miércoles, 13 de marzo de 2013

Luz del mundo de Benedicto XVI


Luz del mundo es un libro delicioso. En dos sentidos. En primer lugar porque es un lujo intelectual, y, además, porque también es un placer espiritual. En él el Papa Benedicto XVI responde a un buen número de preguntas que el periodista Peter Sewald le formula, entablando entre los dos una agradable conversación, para que el mundo conozca mejor a Su Santidad y lo que la Iglesia tiene que decirnos a todos nosotros en estos decisivos y revueltos tiempos. Trata de acercarse. De comunicarse por vías también comerciales. En realidad esta obra apareció en 2010. Y aunque por este motivo su actualidad es total, muchas de las cuestiones tratadas en él por Benedicto XVI son de validez intemporal. 


      A mí Benedicto XVI me parece un hombre iluminado. Con una capacidad admirable para analizar los problemas del mundo, y con fortaleza para denunciar sus males. Y eso es lo que molesta a este mundo podrido, que lo señalen y lo acusen. Porque además la Iglesia no se esconde y siempre combate. Lo lleva haciendo dos mil años. Hoy —este gigante lo sabe perfectamente— el hombre moderno no arriesga nada, no tiene coraje, no es curioso, no escudriña ni tiene intereses que no sean materiales. Y ese no es el camino. Y se lo dicen, y lo ve, pero ni rectifica ni le sienta bien que le señalen sus faltas.

       Benedicto XVI habla con sencillez y autoridad. Conmueve y también convence. Lo que quiere dejar claro desde el principio es que la fe es racional; y que puede y debe ser explicada. Una evidencia. Pero nuestro mundo tiene otro parecer. Legiones de escépticos desprecian la fe porque sin reflexión alguna asumen los credos impuestos desde la Ilustración y el deísmo inglés, como si fueran logros suyos. La fe, se piensa hoy, es una superstición, no tiene fundamento, es para cuatro viejas santurronas y aguafiestas. Pero Benedicto XVI no se inmuta. La Iglesia debe conservar la ortodoxia de la fe a pesar de que el mundo viaje hoy en dirección contraria, a través de mayorías más o menos manipuladas. Esto no suele entenderse: la Iglesia no tiene que adaptarse a los tiempos, su misión es ser fiel a la Sagrada Escritura; y unas veces irá a favor de la corriente y otras contra ella. Él además sabe que esto no siempre ha sido así. Y que llegarán tiempos en los que la oposición será aún mayor. Pero él, pastor de la Iglesia y vicario de Cristo en la tierra, asumiendo el encargo que Jesús hizo a San Pedro de apacentar a sus ovejas, tiene que hablar. Lo lleva haciendo toda su vida como teólogo y profesor, primero, y después desde el pontificado. Y aquí, en una charla distendida con un periodista, también habla bien claro.

      Luz del mundo se estructura en 18 capítulos ordenados en tres grandes apartados (Signos de los tiempos, El pontificado y ¿Hacia dónde vamos?). 

     En la primera parte del libro se habla sobre todo del estado del mundo. De las crisis que convulsionan el planeta, de los abusos y pecados de miembros de la Iglesia Católica, de la dictadura del relativismo... Pero una vez este gigante santo establece que el hombre anhela una alegría infinita que nunca alcanza, indica cuál es la prioridad y dónde están la verdad y la esperanza del hombre:

«Creo que nuestra gran tarea ahora, después de que se han aclarado algunas cuestiones fundamentales, consiste, ante todo, en sacar nuevamente a la luz la prioridad de Dios. Hoy lo importante es que se vea de nuevo que Dios existe, que Dios nos incumbe y que Él nos responde. Y que, a la inversa, si Dios desaparece, por más ilustradas que sean todas las demás cosas, el hombre pierde su dignidad y su auténtica humanidad, con lo cual se derrumba lo esencial.»

      Como curiosidad, Benedicto XVI habla de la posibilidad de renuncia de los papas, y en términos tan sensatos que confirman que es un hombre lúcido, digno y coherente: «Si el papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar.»

      Muy interesantes son sus reflexiones acerca del islam o sus aclaraciones en cuanto al sacerdocio de la mujer, o la moral sexual de la Iglesia. Aquí, como no puede ser de otra manera, destaca que, le guste a la Iglesia o no le guste, lo que ésta debe hacer es ser fiel a la vida y al mensaje de Jesús recogidos en los Evangelios. Por otro lado, también tiene palabras muy duras contra los estados, pues no olvidemos que el poder político a lo largo de los siglos ha sido necio y duro de corazón:

«En cuanto al buen ejemplo, también el Estado se muestra poco ejemplar. Hoy en día los gobiernos acumulan deudas en un nivel nunca visto. Un solo país como Alemania gasta en el año 2010 nada menos que 43.900 millones de euros sólo para el pago de intereses a los bancos: o sea, por el hecho de que, aun con toda la riqueza existente, hemos llevado un tren de vida situado por encima de nuestras posibilidades. Sólo esos pagos de intereses bastarían para poner a disposición alimentos durante un año para todos los niños de los países en desarrollo.»
      
     ¿Cómo no iba a estorbar al mundo este hombre? Sus palabras escuecen a los poderosos.

     Por eso son urgentes estas palabras de Benedicto XVI: «Hoy hay que reconocer que debemos encontrar otra vez el camino hacia la actitud auténticamente cristiana, como la había en el cristianismo primitivo y en los grandes momentos de la cristiandad: la alegría y el sí al cuerpo, el sí a la sexualidad, vista como un don al que corresponden siempre también la disciplina y la responsabilidad.» Ser hombre, nos recuerda, es algo grande, un gran desafío. Queremos libertad sin contrapartidas. Y vamos hacia atrás. Pero aún estamos a tiempo de recuperar la senda que nos hace auténticamente humanos. 

     En realidad, no sé si la Iglesia hace todo lo que puede, pero hace muchísimo. Es la mayor red de beneficencia del mundo, la única realmente preocupada por la situación material y espiritual de pobres y ricos. Y está inmersa en una lucha feroz contra fuerzas que buscan su perdición y la de todos nosotros. Pero ella, como dice Benedicto XVI, ha de «preocuparse de que haya justos suficientes como para contener el mal y la destrucción (...) en el sentido de que crezcan nuevamente las fuerzas del bien. En ese sentido, los triunfos de Dios, los triunfos de María son silenciosos, pero reales.»

      Animo a todos los que lean este comentario a que lean Luz del mundo. Las palabras vertidas entre las páginas del mismo iluminan. Como es natural, pues reciben la luz de la verdad. Sólo hay que ser valientes para querer saber de ella. Y me gustaría acabar con la respuesta de Benedicto XVI a una de las últimas preguntas que Peter Sewald le formula en Luz del mundo. La respuesta es bellísima. Es la voz de un hombre de gran humildad, categoría moral y humanidad.

¿Qué quiere Jesús de nosotros?
«Quiere de nosotros que creamos en Él. Que nos dejemos conducir por Él. Que vivamos con Él. Y que así lleguemos a ser cada vez más semejantes a Él y, de ese modo, lleguemos a ser de la forma correcta.»


 FICHA

Título: Luz del mundo
Autor: Benedicto XVI-Joseph Ratzinger y Peter Sewald
Editorial: Herder
Otros: 2010, 264 páginas
Precio: 14,96 €


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