Páginas

domingo, 1 de julio de 2012

Mientras agonizo de William Faulkner

Mientras agonizo es, para mi gusto y de entre todas las que he leído, la mejor novela del Premio Nobel (1949) norteamericano William Faulkner. No porque sea superior tecnicamente a otras, ya sea El ruido y la furia, ¡Absalón, Absalón! o Santuario, por mencionar algunas de las más representativas, sino por una apreciación muy personal acerca del tema. Esta vez los protagonistas son la familia Bundren, un grupo demasiado humano y señalado por el infortunio que conmueve pero a la vez genera repulsa por su comportamiento tosco y marginal. En esta obra el lector se abre paso, atónito, por la odisea que inician los Bundren para enterrar a la madre de la familia, y lo hace por la vía del espanto y las tierras del sur eterno.


      William Faulkner reconstruye en clave narrativa un episodio sórdido y pintoresco de la vida de la humilde familia sureña Bundren. La historia palpita y se desenvuelve con fuerza, formando un marco épico y miserable a la vez que define muy bien la condición humana de los protagonistas. Para no desviar la atención con otros asuntos, diré que la acción transcurre a partir de un único motivo: Llevar el cadáver de la madre (Addie) a Jefferson para ser enterrado, como por otra parte era su deseo. En esa odisea familiar profundizamos en el mundo interior (a través de las técnicas narrativas innovadoras de Faulkner) de los personajes, unos individuos zafios e ignorantes que se aferran a la vida con sus sucios dedos y perduran, resisten, continúan adelante aunque su existencia se desarrolle entre carencias y necesidades. Sin embargo, los desheredados, los últimos, también desean vivir, respirar... Aunque sea bajo unas condiciones ínfimas.

      Y es que la sociedad en la que viven los Bundren se organiza en torno a la posesión de la tierra. Los terratenientes están a la cabeza de esta sociedad rural, y por detrás de ellos se encuentran los negros (esclavos liberados o descendiente de esclavos que, relacionados en calidad de siervos a sus amos, trabajan la tierra para estos). Pero debajo de esta clase, tratan de sobrevivir como pueden campesinos pobres (los Bundren). Paradójicamente, cuanta más necesidad pasa la familia más se acentúa su orgullo de continuar su "camino" sin ayuda, aunque, lo quieran o no, son ayudados constantemente durante su periplo.

      La dureza de la vida de los Bundren se pone de manifiesto tanto explícita como implícitamente. En palabras del padre: «Es una tierra dura para el hombre; muy dura. Doce kilómetros de sudor de su cuerpo barridos de la tierra del Señor, donde el Señor le dijo que lo sudara. En ninguna parte de este mundo pecador puede un hombre honrado y trabajador sacar provecho. Lo sacan los que tienen tiendas en las ciudades, sin sudor de ninguna clase, viviendo de los que sudan por ellos. Pero no el hombre que trabaja duro, el campesino. A veces me pregunto por qué seguimos en ello. Es porque nos aguarda una recompensa allá arriba, donde ellos no pueden llevarse sus autos y demás. Allí todos los hombres serán iguales, y el Señor les quitará lo que tienen a los que tienen y se lo dará a los que no tienen. (...) Yo soy un elegido del Señor, porque Él castiga a los que ama. Pero que me cuelguen si su forma de demostrarlo no es extraña». p. 104.

      En pasajes como este, y otros, vemos en Mientras agonizo cómo está estrechamente ligada la superstición con la ignorancia, manifestada en los rudos personajes. Se hace evidente su profunda religiosidad, pero desconocen el camino correcto para esa otra vida salvo el de aferrarse a la tierra, el de resistir por muy duras que sean las condiciones, y eso al final —creen los pobres— les salvará. Y es que hasta tal punto llega la impiedad de Faulkner con sus criaturas que el médico del relato (Peabody) llega a afirmar de la sórdida familia:  «Lástima que el Señor cometiera el error de darles a los árboles raíces y a los Anse Bundren de este mundo pies y piernas. Si lo hubiera hecho al revés, no habría ningún miedo de que este país pudiera un día deforestarse». p. 47. Y es que no deja de ser relevante que el propio autor sitúe a estos parias como protagonistas del relato, personajes que por cierto no hemos presentado: Anse (padre), Addie (madre) y sus cinco hijos (Darl, Cash, Jewell, Dewey Dell y Vardaman), cada uno con una personalidad definida e insuflados de vida por un maestro, en absoluto convencional, de la literatura. Unos personajes que se mueven por motivaciones e intereses personales demostrando un asombroso desapego hacia el cadáver de la madre, cuando «aún no se había enfriado el cuerpo...» p. 30.

      No es sin embargo Faulkner un autor para las masas. El público de literatura convencional dejará cualquiera de sus obras en las primeras 5 páginas. Pero no hay porqué dirigirse siempre a los lectores menos exigente, pues —y Mientras agonizo es un ejemplo magnífico— un esfuerzo mayor supone naturalmente una satisfacción mayor. Por eso, insisto, Faulkner no gustará a la inmensa mayoría, y aunque a mí tampoco me apasiona, hablamos de una literatura honda y muy elaborada radicalmente distinta de la marea de bestsellers de actualidad, que dejan de ser recordados al mes de ser publicados, y en el mejor de los casos, en un par de años o un lustro.


FICHA
Título: Mientras agonizo
Autor: William Faulkner
Editorial: Anagrama
Otros: Barcelona, 2008, 248páginas
Precio: 9 €





No hay comentarios:

Publicar un comentario