martes, 30 de diciembre de 2014

Morir bajo tu cielo de Juan Manuel de Prada

Trabajo impecable, otro más, el de Juan Manuel de Prada —autor por el que tengo debilidad— en esta novela publicada en 2014, Morir bajo tu cielo. En realidad me costaría decir si es su mejor obra, incluso si está a la altura de Me hallará la muerte, que tal vez en conjunto me gustara más que esta odisea de "los últimos de Filipinas". Desde luego Morir bajo tu cielo es una aventura apasionante, perfectamente hilada y pensada, con personajes de tremenda fuerza y personalidad, episodios imborrables en medio de la selva filipina, y la prosa torrencial de uno de los escritores más brillantes de la literatura contemporánea. El escritor de Baracaldo (1970) debería ser reconocido antes o después al nivel de Delibes, si no lo impiden "quemazones ideológicas que no se atreven a decir su nombre". El tiempo dirá. Si es que por delante queda tiempo que contar.


En Morir bajo tu cielo Juan Manuel de Prada fabula un episodio real de la gloriosa historia española. Entre el 30 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899, un destacamento español resistió el asedio de tropas filipinas, muy superiores en número, en la iglesia del pueblo de Baler, en la isla de Luzón, incluso cuando aquellas tierras habían dejado ya de ser españolas. Aquellos soldados pasarían a la historia como "los últimos de Filipinas".

A partir de estos hechos el autor propone en esta colosal novela, también por su volumen (cerca de 800 páginas), una inmersión en la Filipinas de la época, de la mano de personajes, como decía, de ricos contrastes y fuerte personalidad. Como describe perfectamente la contraportada de la gran aventura de Juan Manuel, por las páginas desfilan "oficiales heridos por un secreto dolor, frailes trabucaires, soldados tratados como carne de cañón por sus gobernantes, insurrectos filipinos llenos de grandeza y coraje, traficantes de armas sin escrúpulos y mujeres excepcionales que han de serlo en un mundo áspero y turbulento"; que rezuman vida y sumergen al lector en batallas físicas y dialécticas por cuarteles y palacios, fumaderos de opio y lupanares, reuniones nocturnas del temible Katipunan, selvas acechadas por los feroces ilongotes, manglares infestados de caimanes y haciendas donde aún se respira el perfume de la Arcadia, o del Paraíso del que fueran arrojados Adán y Eva en el comienzo de los siglos.

Novela, así pues, épica e intimista, de aventuras y de ideas, y sobre todo, un homenaje a tantos hombres y mujeres que suplieron la ineptitud de unos gobernantes nefastos con voluntad, valor, sacrificios personales y amor a sus semejantes. En Morir bajo tu cielo da gozo leer entre otras cosas una serie de reproches a la prensa, los gobernantes indignos, las masas idiotizadas, el pecado de la guerra, entre otros mandobles lanzados contra el ejercicio político, y una función pública infestada de masones. En concreto alcanzan gran relumbrón las palabras de uno de los personajes, calificando lo que los pedantes llaman opinión pública como "masas cretinizadas a las que se entretiene con cualquier cosa" (p. 304).

También hay amor en esta aventura histórica. Y aunque sólo hay un par de momentos de desamor, ciertamente amargos, sobre uno de ellos merece la pena detenerse porque a mi juicio describe muy bien qué patrón siguen gran parte de los noviazgos y matrimonios actuales: "Aquello fue la suma de dos egoísmo. Al principio nuestros egoísmos buscaban la misma cosa, llámalo felicidad inmediata o placer o satisfacción de un apetito; y como lo logramos fácilmente, confundimos aquella euforia con el amor. Pero aquella euforia se enfrió. Y se disipó el espejismo" (p. 64).

Lo cierto es que todas las obras de ficción versan en el fondo sobre los mismos asuntos humanos, pues idénticas son las emociones e inquietudes que nos afligen o disponen; la diferencia entre unas obras y otras suele residir por tanto en el arte que el artesano es capaz de fabricar con sus palabras. Y en esto Juan Manuel de Prada es un artífice superdotado. Pues inconfundible es su prosa abigarrada, hiperbólica, con elegantes e interminables frases, que se suceden unas a otras impulsadas por una fuerza incontenible, como si la pluma del escritor vasco fuera un torrente de palabras que se suceden naturalmente y sin descanso, dejando una sensación en el ambiente similar al que imprimen en el alma los lugares con cierto encanto.

Todavía no ha sido referido, por otra parte, ningún personaje concreto a pesar de la huella que varios de ellos dejan durante y después del desarrollo de la historia. La bravura y nobleza de alma de fray Cándido y sor Lucía, contrastan poderosamente con la maldad personificada de Roger Van Houten, un auténtico ogro, un ser absolutamente diabólico. Difícilmente pueden lograrse caracteres más vivos que los del capitán Las Morenas, el paranoico y cruel teniente Martín Cerezo, el soldado Juan Chamizo o el nativo y duro Teodorico Novicio... Aunque la contribución cultural más importante de este libro es haber redescubierto a don José Rizal.

Tal vez Morir bajo tu cielo sea la mejor obra de Juan Manuel de Prada. Sí. Es posible. Al menos de la categoría de Me hallará la muerte y Las máscaras del héroe. Pero hoy no me interesan los juegos de este tipo, sino mostrar mi agradecimiento a un escritor de raza e innegable genio. Un autor que se retrata a sí mismo de forma magistral por medio de los labios de la bella Guicay: "Todos los hombres que han dejado huella de su paso por el mundo han sido esclavos de su vocación y de sus ideales; hay que darlo todo por aquello en lo que uno cree. La libertad es para los flojos. La esclavitud y el sacrificio para los fuertes" (p. 345).


4 comentarios:

  1. Ha sido un inesperado placer dar con usted y con su blog, gracias al comentario que tan amablemente ha dejado en el portal "Adelante la fe". Pasaré por aquí con frecuencia, sin duda.

    Gervasio López

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    1. Gracias, don Gervasio. De corazón puedo decir lo mismo de usted y de la magnífica página en la que escribe.

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  2. Hace muchos años que me deslumbró D. Juan Manuel de Prada. Unos pocos que me honro de conocer virtualmente a Gervasio López.
    Tengo que leer a Luis Segura, porque tiene un blog fuera de lo corriente.
    Esto se llama suerte.

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