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jueves, 15 de marzo de 2012

Matar a un ruiseñor de Harper Lee

Matar a un ruiseñor es un clásico de la literatura moderna de los Estados Unidos. Premio Pulitzer en 1961, y estrenada una año antes, la obra fue considerada recientemente por los libreros del país como la mejor novela americana del siglo XX. Su autora, Harper Lee (1926), alcanzó algo extraordinario con esta obra, siendo un texto obligado en todas las escuelas de los Estados Unidos; sin embargo, después de este éxito, Lee no volvió a publicar nada más. Créanme, Matar a un ruiseñor envuelve con el paso de las páginas para descubrirnos una época irrepetible, escrita con extraordinaria capacidad narrativa y gran sensibilidad. La película de Robert Mulligan (1962), con Gregory Peck haciendo de Atticus Finch, sencillamente magistral.


      Matar a un ruiseñor es una obra con ecos biográficos. Jean Louise Finch evoca un periodo de su infancia (1935) cuando tenía ocho años y nos relata su vida en Maycomb (pueblo del Sur profundo) y la de sus vecinos, además de un asunto judicial que comprometió a su familia y modificó su visión de las cosas. Su padre, Atticus Finch, héroe impoluto y pesonaje colosal del relato por su integridad personal, es un abogado que en la segunda parte de la obra defiende a un negro (Thomas Robinson) de un caso de violación (para colmo, a una blanca). Los prejuicios, el racismo, la intolerancia, la fe en Dios, la importancia de la familia, son algunos de los puntales de esta maravillosa narración. Pero no hay que olvidar al hermano mayor de Jean Louise, Jem, más consciente de lo que le rodea, y perfectamente modelada su evolución por Harper Lee.

      Por lo tanto, como vemos, el relato se inserta en un entorno en el que la superioridad de los blancos sobre los negros era total, pese a que se había abolido la esclavitud. En esa idílica sociedad norteamericana, que no perfecta, se refleja la autoridad de los mayores, el respeto que profesan a estos los jóvenes, la educación a través del esfuerzo, la fe como algo natural, entre otras virtudes de la sociedad americana. Valores que se han ido perdiendo con el paso de las décadas y que desde nuestros días se recuerdan como un pasado mejor. Un ejemplo excelente de cómo se lamentan con amargura por la pérdida de ese pasado algunos norteamericanos de bien se encuentra en la sublime película de Clint Eastwood Gran Torino (2008).

      Y es que este mundo contemplado por Jean Louis Finch de pequeña es descrito desde el punto de vista de unos niños que tratan de adaptarse a él y a las imposiciones de sus mayores. Con otras palabras, los hermanos Finch tratan de comprender el mundo de los adultos y todo aquello que les rodea, que a esas edades no pasa de los vecinos y algunos barrios del pueblo en el que viven. En este sentido, Matar a un ruiseñor retrata con exquisitez a esta familia, hasta el punto de hacerlos entrañables. Harper Lee juega con el título y la inocencia de unas criaturas que, de amenazarlas o incluso agredirlas, supone un pecado como el de matar a un ruiseñor, un pajarillo que no daña cosechas y que únicamente entrega su canto para que el mundo pueda deleitarse con él. Por eso, no quiero simplemente insinuarlo, sino que lo afirmo: Jean Louise y Jem se verán en peligro por un individuo desalmado (Bob Ewell, padre de la chica supuestamente violada por Tom Robinson), que jurará venganza por el juicio en el que participa el señor Finch.

      No quiero terminar este comentario (precisamente me lo he dejado para el final con la intención de destacar su figura) sin hablar de Atticus Finch. El padre viudo de la familia. Desde luego, el personaje pasará a la historia por su integridad personal y amor a los suyos. De alguna manera es un héroe. Harper Lee inmortaliza al personaje literario no sólo por sus virturdes sino tambíen por su comportamiento moral, justo y afectuoso. Y lo reviste de las fatigas de los demás mortales, para resaltar su grandeza.

      Contestando a su hija, que le pregunta acerca de si no estará equivocándose defendiendo al negro en el caso de la violación pues mucha gente así lo cree, Atticus responde que tienen derecho a creerlo, desde luego, pero «para poder vivir con otras personas tengo que poder vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno». (p. 156) Creo que sobran las palabras.

      Así pues, Matar a un ruiseñor, aunque describa una época que ya no interesará a muchos, trata sin embargo temas universales y desprende un empeño por defender los comportamientos íntegros de los hombres. A veces, durante la lectura, he de confesar que perdía el hilo para centrarme en una prosa que jamás he visto plasmada con tanta sencillez y delicadeza.

FICHA
Título: Matar a un ruiseñor
Autor: Harper Lee
Editorial: Zeta
Otros: Barcelona, 2011, 412 páginas
Precio: 10 €

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