miércoles, 28 de noviembre de 2018

Bohemian Rhapsody y la vida de Freddie Mercury

No soy un fanático de la música ni Queen me ha atraído nunca lo más mínimo. Por eso la «culpable» de que haya ido al cine a ver Bohemian Rhapsody ha sido mi pareja. Mi novia, de hecho, sí que lleva la música en las venas, y además considera que Freddie Mercury es la mejor voz masculina que ha existido. Yo no sé si es para tanto, la verdad. Pero no hay duda de que poseyó una voz prodigiosa e incomparable.

Respecto a la película en sí, debo decir que no me ha parecido gran cosa, sin estar mal del todo. Como tributo al protagonista y a la mítica banda, está bien, pero no sé si alcanza para los fanáticos del grupo la altura del mito. Lo dudo mucho. Lo mejor de la cinta, sin duda, la primera escena y la última. El trabajo de dirección de Singer, por su parte, es correcto, mientras que el guión titubea más de la cuenta (se agradece en cualquier caso el tacto que han tenido los responsables al no incluir escenas íntimas del protagonista con otros hombres). Tampoco los actores convencen demasiado, salvo el personaje principal (Rami Malek), encargado de encarnar al mítico Mercury.

Y es que en el fondo Bohemian Rhapsody se centra más en el vocalista de la legendaria banda, mostrando, en última instancia, un alma atormentada, un personaje ególatra pero sediento hasta los tuétanos del amor verdadero (el que vivifica, completa y sana). Por eso al protagonista de la cinta se le veta la fuerza más poderosa de la vida, ya que no se puede amar ni ser correspondido como se debe cuando uno se esfuerza únicamente en conquistar el firmamento de la fama.

Así, almas como la de Freddy Mercury se consumen pronto en este mundo corrompido y malvelsador, fraudulento y engañoso. ¿O acaso se puede escapar sin heridas mortales, o sin pagar un precio elevadísimo, al recibir culto público por parte de las masas? La vida de Mercury, a fin de cuentas, se consumió en un suspiro. Jugó con fuego, contrajo una enfermedad de transmisión sexual y murió sin pena ni gloria. Queda su música, cierto, ¿pero tiene alguna importancia que dejara cierto legado musical si fue en vida un pobre diablo? 

Y es que hoy sé que la vida es un misterio inescrutable, un acontecimiento milagroso y una madeja enorme de hilos cruzados. Y sé también que la vida no la entiende nadie, ni puede ser entendida, pues se hizo para ser vivida, y vivida en abundancia. Pero de la mejor manera posible. Que es amando y haciendo el bien. Y si la fortuna sonríe, hacerlo al lado de un corazón cómplice, convertido definitivamente en el mejor refugio posible, y en el más dulce y acogedor de los hogares.



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