La impaciencia del corazón es una novela
magnífica, ambientada en los años inmediatamente anteriores a la Gran Guerra
(1914-1918); y tal vez, de hecho, la mejor de uno de los narradores más
extraordinarios de la literatura europea contemporánea (primera mitad del siglo
XX). Stefan Zweig es considerado un maestro a la hora de describir la
complicada naturaleza humana, tan dependiente de los apetitos y deseos. Con
todo, la mayor virtud que posee es su estilo florido, fino y elegante.
El personaje central del
relato es Anton Hofmiller. Un joven y apuesto teniente de caballería del ejército
austríaco que conforma el cuadro vital de esta sobrecogedora historia junto al
magnate húngaro Lajos von Kekesfalva, su hija paralítica Edith, y el abnegado
doctor Condor. Con estos cuatro individuos se basta el escritor vienés para elaborar
un relato interiorista acompasado por un ritmo que apenas descansa. Y es que Zweig descarga
con su pluma una tormenta de sentimientos y emociones, palabras que se
convierten en un torrente expresivo, adornado por un brillante vocabulario.
Sin necesidad de
descripciones paisajistas o detalles innecesarios, la acción pasa como decía
por el caudal de sentimientos que fluye por el corazón y la psique del
protagonista, del que se enamora la entrañable Edith, pero por la que éste que
sólo siente cierta lástima. A pesar de todo, Hofmiller es un hombre común, que
vive enfurecido y atormentado por los remordimientos, envuelto en
contradicciones difícilmente conciliables, infectado por la compasión y la
pena. Esa falta de sinceridad conduce finalmente a un desenlace fatal y sin
embargo imprevisible. Son en realidad los anhelos, pasiones y miedos de los
cuatro personajes protagonistas los que al cruzarse desencadenan la tragedia.
Sea como fuere, al
concluirse este relato, se tiene la convicción de que ésta es una historia
madura y bien cerrada, pues es sólo al final cuando se encuentra explicación a
ciertas acciones pasadas de los personajes, que vibran por amor, compasión,
celos, perdón, olvido y culpa. Y sólo al término del mismo, como decía, cala en
el lector la idea de que el ser humano tiene innumerables debilidades, sin
duda, pero también una evidente ambición de trascendencia.
Dicho esto, La impaciencia del corazón es una novela
conmovedora, humana y fascinante, que sin duda recomiendo.
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