domingo, 13 de enero de 2013

Dimiter de William Peter Blatty


He comprobado con pesar, página tras página, que Dimiter no cuenta con el brillo de la gran obra de William Peter Blatty. Lo contrario habría sido un bombazo. Con El exorcista, el interesante autor de la obra cumbre del género de terror, recibió una inspiración que no ha recibido en esta ocasión. Y eso que Dimiter a veces es un libro espectacular. El proyecto es ambicioso, su planteamiento es profundo, pero esta bonita y sorprendente historia de redención es demasiado enrevesada para calar en el lector. Aun así, William Peter Blatty es diferente, y su literatura un soplo de aire fresco. Algo que yo valoro y aplaudo. Dimiter, pues, es un desafío en el fondo y en la forma.

     Después de una primera parte espectacular, el libro se disuelve en una trama que se extiende demasiado sin dar señales de tener relación con lo anterior. No puedo desvelar demasiado del argumento porque sería privar al lector de las sorpresas que aguardan. Lo que se conoce desde el principio es que el protagonista de esta historia es un personaje al que llaman El Prisionero, detenido en Albania en 1973 (uno de los estados totalitarios más represivos del mundo). Cuando el prisionero es sometido a torturas durante 7 días sin pronunciar una sola palabra, se comprende que sobre él asoma un gran misterio. Y los albaneses sospechan que el prisionero es una agente norteamericano llamado Dimiter.

      La segunda parte transcurre un año después en Jerusalén. El doctor Moses Mayo y el Sargento Mayor Peter Meral, que pierde a su mujer e hijo en un atentado, se topan con un caso curioso que los pone tras la pista de Dimiter. Esta parte avanza con demasiadas interrupciones (digresiones de los personajes) que suspenden el hilo de la primera parte y nos alejan del verdadero atractivo de la novela: el misterioso agente conocido como Dimiter, del que nos priva Peter Blatty durante gran parte del libro.

      El planteamiento de Dimiter es brillante, la forma de llevarlo a cabo no. El autor mima la prosa, pero al narrar se detiene, se extiende en lo accesorio, y dilata una trama a la que no se le ve coherencia, hasta el punto de recurrir en la tercera parte a exponer los hechos y casarlos para que el lector, aliviado, encuentre sentido a todo lo anterior. Y sentido tiene. De hecho se trata de una historia de compasión, redención y conversión preciosa. Un sacrificio que sorprende por venir de quien viene, y un voto de confianza al ser humano para que se le respete su derecho a poder arrepentirse de sus pecados aunque sea al final de su vida.

      La cuestión del mal y el sufrimiento en el mundo cubren con su sombra todo el relato. También se exponen los horrores del comunismo y los de la barbarie terrorista. El extremo al que podía llegar una dictadura brutal como la de Albania se pone de manifiesto en este marco sobrenatural e inteligente. Conviene recordar un pasaje del libro:
"en medio de un cruce inundado de agua yacía el cadáver exánime de un jesuita de piel de hojalata, empapado de sangre y lluvia sucia, buscando con inmóviles ojos ciegos la respuesta a una plegaria interrumpida. Durante el confinamiento en un campo de trabajo, había bautizado a un recién nacido; después de juzgarlo y declararlo culpable del delito, un escuadrón de soldados lo había fusilado por la mañana y después lo habían arrojado a la calle envuelto en sus vestiduras clericales, empaquetado como carne de la carnicería, y allí yacería tres días, para demostrar al pueblo que las balas llegaban adonde no llegaba Dios" (p. 48-49). 

     Y aunque los pecados y crímenes nos pueden perseguir toda la vida, hay forma de encontrar perdón. Paul Dimiter era perseguido –no sólo literalmente–, pero sólo así pudo resolver la disyuntiva moral que le planteó la mujer a la que amó toda su vida. Como también pudo responder a la venganza que quería ejecutar Vlora contra él:
"los albaneses tienen un código llamado besa: si alguien mata a una persona de la propia sangre, se tiene el deber de matar a cualquier varón de la sangre del asesino. Incluso a un niño pequeño, si es necesario. Para ellos es como un imperativo moral. Vlora buscaba a Dimiter sin apasionamiento, por una pura cuestión de principios, de honor y de deber" (p. 288-289).

      Para transformar ese deseo de venganza en otra cosa, Dimiter tuvo que sufrir una profunda conversión, y recibir la gracia de alguien por encima de él. La sola idea que  plantea William Peter Blatty con Dimiter es apasionante y, mejor o peor resuelta, merece una oportunidad y un pequeño rincón en nuestra estantería.


FICHA
Título: Dimiter
Autor: William Peter Blatty
Editorial: Mosaico
Otros: 2010, 312 páginas
Precio: 19 €

 

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