sábado, 2 de abril de 2016

Comentarios de cine: 12 años de esclavitud o la doble moral de la crítica

La actual sociedad occidental es con seguridad la más infantil de cuantas han existido. La Historia habla por sí misma. Por eso la borrego masa se conforma hoy más fácilmente que nunca con las trolas que les suministran las industrias del entretenimiento o el juicio confabulado de una crítica arbitraria y cínica. Poco faltó en su día para que los gacetilleros que despreciaron por violenta La Pasión de Mel Gibson, reclamaran todos los premios de la Academia para 12 años de esclavitud, no menos cruenta que aquélla y de la misma naturaleza, pues una y otra reflejan injusticias parecidas. Sin embargo, mientras la cinta del «ultracatólico Mel» pasa por ser en exceso sangrienta, la obra de Steve McQueen es una «sensacional obra de arte». Y por supuesto, como vivimos en la era zombi, nadie se ha dado ni cuenta.


De entrada, la primera hora de este «peliculón», de este «filme excepcional», en definitiva, de «la película del año» 2013, es una sucesión de humillaciones a negritos, sin hilo argumental de ningún tipo, aburrida, soporífera, sin chispa; incluso puede notarse que en cada escena se propone un maltrato distinto, para subrayar al espectador medio, idiota con avaricia, quiénes son los villanos y quiénes las víctimas. Por supuesto el retrato es descaradamente maniqueo: negros buenos, blancos malvados y psicópatas. 

Algunos anhelamos —por el afán de ver algo diferente— que en España se haga por fin una película sobre la Guerra Civil, después de novecientas mil, en la que los nacionales aparezcan como los buenos y los rojos como los malos malísimos. Por contrastar, vamos. Pero las críticas de los voceros oficiales ya las sabemos. La película sería considerada ipso facto deleznable y maniquea.

Por eso más allá de esto lo que me subleva es la esquizofrenia de la crítica, su doble moral. Como forma de penitencia, o de honestidad intelectual si se quiere, deberían compararse las críticas que recibieron una y otra películas para entender mi mosqueo. Los latigazos a Cristo y su posterior Calvario merecieron al «ultracatólico Mel» un aluvión de desprecios. La prensa farisaica y prostituida dijo de La Pasión que «bien podría titularse la tortura o el linchamiento de Cristo» (El Mundo); que era una «deleznable película» (El País); «profundamente conmovedora y fanáticamente obtusa en iguales dosis» (Rolling Stone); un derramamiento de sangre (The New York Times). Y más todavía: Para el Daily News «ningún niño debe ver esta película. Incluso los adultos están en peligro» (¿de convertirse quizá?). Y por dar un dato más, el gacetillero de Newsweek comentaba: «En lugar de verme conmovido por el sufrimiento de Cristo, o sobrecogido por su sacrificio, siento el abuso de un director que intenta castigar a su audiencia, por quién sabe qué pecados».


Me pregunto en consecuencia si el director de 12 años de esclavitud pretendía castigar a su audiencia con la crueldad de sus escenas. ¿Se desaconsejó entonces esta película a niños y adultos por su dureza de contenido? Ni mucho menos. Por el contrario se dijo de la misma que era una historia muy bella, brillante, humana, épica, conmovedora, una obra de arte, una obra maestra incontestable... Lo que me pregunto ahora es si los críticos que despreciaron en su día La Pasión y luego aplaudieron sin remilgos esta cinta han conocido alguna vez la vergüenza. Y si me lo pregunto es porque esta película sin duda muestra elevados niveles de violencia explícita o física. En realidad cuenta una historia muy dura, una verdadera injusticia. Y lo hace de forma cruda, descarnada. Los latigazos que recibe Lupita en el clímax de la cinta, después de más de hora y media de humillaciones a negros, resultan violentos en exceso. O su espalda lacerada, que abre las carnes del que sentado en su butaca contempla como puede la paliza con el corazón encogido.


Dicho castigo, que ordena por cierto el despiadado negrero que encarna Michael Fassbender con gran maestría, no tiene paralelo en La Pasión de Cristo. Tanto es así que las palabras del infame esclavista revuelven el estómago y hablan perfectamente de la dureza del momento: «Quiero que la azotes hasta que tenga la piel hecha jirones y rezume carne y sangre». 

Pues bien, a fin de cuentas para los mierdas de la crítica oficial la ristra de latigazos dados a la pobre negrita no suponen un derramamiento de sangre injustificado, ni por supuesto su director es un sádico o un fanático enfermizo. Por el contrario las torturas, palizas y humillaciones constantes que rellenan el metraje de 12 años de esclavitud no dan lugar a una «deleznable película», sino a una «sensacional obra de arte». Me perdonarán por tanto los oídos sensibles y las almas inocentes que me leen regularmente, pero visto lo visto, entre los críticos de cine hay mucha rata y mucho miserable. Mucha mala leche y mucho veneno.

3 comentarios:

  1. Estimado Luis:

    Si me permite discrepar, creo que "la crítica" no tiene una doble moral, sino que no tiene moral ninguna. Repiten como loritos lo que les indican "ellos" o lo que "ellos" les han transmitido subliminarmente.

    El cine (con los libros es más difícil) es un motor fundamental para manipular masivamente conciencias, y uno recuerda que profetizó que una película, "Brokeback Mountain" de vaqueros desorientados en la vida (ellos los llaman gays) recibiría algún Óscar y se llevó tres, y que las miserias de una adolescente confusamente lésbica (La vida de Adèle) iba a ganar en Cannes como así sucedió.

    Así como el abortista Obama, es un bienhechor de la humanidad por ser negro, y los extraviados por su entrepierna no aceptada son modelos a imitar, nos han enseñado que toda la repugnante inmundicia de películas anticristianas (El cuerpo, Estigmata, Priest, Amén, El código Da Vinci etc...) son referentes para una persona culta.
    La única posibilidad de huir de este entramado maligno y manipulador, además de la acción del Espíritu Santo, es el visitar Cuevas de los libros, como la que usted y yo poseemos, como la seductora estética de su blog nos invita, donde la Verdad hace tanto tiempo revelada nos espera, tan humilde como generosa, tan necesaria como desconocida.

    Haddock.

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    1. Subrayo cuanto dice, amigo Haddock.

      Por supuesto que gran parte de la crítica tiene menos vergüenza que un perro, pero resulta muy descarado, para mí al menos, el diferente rasero con el que habitualmente tratan las obras que comentan. Si la obra es religiosa, inmediatamente se desprecia, bien por ser partidista, bien porque según estos cretinos sólo pueden hacer proselitismo los no cristianos, y ahí entra ahora mismo con toda su fuerza la anti-iglesia (grupos de presión homosexualistas, abortistas, laicistas, etc.). Las obras que usted cita son indignas en su mayoría, pero el público, como posee una cultura ínfima, sólo lee con agrado las obras mediocres que convenientemente les han cocinado los amos de estas industrias recreativas.

      En cuanto a La cueva de los libros, le agradezco sinceramente sus palabras. Pero créame, desde hace tiempo escribo más por aflicción que por afición. Me duele escribir a veces, y sé que no hago uso de la caridad cuando escribo comentarios como éste, pero es que cada vez me cuesta más digerir lo imbéciles que somos como especie.

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    2. ¡Perge, amice Luis!

      Siga siendo otra voz clamando en el desierto. Cada voz que habla acerca de la Verdad, aporta su granito de arena aromático en esta fosa séptica que es internet y por extensión la sociedad en general. Qué más quisieran ellos que les dejáramos el camino expedito.
      En cuanto a su razonable escrúpulo sobre faltar a la caridad, cosa que también yo a veces me planteo, es reconfortante la lectura del primer Quinto Septimio Florente Tertuliano, de Lèon Bloy, y sobre todo del Santo y Doctor de la Iglesia Pedro Damián en su "Liber gomorhinus"
      Esto se llama santa indignación.

      :-) :-) :-)

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