viernes, 28 de noviembre de 2014

Desde el silencio de Eduardo Strauch

A veces ni las experiencias más atroces bastan para darse cuenta de lo evidente. A veces, ni los finales felices tras una catástrofe llevan a algunos hombres a concebir si quiera su "buena suerte" como un designio divino inescrutable. Eduardo Strauch es uno de ellos. Sobrevivió en 1972 a un terrible accidente de avión mientras sobrevolaba la cordillera de los Andes. Cuarenta años después ha hecho pública aquella vivencia, que tal vez en estos momentos nos pille algo lejos, pero que aún sobrecoge y, sobre todo, nos interpela descaradamente. ¿O conoce alguien cuándo será la hora de su muerte? Creo que este libro, que se lee en una tarde y hace cuestionarse al hombre su lugar en la tierra, es también una experiencia emocionante.


Desde el Silencio, así ha titulado su dolorosa experiencia Eduardo Strauch; por qué motivo es algo que me gustaría responder en las siguientes líneas. Año 1972, un avión con 45 pasajeros sobrevuela la poderosa cordillera de los Andes. Entonces sucede lo peor. El aeroplano se estrella y el impacto acaba con la vida de más de la mitad de la tripulación. Al final sobrevivirán 16 personas. Pero para lograrlo, para ser rescatados finalmente tras 72 días a la intemperie y bajo condiciones de frío extremo, los supervivientes debieron afrontar decisiones que les marcarían para siempre. El hambre insuperable les llevó a algunos a comerse a sus propios compañeros muertos. Según iban cayendo los más débiles, los que se mantenían con vida, se aprovechaban de los cadáveres, y no sin superar fortísimas resistencias morales. Lo cierto es que nadie aparecía, no entendían cómo no habían dado todavía con ellos, y el silencio debió de ser entonces sepulcral, angustioso, cósmico. El hombre en soledad enloquece tarde o temprano; por eso contar una cosa desde el silencio es expresarse desde el más irrefrenable miedo.

Pero, además, ese silencio, al ser sentido por personas no creyentes, paradójicamente siempre se vuelve un proyectil que lanzar contra Dios. Un ariete con el que embestir a Dios y acusarlo de no estar cuando se le necesita. ¿Pues dónde estaba Dios en esos momentos tan atroces para los supervivientes del accidente de los Andes? ¿Por qué se mantenía impasible, conspirando con ese sideral silencio? Eduardo Strauch no cree que deba estar agradecido a Dios por haber sobrevivido, pues no se explica por qué unos compañeros cayeron y él no, pero ¿no es la vida en sí misma un don, un regalo inmerecido con el que nos encontramos y del que normalmente nadie se quiere deshacer? ¿No es la vida un milagro por el que nunca, o casi nunca, damos las gracias? Tampoco vio motivos para creer María Belón, la superviviente española del terrible tsunami que asoló las costas del sudeste asiático en diciembre de 2004. María sobrevivió a la catástrofe junto a su marido y sus tres hijos, a pesar de que el brutal terremoto submarino cercenó más de doscientas mil vidas. Y la pobre mujer tampoco vio en esa "casualidad" una oportunidad misteriosa que se le daba.

Más allá sin embargo de las creencias de Eduardo Strauch, el protagonista de este apasionante relato, Desde el Silencio, lo cierto es que su experiencia en la montaña sí estuvo envuelta en cierto halo de misterio, sazonada, en particular, por multitud de sospechosas "coincidencias". Cuenta por ejemplo los rezos que algunas familias dirigieron a la Virgen de Garabandal para que intercediera por los suyos, la certeza que alcanzó una madre cuando su hijo había muerto en la montaña después de haber sobrevivido al accidente, o la canción que oyeron los supervivientes a través de la radio del aeronave que los mantenía conectados al mundo después de dos meses de silencio infernal, al dar algunos expedicionarios con un hombre que cuidaba del ganado. Al regresar con sus compañeros y darles la buena nueva de que serían rescatados, sus compañeros ya lo sabían. La música que traían consigo era elocuente. El Ave María de Gounod. 

Y es que si a la vida se le niega su carácter de milagro, de misterio divino, se acaba cayendo en la desesperación o en la supervivencia del más fuerte (del más inhumano y el más egoísta), y sobre todo en el aburrimiento. Y el ser más desgraciado del planeta es el que se aburre. Por eso cuenta Eduardo Strauch que cuando los rescataron le invadió una felicidad líquida que se le salía por los poros de su piel. ¡Extraña "casualidad" esa por la que todo hombre desea su plena y permanente felicidad!


2 comentarios:

  1. donde podria descargalo en pdf o mobi compartanlo por favor

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    1. Hola Álvaro. Desconozco dónde se puede descargar este libro en esos formatos. Lo siento.

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