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lunes, 18 de agosto de 2014

El Corán de Mahoma: El libro sagrado del islam

El Corán es el libro sagrado del islam. Según la tradición musulmana, escrito por Mahoma al dictado del ángel Gabriel. A día de hoy puede verse la enorme influencia de este texto, pues ha dado lugar a una religión con más de 1.000 millones de fieles repartidos por todo el mundo, aunque sigue siendo un libro enigmático y casi desconocido más allá de las fronteras de los países musulmanes. Para ellos este libro contiene la palabra eterna e increada de Dios.

En este sentido, con motivo en los días presentes de la ristra de asesinatos brutales y satánicos de cristianos en Irak y otras naciones islámicas por parte de mahometanos enloquecidos y mercenarios del ISIS, me gustaría resolver en pocos párrafos la única pregunta que puede revelarnos la auténtica naturaleza de la religión islámica. La interrogación me parece de lo más sencilla, además de actual. ¿Es el crimen inherente al islam o por el contrario éste es propio solo de una rama fundamentalista ajena al espíritu de su libro sagrado?

Si bien la figura del profeta árabe Mahoma es central en el Corán, no voy a dedicarle apenas espacio porque sólo me interesa explicar la visión política y religiosa contenida en el libro sagrado de los musulmanes. Venido al mundo en La Meca (571), se casó con una viuda rica llamada Jadicha, veinte años mayor que él, recibiendo al los cuarenta años, según él mismo contó, la primera visita del ángel Gabriel (612). Su vida dio entonces un giro de 180 grados, pero su predicación al principio no encontró acogida entre los árabes idólatras y por supuesto mucho menos entre judíos y cristianos. Hasta su huida en el año 622 a Medina, donde cambió su estrategia y se convirtió en un profeta violento decidido a liderar un Estado, siendo capaz de fraguar poco después un nuevo orden espiritual, social y político. Eso sí, fundado en el terror, como indicaba el propio nombre de la religión que estaba irradiando desde la península Arábiga, pues no en vano islam significa sumisión.

Tampoco diré mucho más del proceso de fijación del texto canónico del Corán, porque no es relevante para explicar la visión religiosa y política de la religión islámica, y porque representa un lío de mil demonios que no entiende nadie.

Dicho lo cual, la religión mahometana se sostiene en cinco pilares:

  1. Creencia: Que consiste únicamente en creer que Alá es el único dios y Mahoma su profeta
  2. Oración
  3. Ayuno
  4. Limosna
  5. Peregrinaje

Para ser musulmán, por tanto, basta con confesar la fe en Alá como único dios y en Mahoma como su enviado. Y para ser un buen islamista sólo hay que cumplir con las otras cuatro reglas (oración, ayuno, limosna y peregrinaje a La Meca). Es decir, ser musulmán consiste en la observancia de una serie de preceptos formales derivados de una confesión —como luego se verá— infundada.

La teología islámica, como vemos, es totalmente rudimentaria y elemental. Lo que favorece por otra parte su difusión. Pero no hay profundidad ni riqueza teológica en ella, sino simpleza. El islam se reduce, en este sentido, a una religión ritualista sin profundidad religiosa ni anhelo de ahondar en el misterio divino.

Pero el Corán no sólo es un libro religioso, también es un tratado político y un código penal. La sharia, por ejemplo, es la aplicación práctica de la ley (en buena medida la del Talión), elaborada a partir del propio libro sagrado y de los hadices. Por ella han de regirse todos los musulmanes, pertenecientes a la umma (comunidad religiosa y política de creyentes), fuera de la cual las personas son de segunda clase; pues el ser humano es tal en tanto es musulmán. En relación con esto, resulta clara la demonización de los infieles, a los que el Corán recomienda literalmente matar: «¡Arrojaré el pánico en el corazón de quienes no creen! ¡Cortadles el cuello! ¡Golpeadlos hasta en las yemas de los dedos!» (8, 12). Aleyas (versículos) como ésta son numerosas en el libro sagrado de los musulmanes. Pero ésta es por sí misma ya es suficientemente significativa.

Así pues, al hilo de lo anterior, y pasando por alto otras cuestiones como la de la mujer en el Corán los hombres están por encima de las mujeres», IV, 38) o su visión sexual y conyugal, un principio básico de la predicación de Mahoma para extender el islam es el concepto de yihad o guerra santa. Digan lo que digan algunos sectores islámicos, que tratan de poner paños calientes interpretando las consignas guerreras de Alá consignadas por Mahoma en su libro sagrado en términos espirituales, la verdad es que en el Corán se emplea el término yihad en un sentido fundamentalmente militar. 


¡Oh, los que creéis! ¡Poneos en guardia! ¡Lanzaos contra nuestros enemigos en grupos o en bloque! (IV, 73: Obligación coránica de acudir a la guerra santa).

Por tanto, desde los primeros tiempos de predicación mahometana, el islam contempla y promociona la lucha armada como forma de expansión del poder musulmán. El fin, en efecto, es someter el mundo al islam. Y la alternativa a la conversión, la muerte, o con suerte, el tributo (la jizya).

De esta manera, el islam es un sistema político-religioso de carácter universal que pretende dominar el mundo e imponer su visión política y religiosa a todos los hombres, y si fuese necesario por la fuerza. Queda respondida, por tanto, la pregunta inicial. El Corán desarrolla una cultura incompatible con el cristianismo y toda forma de sociedad abierta.

Con todo, antes de acabar, creo oportuno señalar el error en el que viene incurriendo la Iglesia Católica —mejor dicho, el Vaticano— desde el Concilio Vaticano II al considerar que musulmanes y cristianos adoramos al mismo Dios. Pues esto no es cierto. El dios musulmán es un dios vengativo, iracundo, que tiene pendiente hasta la última de tus cuentas; el Dios cristiano, en cambio, es justo, por supuesto, pero además es un Dios de amor, de misericordia y de perdón, si es que no son las tres cosas lo mismo. Por tanto, nada tienen que ver el uno con el otro. 

Por último, cuando escribí Antítesis: La vieja guerra entre Dios y el diablo y reflexioné sobre la cuestión de Dios, no traté la religión islámica. El motivo es evidente. Si Dios se ha revelado plenamente en Jesucristo, y la Revelación por tanto ha llegado a su plenitud, todo lo que viene después es necesariamente fraudulento. Además, Jesús advierte repetidamente en los evangelios que tras él vendrán falsos maestros. Pero es San Juan, en su primera carta, capítulo dos, versículos 22 y 23, quien retrata de modo inmejorable las herejías que habrán de llegar: «Y ¿quién es el mentiroso sino el que dice que Jesús no es el Cristo? Éste es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo». En cambio, el Corán reza lo siguiente: «El Mesías, hijo de María, no es más que un Enviado» (sura V, aleya 79).

Así pues, el islam podrá ser tan violento o pacífico como los musulmanes quieran que sea; sin embargo, su libro sagrado, el Corán, es decididamente hostil con los que no forman parte de la Umma.



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