sábado, 31 de enero de 2015

De María a María de María Vallejo-Nágera

A ningún lector de María Vallejo-Nágera le sorprenderé si empiezo diciendo que esta autora se está ganando el cielo con sus libros, o al menos acortando sus días en el purgatorio hasta reducirlos a mínimos ridículos. Y es que lo de esta escritora madrileña se ha convertido en un fenómeno literario que está llamando a millones de hogares y corazones, para enseñarles con sencillez e inusitada potencia quién es ese Dios al que ella tanto ama. En mi caso, he elaborado un pequeño programa de lectura para varias personas que me han preguntado acerca de cómo podrían empezar a introducirse en las cosas de Dios. Digo yo que alguna semilla se habrá removido entre sus carnes. Pues bien, en ese guión he incluido unos cuantos libros de María. Pues lo que ha escrito esta gran mujer sobre la religión católica sacude, y de qué manera, a cuantos han leído sus obras. Y la razón es porque sus páginas rezuman un amor sobrenatural que procede de la persona más extraordinaria de la historia: Jesús de Nazaret. En esta ocasión, sin embargo, María se desvela porque conozcamos a su Santa Madre. Y una vez más consigue enamorarnos. A mí, por lo menos, para siempre.

De María a María es un libro que sigue el esquema de trabajo de Vallejo-Nágera en sus últimas obras (Entre el cielo y la tierra y Cielo e Infierno: Verdades de Dios), ya que enseña la verdad cristiana narrando historias personales, experiencias reales que ella ha ido recopilando; incluso, como en este caso, vivencias propias. En concreto su historia de conversión es, como a ella le gusta llamarla, tumbativa. Historias como la suya han pasado demasiadas veces. Existen incontables casos de conversiones abruptas. Pero los medios de comunicación, encabezados por el diablo, se hacen nulo eco de historias similares. En fin, la dinámica propia de la religión laicista y del programa masónico para erradicar el cristianismo de la faz de la tierra. 

Pero, como digo, historias como las de María hay muchas. Ella, cuenta en este libro, era una chica normal, descreída, que pasaba de la Iglesia, aunque la respetaba, tal vez por lo que había aprendido en casa. Sin embargo, con su vida ya encauzada, y siendo madre de varios niños, recibió una llamada especial... Escuchó a Dios en su corazón y más tarde pudo sentir ese amor tan inexplicable. Hoy María es otra persona. Y no hace falta que lo jure. A mí, sin ir más lejos, la fe me ha cambiado por dentro y por fuera; ahora es el centro de mi vida y espero que siga siéndolo por mucho tiempo. El mundo llama locos a los que obramos de semejante manera, ciñéndonos a un estilo de vida que los demás ven deplorable. A ella le han hecho mucho daño por confesar su fe, señal de que el odio es dueño y señor de muchas entrañas. Y qué decir de la envidia, la imperfección menos confesable y más miserable del género humano. ¡Cuánto daño puede hacer un corazón miserable lleno de envidia! María lo sabe perfectamente, aunque desde su corazón, en gracia de Dios, no se explica semejante ira. Yo tampoco. Pero no puede dejar de gritar a los cuatro vientos que está enamorada de Dios, a pesar de todo, y yo tampoco voy a hacerlo.

Por eso recomiendo muy en serio esta lectura. Hay en concreto tres historias que son realmente durísimas. De lo más duro, en realidad, que he leído nunca. Quizá por el valor añadido de saber que se trataba de historias reales. De casos que han ocurrido a personas de carne y hueso. Por ejemplo la de Lola y su marido, una pareja que pasó no hace mucho por un sufrimiento indecible, con él agonizando y a las puertas de la muerte. La de Nicolás, un precioso niño que fue «rescatado», gracias a Dios y a una familia bendita, de una casa de niños abandonados en San Petersburgo; y la de la pequeña Lucy, que transforma la vida de un camionero desgraciado, vacío por dentro y totalmente solo. En realidad todas las historias de este bello libro son hermosas. Y en todas la Virgen obra algún tipo de milagro.

Con esto acabo. Pues de María, a la que espero conocer personalmente algún día, quienes hemos leído sus libros, sólo nos nace decir una sola palabra: gracias. Gracias por todo, María.



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