaron los soldados. Un soldado arremetió con la bayoneta y le cortó la lengua al maestro. Los otros cogieron palitos chinos y se los metieron en las orejas a los siete niños. ¿Cómo se tratan los casos como éstos?
                                                                                               DR. TOM DOOLEY
 

       Desde luego, la realidad demoníaca parece la explicación más sencilla para comprender hechos semejantes, y además la más razonable. Desgraciadamente, nuestra generación incrédula, preocupada en solazarse y complacida de sí misma —y sin embargo deprimida— desoye los ecos de una batalla entre el bien y el mal que resuenan en la eternidad. William Peter Blatty intentó abrirnos los ojos con su obra, sencillamente magistral. Y con más o menos éxito, El exorcista es hoy un clásico intemporal.


FICHA
Título: El exorcista
Autor: William Peter Blatty
Editorial: Mosaico
Otros: 2010, 360 páginas
Precio: 19 €

1 comentario:

  1. Genial.
    Yo adoro este libro. Soy escritor. Estoy trabajando en una obra titulada: Estado de fuga y cosas vivientes. He tomado como referencia el libro de William P. Blatty. Pues considero que hace mucha referencia a lo que quiero plasmar. Sin duda alguna un buen análisis de esta hermosa obra, que resonará por mucho tiempo

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