Está claro que Homero es el poeta épico más grande de la antigüedad, incluso de cualquier época histórica, pero no es menos verdad que su posición de privilegio la comparte con otro griego de encumbrado nombre: Hesíodo. Los poemas de éste, como la Ilíada y la Odisea homéricas, fuente de inspiración para el mundo griego y latino e incluso para el cristiano, son fundamentales para entender el pensamiento de Occidente. Con los poemas de Hesíodo, además, se abre una etapa nueva para el hombre, porque éste cobra conciencia de pertenecer a un mundo con leyes sancionadas por la divinidad y organizado, por eso mismo, religiosamente. El titán de Beocia ordena, de esta manera, los mitos añejos para dar razones profundas de verdades que perduran en el tiempo.
Trabajos y Días, el volumen que deseo comentar ahora, presenta un contenido heterogéneo. Si en la Teogonía los dioses están en el centro, aquí lo están los hombres, aunque los dos poemas presenten un nexo de unión, la justicia de Zeus. En resumidas cuentas, el poema canta las excelencias del trabajo como único medio de superación de las dificultades de la vida humana. Así, describe una relación de aquellas labores que debe efectuar el agricultor en cada una de las épocas del año, para obtener el mayor fruto posible de la tierra... Ahora bien, el trabajo es algo penoso para el hombre pero a partir de él éste puede vivir dignamente, dice Hesíodo. Por eso al principio del poema el autor griego incluye un par de mitos que justifican la presencia de males en el mundo y dan sentido a la historia de la raza humana y a su destino. Son los mitos de Prometeo y Pandora y el mito de las edades. Aquí me referiré sólo a este último, fundamentalmente porque la edad de hierro —la generación de Hesíodo— es todavía la nuestra, y a partir de la descripción que el poeta beocio hace de ella, podemos reconocer nuestras actuales vergüenzas. El mito explica por tanto la degradación general del hombre, creado bueno y envilecido con el paso del tiempo.
Veámos la bellísima exposición de este declive en los versos de Hesíodo: «Al principio los Inmortales que habitan las mansiones olímpicas crearon una dorada estirpe de hombres mortales (...) vivían como dioses, con el corazón libre de preocupaciones, sin fatiga ni miseria; y no se cernía sobre ellos la vejez despreciable, sino que, siempre con igual vitalidad en piernas y brazos, se recreaban con fiestas ajenos a todo tipo de males. Morían como sumidos en un sueño; poseían toda clase de alegrías, y el campo fértil producía espontáneamente abundantes y excelentes frutos. (...) Y ya luego, desde que la tierra sepultó esta raza, aquéllos son por voluntad de Zeus démones benignos, terrenales, protectores de los mortales...
En su lugar una segunda estirpe mucho peor, de plata (...) no comparable a la de oro ni en aspecto ni en inteligencia (...). Otra tercera estirpe de hombres de voz articulada creó Zeus padre, de bronce, en nada semejante a la de plata, nacida de los fresnos, terrible y vigorosa. Sólo les interesaban las luctuosas obras de Ares y los actos de soberbia (...). Todavía creó Zeus Crónida sobre el suelo fecundo otra cuarta más justa y virtuosa, la estirpe divina de los héroes que se llaman semidioses, raza que nos precedió sobre la tierra sin límites (...). Y luego, ya no hubiera querido estar yo entre los hombres de la quinta generación sino haber muerto antes o haber nacido después; pues ahora existe una estirpe de hierro.
Nunca durante el día se verán libres de fatigas y miserias ni dejarán de consumirse durante la noche, y los dioses les procurarán ásperas inquietudes; pero no obstante, también se mezclarán alegrías con sus males.
Zeus destruirá igualmente esta estirpe de hombres de voz articulada, cuando al nacer sean de blancas sienes. El padre no se parecerá a los hijos ni los hijos al padre; el anfitrión no apreciará a su huésped ni el amigo a su amigo y no se querrá al hermano como antes. Despreciarán a sus padres apenas se hagan viejos y les insultarán con duras palabras, cruelmente, sin advertir la vigilancia de los dioses (...). Ningún reconocimiento habrá para el que cumpla su palabra ni para el justo ni el honrado, sino que tendrán en más consideración al malhechor y al hombre violento. La justicia estará en la fuerza de las manos y no existirá pudor; el malvado tratará de perjudicar al varón más virtuoso con retorcidos discursos y además se valdrá del juramento. La envidia murmuradora, gustosa del mal y repugnante, acompañará a todos los hombres miserables.
Es entonces cuando Aidos y Némesis, cubierto su bello cuerpo con blancos mantos, irán desde la tierra de anchos caminos hasta el Olimpo para vivir entre la tribu de los Inmortales, abandonando a los hombres; a los hombres mortales sólo les quedarán amargos sufrimientos y ya no existirá remedio para el mal» (vv. 107-202).
Desde luego, el mito de las edades que encontramos en Trabajos y Días resume, de forma sorprendente, nuestro mundo actual. Un mundo engrasado por la envidia y la impiedad. No sabemos si Hesíodo vertió en el poema palabras proféticas o simplemente describía lo que veía en sus contemporáneos. A unos y otros nos caló hondamente. Como fuere, sus letras tienen al menos dos mil seiscientos años de antigüedad; razón suficiente para tenerlas en cuenta.
Trabajos y Días, el volumen que deseo comentar ahora, presenta un contenido heterogéneo. Si en la Teogonía los dioses están en el centro, aquí lo están los hombres, aunque los dos poemas presenten un nexo de unión, la justicia de Zeus. En resumidas cuentas, el poema canta las excelencias del trabajo como único medio de superación de las dificultades de la vida humana. Así, describe una relación de aquellas labores que debe efectuar el agricultor en cada una de las épocas del año, para obtener el mayor fruto posible de la tierra... Ahora bien, el trabajo es algo penoso para el hombre pero a partir de él éste puede vivir dignamente, dice Hesíodo. Por eso al principio del poema el autor griego incluye un par de mitos que justifican la presencia de males en el mundo y dan sentido a la historia de la raza humana y a su destino. Son los mitos de Prometeo y Pandora y el mito de las edades. Aquí me referiré sólo a este último, fundamentalmente porque la edad de hierro —la generación de Hesíodo— es todavía la nuestra, y a partir de la descripción que el poeta beocio hace de ella, podemos reconocer nuestras actuales vergüenzas. El mito explica por tanto la degradación general del hombre, creado bueno y envilecido con el paso del tiempo.
Veámos la bellísima exposición de este declive en los versos de Hesíodo: «Al principio los Inmortales que habitan las mansiones olímpicas crearon una dorada estirpe de hombres mortales (...) vivían como dioses, con el corazón libre de preocupaciones, sin fatiga ni miseria; y no se cernía sobre ellos la vejez despreciable, sino que, siempre con igual vitalidad en piernas y brazos, se recreaban con fiestas ajenos a todo tipo de males. Morían como sumidos en un sueño; poseían toda clase de alegrías, y el campo fértil producía espontáneamente abundantes y excelentes frutos. (...) Y ya luego, desde que la tierra sepultó esta raza, aquéllos son por voluntad de Zeus démones benignos, terrenales, protectores de los mortales...
En su lugar una segunda estirpe mucho peor, de plata (...) no comparable a la de oro ni en aspecto ni en inteligencia (...). Otra tercera estirpe de hombres de voz articulada creó Zeus padre, de bronce, en nada semejante a la de plata, nacida de los fresnos, terrible y vigorosa. Sólo les interesaban las luctuosas obras de Ares y los actos de soberbia (...). Todavía creó Zeus Crónida sobre el suelo fecundo otra cuarta más justa y virtuosa, la estirpe divina de los héroes que se llaman semidioses, raza que nos precedió sobre la tierra sin límites (...). Y luego, ya no hubiera querido estar yo entre los hombres de la quinta generación sino haber muerto antes o haber nacido después; pues ahora existe una estirpe de hierro.
Nunca durante el día se verán libres de fatigas y miserias ni dejarán de consumirse durante la noche, y los dioses les procurarán ásperas inquietudes; pero no obstante, también se mezclarán alegrías con sus males.
Zeus destruirá igualmente esta estirpe de hombres de voz articulada, cuando al nacer sean de blancas sienes. El padre no se parecerá a los hijos ni los hijos al padre; el anfitrión no apreciará a su huésped ni el amigo a su amigo y no se querrá al hermano como antes. Despreciarán a sus padres apenas se hagan viejos y les insultarán con duras palabras, cruelmente, sin advertir la vigilancia de los dioses (...). Ningún reconocimiento habrá para el que cumpla su palabra ni para el justo ni el honrado, sino que tendrán en más consideración al malhechor y al hombre violento. La justicia estará en la fuerza de las manos y no existirá pudor; el malvado tratará de perjudicar al varón más virtuoso con retorcidos discursos y además se valdrá del juramento. La envidia murmuradora, gustosa del mal y repugnante, acompañará a todos los hombres miserables.
Es entonces cuando Aidos y Némesis, cubierto su bello cuerpo con blancos mantos, irán desde la tierra de anchos caminos hasta el Olimpo para vivir entre la tribu de los Inmortales, abandonando a los hombres; a los hombres mortales sólo les quedarán amargos sufrimientos y ya no existirá remedio para el mal» (vv. 107-202).
Desde luego, el mito de las edades que encontramos en Trabajos y Días resume, de forma sorprendente, nuestro mundo actual. Un mundo engrasado por la envidia y la impiedad. No sabemos si Hesíodo vertió en el poema palabras proféticas o simplemente describía lo que veía en sus contemporáneos. A unos y otros nos caló hondamente. Como fuere, sus letras tienen al menos dos mil seiscientos años de antigüedad; razón suficiente para tenerlas en cuenta.
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ResponderEliminarDos grandes obras. La Teogonía y Trabajos. Son de las pocas obras que releo. Trabajos y días me sorprendió. Ni siquiera me imaginaba lo que encontré. Dos cosas me llamaron la atención: la manera en que el mundo de lo divino pasa de lo grotesco a lo ordenado, pues no son lo mismo Urano o Cronos, casi bestias cósmicas, que Zeus, un dios que toma una especie de conciencia acerca del gobierno de lo justo. La otra cosa que me llamó la atención fue el mito de las edades del hombre. Parece ser que el hombre surge en un contexto de justicia, supongo que derivada de lo divino, y que poco a poco, conforme transcurren las generaciones, esa justicia se va diluyendo a pesar de la atención que pone Zeus en los asuntos humanos.
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Veo que hay una entrada sobre Akira. Llama la atención que en el libro La religión oculta no trates un poco acerca de la penetración de algunos temas de la religión oculta en el mundillo del manga y el anime, un tema que al parecer conoces. No entiendo muy bien por qué es un símbolo aquello del pelo rosa y verde, pero bueno, veo que puede haber una relación entre esto y el uso frecuente de pelo coloreado en los personajes de anime.
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Hay un manga que luego tuvo anime llamado Elfen Lied (Canción élfica), de 2003. Me parece que en esta obra se condensan muchos de los aspectos que mostraste en La religión oculta. El anime es un buen resumen, pero en el manga hay muchos detalles de interés. Para empezar el hecho de que los agentes de la maldad son prácticamente unas muñecas que han nacido con cuernos.
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Tanto el manga como el anime no son difíciles de hallar en el internet.
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Por cierto, desde hace algunos años han ido en ascenso dos modas en el mundo del manga y el anime. Una de ellas es el género del yaoi, que son historias pornográficas de parejas de hombres homosexuales. Este producto está teniendo éxito entre el público femenino. A los hombres, en cambio, les han ido ofreciendo historias, no necesariamente pornográficas, en donde las mujeres resultan ser hombres, o bien, historias en las que por algún pretexto el personaje principal acaba teniendo la necesidad de vivir trasvestido. Incluso hay por ahí una historia desarrollada en un colegio de varones en donde es obligatorio que los hombres vivan trasvestidos.
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Alguien podría decir, recordando el tema de los griegos, que uno se escandaliza a lo tonto, y es que en la mitología griega hay una historia en la que Aquiles, con el objeto de ser salvado de su destino en Troya, es ocultado en la corte de un rey que no recuerdo. Pues bien. En esa corte vive trasvestido.
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A ver si el comentario no quedó muy farragoso.
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Saludos.
Anselmo, en primer lugar, bienvenido. Tu comentario no es confuso, al contrario: da gusto leer observaciones como las tuyas. Así que te felicito.
EliminarEs por eso que me apetece mucho responder a lo que dices. Lo haré según el orden que tú mismo has dispuesto.
Efectivamente, la Teogonía y los Trabajos y Días son dos obras fundamentales de la antigüedad. Como bien dices, y como tú detectaste en su día, revelan un orden sancionado por la divinidad, es decir, un mundo ordenado religiosamente. Me ha gustado bastante tu apreciación de que Zeus es realmente un paso más hacia el orden justo que el que supone su padre Cronos o su abuelo Urano. Y sobre todo que Zeus no sea capaz, a pesar de la atención que pone en los asuntos humanos, de evitar la relajación moral y la piedad de los mortales. Precisamente esto es lo que subraya el mito de las edades, que más allá de la devoción y honradez de los hombres antiguos, los de la generación de Hesíodo, y por extensión los actuales, son hombres en franco declive.
En cuanto al asunto de La Religión Oculta te diré que sólo he publicado un dossier fotográfico y documental, que es al que tú has podido acceder. No se trata de un libro propiamente dicho, pues por su mismo contenido me he planteado seriamente si elaborar algo serio con él o mantenerme al margen. La verdad es que cuando me enteré de estos temas -durante el proceso de redacción de Antítesis- me preocupé enormemente, y te confieso que estoy convencido de que lo que hay detrás de los amos de la Religión Oculta es algo muy grave. Pero, aun así, aunque quisiera, no podría abarcarlo todo. No sólo se extienden los tentáculos de la Bestia a la cultura popular, sus influencias llegan a la política, la economía, el deporte, el arte y la religión. El Vaticano, por nombrar una organización en el vértice del poder religioso -y te habla un católico-, tiene dentro la semilla de los amos de la Religión Oculta. En fin, sí he detectado estas simbologías tanto en los mangas y los animes como en los videojuegos. Pero como te digo, es imposible relacionarlo todo, y opté por enseñar a títeres de otras industrias más mediáticas (música, cine y publicidad).
Por otro lado, es verdad que no explico en el dossier qué hay detrás del símbolo de los cabellos rosas. Explicarlo en poco espacio me complicaba las cosas, así que decidí mostrar simplemente la evidencia documental. Te diré, sin embargo, que tiene que ver con una forma de identificar a los títeres (generalmente mujeres) que están sometidas a un programa especial de lavado de cerebro. Los antecedentes de esto se remontan al proyecto secreto MK-Ultra. Así pues, entre otras cosas, por eso llamo a las estrellas del espectáculo que aparecen con simbologías ocultistas títeres de los amos de la Religión Oculta. Lo dejo ahí, es un tema tan oscuro que me he desenganchado de él. Al menos he decidido no publicar nada.
Por cierto, antes de contestarte he echado un vistazo al anime del que me hablabas (Elfen Lied), y del que yo nada sabía. Y, efectivamente, su simbología es claramente ocultista. Ojos de Horus, pelos rosas, cuernos... y la señal que hacen con la mano, uniendo los dedos corazón y anular, es también satánica. Japón es paraíso para esta gentuza. De hecho, los japoneses, desde que consumen salvajemente contenidos occidentales -y con esto me refiero a los productos de las industrias del entretenimiento y la moda que propone Occidente- tienen unos problemas sentimentales y unos complejos descomunales.
Por último, me indicas que se están poniendo de moda en el mundo del manga y el anime obras homosexualistas. De esto algo sabía. Evidentemente este programa editorial está dirigido, y el objetivo es obvio. Como te puedes imaginar, para alguien creyente este mundo ha perdido el norte, a lo bueno se le llama malo y a lo malo bueno. No hay más que ver hasta qué punto puede llegar a ser de retorcida una mente, travistiendo a Aquiles en una obra de ficción para que salve el pellejo.