sábado, 18 de octubre de 2014

Comentarios de cine: Perdida de David Fincher

Vengo del cine y no paro de darle vueltas a una idea obsesiva: Estos hijos de puta de Hollywood pueden conseguir lo que se propongan. Son maestros consumados en la técnica del lavado de cerebro, y mueven las conciencias a su antojo con el poder de la imagen y el sonido. Pero casi todo lo que hacen es basura pura y dura, basura no obstante que consumimos con gusto porque está presentada con atractivos colorantes y potenciadores del sabor, y porque viene rebozaba con mucha habilidad e inteligencia. La última película de David Fincher, Perdida, es un ejemplo de lo que digo. Ésta nos enseña un mundo de locos en el que es muy arriesgado confiar en las personas. 

Un matrimonio ejemplar, perfecto, esconde sin embargo una sórdida historia que pronto brota a la superficie. Ben Affleck y Rosamund Pike encarnan a una pareja modelo con demasiados secretos. Ella desaparece. En la casa de ambos hay señales de un forcejeo, y en seguida el marido se carga el mochuelo. Pero, como es presumible, nada es lo que parece. El relato en sí es perverso, salido por lo visto de una novelista con mente retorcida, Gillian Flynn. Me interesa no obstante apuntar algunas observaciones que he hecho a la película, y no tanto perderme entre la ramas de su historia. Estas notas contribuirán en última instancia a defender lo que pienso del cine de Hollywood.


¿Es posible en primer lugar hacer una película en la que los personajes no beban alcohol por costumbre, o no se atiborren de pastillas para aliviar cualquier pequeña molestia? El alcohol sobre todo es una constante deliberada en este tipo de películas. En realidad su presencia nos anima de forma subrepticia a paliar las penas con estas sustancias; pero más que reflejar una sociedad deprimida y dependiente del alcohol, lo que hace esta presencia es fomentarla.

Los contenidos explícitos son otra constante del cine negro de Hollywood. Sexo, sangre, violencia... no hay tabú que pare a esta gentuza de Los Ángeles. Enseñan sin embarazo las escenas más fuertes y desagradables que se les pasan por la mente. Fincher ya dio una lección de atrevimiento en Los hombres que no amaban a las mujeres, filmando una violación brutal y desagradable que provocaba el vómito y el enojo. En esta ocasión, un mar de sangre inunda la pantalla en una de las secuencias finales. ¿Acaso quieren insensibilizar a las masas y que a éstas ya no les conmueva nada? Lo están consiguiendo.


Otra cuestión que suscita Perdida es la de los juicios mediáticos a los que tan acostumbrados estamos a ver en televisión. Pues juzgamos muchas veces previamente, con saña y sin conocimiento. En esta historia sin ir más lejos una periodista queda en muy mal lugar, como es propio de un oficio de lenguaraces e hipócritas. Por otro lado, en algunos momentos se tiene la impresión de estar viendo una historia irreal interpretada por zumbados. Pero no hay exageración en la forma de exponerlo. Somos nosotros. Tal cual. Fincher sólo se limita a trazar con habilidad el perfil de las generaciones contemporáneas: atontados, egocéntricos, frívolos y malvados. No hay compasión en este relato. A la "extraordinaria Amy" unos chungos le roban por mera codicia. Precisamente la chica que le roba está unas noches antes viendo con ella la televisión como un zombi, siguiendo la evolución del caso de la mujer que tiene al lado y a la que no reconoce. Sangrante es también el exabrupto que una joven profiere junto a una amiga mientras el personaje que representa Ben Affleck, y al que tienen delante, anuncia que su mujer ha desaparecido y que espera la cooperación de los allí presentes. A la niñata no se lo ocurre otra cosa que decir de ese pobre hombre: "está bueno". La frivolidad lacerante y la falta de piedad de esta película sobrecogen. ¿Pero qué puede esperarse de personas que se pasan horas delante de un televisor viendo películas basura y realities infames?

Ahora bien, ¿es así la sociedad? ¿Es esta película una fotografía de todos nosotros? ¿Estamos tan embrutecidos, corrompidos y estupidizados como nos quieren hacer ver? Quizás Perdida sea solamente una visión ácida de nuestro mundo; tal vez hayan cargado demasiado las tintas los responsables de esta obra cinematográfica inspirada en la fascinante figura del psicópata. En cualquier caso, a mi modo de ver esta crítica encierra en realidad un mensaje mucho más profundo. Películas como ésta en el fondo son documentos que avalan la defensa del diablo en el juicio final. No me he vuelto loco. Sé muy bien lo que digo. Estas creaciones, que muestran la estupidez humana de forma brillante, su maldad y falta de corazón, bien mirado, son un alegato satánico con el que reprochar a Dios haber creado la humanidad. Este tipo de historias son una forma de decirle a Dios: ¿No te das cuenta cuán estúpida y perversa es la criatura que has hecho? ¿Qué has visto en estas sabandijas para poner en ella tu aliento? ¿En serio merece la pena toda esta escoria? Desde luego, viendo esta película, no queda otro remedio que aceptar la objetividad de estas acusaciones.


La falsedad es la profunda huella que dejan todas nuestras emociones.

Ése y no otro es a mi modo de ver el mensaje primordial de Perdida. Poner en evidencia una sociedad psicopática previamente construida por un ambiente pernicioso que ha conquistado a los hombres dándoles simplemente pan y circo; diversión, entretenimiento y caos dentro de un determinado orden. Eso sí, un tipo de circo totalmente dañino. Este, es cierto, es el mensaje más escondido de la película. El evidente, por el contrario, es otro. Que el matrimonio es una ruina. Por eso decía al principio de esta reflexión que estos desgraciados de Hollywood consiguen lo que se proponen. Hoy en Occidente el matrimonio hace aguas, se desmorona como un viejo dios marchito por la falta de fieles. Cada vez se comprometen menos parejas, y las que lo hacen suelen acabar como el rosario de la aurora. 

Así pues, Perdida es antes que nada un alegato antimatrimonial que arranca de cuajo cualquier fe en el ser humano. ¿Pues quién es el valiente que podría confiar en alguien, si vivimos rodeados de gente frívola y psicópatas integrados? Por tanto, lo que nos están vendiendo con este retorcido y brillante thriller está muy claro: ¿El matrimonio? El matrimonio es un infierno. No te cases. No creas en eso. Vive y deja vivir, como dice el falso papa Francisco. Salvo que te sientas agraviado. Entonces miente, finge y haz todo el daño que esté en tu mano. Total, no hay uno bueno, y cada uno vive según sus apetitos.