martes, 9 de junio de 2020

El final de Juego de Tronos

Cuando comenzó a emitirse la serie de televisión basada en la saga literaria de George R. R. Martin, Canción de hielo y fuego, conocida popularmente como Juego de Tronos, ya había leído y comentado todos los libros que estaban en el mercado por entonces. El tomo inicial me fascinó. La serie en cambio no consiguió embrujarme. Apenas vi una temporada. Apenas le presté atención. Y la olvidé muy pronto. Pero en los últimos meses le he dado una nueva oportunidad, estando a punto de abandonarla en varias ocasiones durante las cuatro primeras temporadas, dominadas por luchas encarnizadas, sangrías interminables e infames traiciones. Dominadas en definitiva por un ambiente demasiado cruel y sombrío. Pero en la segunda mitad de la serie se encauzan las aguas, y encuentra el espectador los consuelos o desahogos necesarios para mitigar y compensar tanta angustia y sinsentido, alcanzando sobre todo las dos últimas temporadas una intensidad dramática nunca antes vista en un relato épico de estas dimensiones. Digo por tanto, puesto el colofón a esta memorable creación de fantasía épica, que Juego de tronos me ha conmovido e impresionado profundamente; a pesar de resolverse con un anticlímax insatisfactorio y terriblemente nostálgico.

La defensa de Invernalia en el capítulo titulado La larga noche es el momento más álgido de la serie, el más intenso, crítico y emotivo. Sobrevivir al Rey de la Noche y a sus caminantes blancos, exige el máximo esfuerzo por parte de los hombres, pero sin la contribución de los dragones y los auxilios sobrenaturales, habría sido imposible. Sobre esto último, es un acierto en mi opinión que de manera definitiva se dé por sentado que la vida humana no carece de sentido, aunque éste pueda ser desconocido, insistiendo en un principio básico: a cada persona se le ha asignado una misión en esta vida y en esta vida toda persona representa un papel determinado. 

Además, se contemplan finalmente el bien y el mal y no se pervierte su significado. Por eso tienen valor las palabras que Bran dirige a Theon Greyjoy antes de que el Rey de la Noche lo mate: «Theon, eres un buen hombre». Sin duda, en la serie se muestra con claridad que la naturaleza del hombre está herida, oscurecida, degradada, pues los personajes, como nosotros mismos, se apartan constantemente de lo recto y de lo justo. Pero siendo lo que son, los personajes también cambian. Y, así, por medio de sus actos alcanzan la redención y son por otros perdonados. Han hecho lo que deben. Y tienen por tanto nuestra aprobación o aplauso. 

Acerca de las flaquezas de cada uno, a Tyrion le pierde su vanidad, y sus constantes fracasos son su principal castigo, pues cree poseer una gran inteligencia. Y, claro está, en el pecado lleva la penitencia. A Cersei le pierde una soberbia desmedida, una ambición de poder insaciable. El mismo pecado que conduce a la ruina a la bella Daenerys Targayen, que ansía ser preferida a cualquier otra persona, siendo incapaz de asumir los hechos: que Jon Nieve es el heredero al trono de hierro... Su muerte a manos de su amado quizá sea excesiva, pero no hay duda de que encarna el espíritu revolucionario de los totalitarismos modernos, en concreto el comunista, y que al devastar Desembarco del Rey se condena a sí misma.

Al respecto, las palabras de Tyrion a Jon sobre Daenerys son clarificadoras en tal sentido. La destrucción de la capital a sangre y fuego precipita que al Gnomo se le caiga la venda de los ojos. En consecuencia, la hija del rey loco tiene que morir; porque su deseo de liberar a todos los pueblos encubre una tiranía absoluta:

«Allí por donde pasa, todos los malvados mueren. Y la aclamamos por ello. Y se vuelve más poderosa y más segura de que es el bien y la justicia. Cree que su destino es erigir un mundo mejor para todos. Si lo creyeras, si de verdad lo creyeras, ¿no matarías a quien se interpusiera entre ti y el paraíso?»

Y Jon, que siempre ha tratado de obrar rectamente, al final antepone su deber al amor, creyendo también que la Madre de Dragones se ha convertido en la mayor amenaza para el reino. Desde luego, Jon Nieve es un héroe trágico. Lucha más que nadie, es venerado por sus compañeros de armas y le pertenece la corona de los Siete Reinos. Es cierto que no la quiere. Y al sacrificar a la mujer de la que está enamorado, no sabe que la pierde. En cualquier caso, demasiado castigo me parece que pierda el trono y a la mujer que ama, habiendo sido tan honrado y habiendo procurado tantos bienes...

Después de todo, la verdad, me queda un sentimiento de pena, de desencanto y de vacío. Me cuesta asumir la despedida de los Stark en los muelles de King's Landing. La vida continúa, han crecido (se aprecia, de hecho, una enorme evolución en los personajes), y cada uno decide seguir su propio camino. En la larga noche lucharon unidos, y a la postre todos ponen, entre unos y otros, tierra de por medio. Porque como dijo Varys, «nada dura». 

Por eso siento tristeza al escribir estas líneas que prometí para cuando acabara de ver la serie. Por un lado, porque creo que a Jon no se le ha hecho justicia. Por otro, porque con la desaparición de tantos personajes que creía conocer y se me antojaban personas reales, también muere una parte de mí. Después de todo, yo también voy quemando fases. Mi vida pasa. Como la de todos. Dejando personas atrás, cometiendo errores... Y es que tenía razón Platón al afirmar que la filosofía, entendida ésta como un conjunto de saberes que contribuyen al conocimiento de la realidad y al mejor modo de comportarse, es una meditación sobre la muerte.

Más que la conquista de los reinos, en definitiva, interesa la conquista de la vida. Y la vida humana no existiría como tal si careciéramos de memoria, que es la facultad por medio de la cual retenemos y recordamos a quienes amamos o hemos amado. Pero la vida y el amor no son lo único que importa, también importan la política y el orden de las cosas materiales, el honor y la justicia, la fe y las tradiciones, la familia y las amistades, la piedad y la camaradería, así como la adhesión a las causas o empresas de otros...

En buena medida Juego de Tronos es, como dije en otro momento, una pornoserie sádica y gore, a veces nauseabunda y a veces insoportable. Pero será que soy más vulgar de lo que creía, o que la serie carece de la vulgaridad que le supuse, porque al final transmite una gran historia que ha conseguido enamorarme.



5 comentarios:

  1. Me ha encantado tu comentario. Dices cosas muy sentidas y observas cosas en las que nadie se fija, pero ¿qué final te hubiera gustado ver? ¿Y la elección de Bran como nuevo rey?

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    1. Gracias por tus palabras.

      Respecto a tu primera pregunta, el cuerpo me pedía un final feliz. Una boda real, quizá. Pero hubiera sobrado toda la secuencia de la destrucción de Desembarco del Rey, que es impresionante, con Daenerys a lomos de Drogon, descargando su cólera. Y además hubiera sido muy difícil justificar la unión de Jon con Daenerys sin que ésta recapacitase y renunciase a sus pretensiones libertadoras. En realidad, como la serie encierra una contraposición de sistemas políticos, y Daenerys representa el horrible comunismo, tenía que desaparecer.

      Y en cuanto a Bran, tiene lógica su nombramiento. La monarquía hereditaria da paso a otra electiva, como ocurrió en España con los gobernantes visigodos. Y que pese a todo no es garantía de nada. Sam, por su parte, propone la fórmula democrática, que en seguida es menospreciada, porque lo que se está dirimiendo a fin de cuentas es cuál es la mejor doctrina relativa al gobierno de los Estados, de los asuntos públicos. Y a Bran se le tiene por sabio. Después de Bran, se decidirá entre los nobles quién es el más apropiado para regirlos a todos.

      De acuerdo con esto, la lección que nos transmite esta serie a nivel político, desde mi punto de vista, es que no hay forma de gobierno perfecta, pues cada una tiene sus ventajas e inconvenientes, como explicó hace mucho tiempo otro sabio llamado Aristóteles. Pero es evidente que el poder absoluto corrompe y que éste debe ser limitado, y seguir además unas leyes universales y justas, cuya fuente no puede ser otra que la ley natural, de la cual han derivar aquellas otras.

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  2. No he visto la serie. Tampoco he leído los libros. Pero a ti te leo siempre. Y es muy bello lo que has escrito.

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  3. Es memorable la entrada "Rectificar es de sabios" del 2017 sobre Silencio de Scorsese. ¡Enhorabuena!

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  4. Yo también la he visto hace muy poco, y también he estado a punto de dejar de verla en más de una ocasión, pero no lo hice y al final me ha conquistado. He sufrido mucho, pero también he disfrutado, hasta el punto de echarla de menos y estar dispuesta a verla a corto plazo.
    Una de las mejores series de la historia, sin duda.
    Tu comentario es impecable, me servirá para entenderla mejor cuando la vuelva a ver.


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