miércoles, 5 de marzo de 2014

La Odisea de Homero

A Homero se le atribuyen dos obras que conforman el canon de la cultura occidental. La Ilíada es la cima de la épica literaria, la Odisea la aventura por antonomasia. En ambas el bardo recorre los principales vínculos humanos, y las relaciones inevitables entre el hombre y la divinidad. Y como su forma de hacerlo se considera irrepetible y sublime, y su contenido, una enseñanza intemporal, se entiende que fueran lecturas obligadas en las «escuelas» de Grecia. No sé en el resto Europa, o en Hispanoamérica, pero en España es metafísicamente imposible tal coyuntura. Aquí es más probable que un burro aprecie la obra de Homero a que lo hagan nuestros titulados universitarios. Ni siquiera nombro a los que cuentan con una formación básica. Homero para ellos no sería, como para los otros, un ladrillo infumable, sería en todo caso peor que el martirio. Y me constan las dos circunstancias. 

El término odisea forma parte del acervo cultural de Occidente desde que la humanidad conoce las andanzas del ingenioso Ulises a partir de la obra homónima de Homero. De tal guisa, para el afamado diccionario de la Real Academia Española, odisea es (1) un viaje largo, en el que abundan las aventuras adversas y favorables al viajero, y (2) una sucesión de peripecias, por lo general desagradables, que le ocurren a alguien. Ambas acepciones deben su ser a las desdichas que padece Ulises, u Odiseo, a su vuelta a casa; un Ulises que, tras haber arrasado el alcázar sagrado de Troya, sufre un largo extravío por voluntad de Poseidón y permanece privado de la luz del regreso hasta que finalmente vuelve a su patria.

La acción comienza con la decisión de dos dioses. Padre e hija. Zeus y Atenea. A petición de la hermosa diosa el señor del Olimpo considera suficiente el destierro de Ulises y dispone su regreso a Ítaca. Durante los años que el héroe ha permanecido lejos de su hogar, la situación en Ítaca, y sobre todo en el palacio real, es muy delicada. Penélope, la digna esposa de Ulises, es pretendida por unos cuantos nobles. Esta ha conseguido largo tiempo postergar un nuevo enlace, pues todos dan por muerto a Ulises, pero ella resiste con ardides y engaños. A cambio, los pretendientes devoran su hacienda, hospedados en palacio. Y el hijo de Penélope y Ulises, Telémaco, demasiado joven para proteger su despensa y el honor de su madre, mira impotente lo que ocurre en su casa. 

Pero las circunstancias cambian de repente. Atenea se muestra a Telémaco y le asegura que su padre vive. Deberá despachar a los pretendientes de su madre y partir al día siguiente al encuentro de su progenitor. En su camino se entrevistará con otros héroes de la guerra de Troya, antiguos compañeros de su padre, Néstor (el anciano rey de Pilo) o Menelao (el legítimo esposo de Helena, la más bella mujer del mundo antiguo)... Por otro lado, Zeus envía a Hermes para que anuncie a Calipso que debe dejar marchar a Ulises. El héroe ya ha sufrido bastante. Es la hora de que vuelva a su morada. Ulises hará diversas escalas antes de llegar a Ítaca, poniéndonos al día de sus últimos años erráticos y transmitiéndonos cómo fue el final de la resplandeciente Troya. En los 24 cantos que componen la obra, Ulises tendrá tiempo de volver a casa y deshacerse con astucia de los aspirantes a ocupar su lecho y solazarse con su mujer.

La aventura a la que nos transporta la Odisea, llena de luz y grandes momentos para el recuerdo, es una delicia. Sin embargo, se opone a la Ilíada en muchos puntos. Por ejemplo en que ésta es un drama bélico desarrollado en escenarios oscuros, y la Odisea una aventura detrás de otra desarrolladas al aire libre (como metáfora de los rigores de la propia vida). Éste sería el gran pilar temático de la segunda obra de Homero, el de la vida como un viaje en sí mismo. El otro es que el injusto siempre tiene su merecido y que toda injusticia es reparada, asegurando el orden necesario para que el hombre viva civilizadamente. Por eso Ulises sabe que su vuelta no es completa hasta que no ponga fin a las fechorías de los galanes que ofenden su casa. Y lo confirma con estas maravillosas palabras, barnizadas por el oro de la sonoridad y la retórica homéricas: «mis manos no habrán de dejar la matanza hasta el punto en que logre del todo vengar vuestro gran desafuero» (XXII, 63-64). 

Pero si en el mundo de Homero el criminal obtiene su merecido castigo, la vida es en sí misma un viaje que bien puede calificarse de odisea. Este gran pilar temático al que me he referido antes, que sostiene en gran medida el sentido de la obra, ha sido entendido siempre como una metáfora entre el viaje y la vida. La vida sería por tanto un viaje, aunque con marejada. Nada se dice de la meta que debe alcanzarse, del destino del viaje, pues lo importante del viaje es el viaje en sí mismo. Siendo cierto literalmente esto último, también lo es que sin destino cualquier viaje se convierte en un periplo vacío y sin esperanza, semejante al del legendario judío errante. Y la vida, le pese a quien le pese, en absoluto es una aventura sin rumbo. Tampoco lo es en la Odisea, aunque haya quien interprete esto como le dé la gana. Ulises entiende que el fin de su viaje es volver a casa. Y volver a casa no es vivir como si todo acabara con la muerte. 

Y si no, preguntemos a Ulises mientras leemos la obra en la que él es protagonista por voluntad de Homero, si descendió por gusto a los infiernos (canto XIy si no guiaba cada paso que daba un rumbo determinado que anhelaba finalmente concluir. La Odisea no es la simpleza repetida mil veces de un bonito viaje con final feliz, porque Ulises decide cargar con su cruz, bajar al Hades si es menester, porque las mayores empresas humanas no pueden salir adelante sin pasar por el infierno, y sin seguir una dirección que no tenga destino. Para Ulises su hogar era el cielo, y para alcanzar el cielo debió superar, con la ayuda de los dioses, la odisea que supone toda existencia. Por tanto, sólo si la vida tiene sentido, la existencia puede considerarse una odisea que finalmente concluye en el cielo; de no tenerlo, la vida no es más que como dijo otro clásico, el gran Shakespeare, la sombra de una ilusión.




FICHA
Título: Odisea
Autor: Homero
Editorial: Alianza Editorial
Otros: 2005, 504 páginas

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