En la segunda parte de El
Señor de los Anillos la Compañía se ha disuelto y sus integrantes emprenden
caminos separados. Frodo y Sam continúan solos su viaje a lo largo del gran río
Anduin, perseguidos por la sombra misteriosa de un ser extraño que también
ambiciona la posesión del Anillo (Gollum-Sméagol). Mientras los hobbits deben
enfrentarse al horror y tomar graves decisiones a las puertas del País Oscuro,
hombres, elfos y enanos se preparan para la batalla final contra las fuerzas del
Señor del Mal. Pero no son éstas las únicas fuerzas que intervienen en la
Guerra del Anillo. Una ráfaga etérea, sutil, impalpable, dirige los giros de la
historia hacia un final escrito según su voluntad.
El título de esta segunda
parte de El Señor de los Anillos remite a las dos referencias principales del
Enemigo. La torre de Mordor (Torre Oscura), por un lado, desde donde el Señor
Oscuro otea el horizonte, y la torre de Saruman (Isengard), títere de Sauron,
por otro. En esta segunda entrega la Compañía, dividida, reúne aliados para
combatir a las tropas de Saruman mientras Sam y Frodo avanzan hacia el Monte
del Destino para arrojar el anillo de poder por el que han sido maldecidas
todas las razas de la Tierra Media. Continúa, por tanto, la conflagración épica entre las fuerzas del bien y las del mal.
Ahora bien, en este
segundo volumen, conocido como Las Dos Torres, Tolkien presenta nuevos
personajes que tendrán una incidencia determinante en la historia. El primero en salir a la luz es Gollum, un siniestro ser, maldito por la posesión del Anillo
antes de que Bilbo se hiciera con él. Gollum guiará a Sam y Frodo hacia Mordor
con la intención oculta de arrebatar el Anillo al Portador llegado el momento
adecuado. En todo momento Tolkien lo muestra como un ser abominable (y
trastornado) que cayó en desgracia al sucumbir a los encantos del Anillo. Hasta
el punto de que Frodo se lamenta porque Bilbo no acabara con su vida tiempo atrás.
Entonces se produce la mayor lección de todas. Gandalf reprende a Frodo y nos
brinda una enseñanza inolvidable en la que puede traslucirse la conciencia del
sabio de que Dios es quien realmente dirige la historia de todos ellos y de que solo Él
es verdadero juez y señor del mundo:
“Muchos vivos merecerían la muerte y algunos que mueren merecen la vida; podrías dársela tú, Frodo. No seas ligero a la hora de adjudicar muerte o juicio. Ni los sabios pueden discernir esos extremos. El corazón me dice que Gollum tiene aún un papel que cumplir, para bien o para mal. Antes de que todo esto acabe, la compasión de Bilbo podría regir el destino de muchos”.
Posteriormente, Frodo
aprenderá la lección y mostrará clemencia con el monstruo. Que, como Gandalf
intuye, juega más adelante un papel fundamental.
Otra figura principal que
tiene un peso considerable en Las Dos Torres es el brujo Saruman. En su caso el
poder, o el deseo de poder, lo ha corrompido totalmente. Saruman puede ser de
hecho identificado como un anti-papa. Incluso llegan a referirse a él con estas
palabras: “El mago blanco es ladino”. De hecho, cuando Gandalf el Gris
regresa convertido en Gandalf el Blanco, afirmará que ahora es lo que Saruman
debería ser y ya no es. De ahí en adelante Gandalf se erigirá en la figura
central de la resistencia contra los ejércitos enemigos, convertido en una
especie de líder espiritual. Sus acciones, por oposición a la figura de Saruman, pueden identificarlo con un papa,
aunque de esto hablaré en la tercera parte, e incluso su iconografía remite a
Dios Padre. De lo que no hay duda, sin embargo, es de que éste alienta y guía a
reyes y soldados. Su liderazgo, pues, es innegable.
Una última lección se
desprende de la resistencia de los hombres en el Abismo de Helm, con la ayuda
inesperada de Gandalf y los caballeros de Rohan. Antes de llegar los refuerzos, por doquier cunde el desánimo,
y sin embargo hay un personaje que mantiene viva la llama de la esperanza. En
este caso vuelve a tratarse de Aragorn, entregado absolutamente a la causa y
transmitiendo en todo momento la fe necesaria para vencer en la batalla.
Por otra parte, Frodo
sigue lidiando con el peso del Anillo, cada vez mayor. Las tentaciones por
tanto crecen mientras avanza, volviéndose la prueba casi insoportable. Ahora,
al disolverse la Compañía, las amenazas externas han desaparecido (salvo el
peligro que supone Gollum), pero el hobbit se enfrenta a un desafío superior: Vencerse a sí mismo. Resistir a las seducciones del Anillo. Por suerte cuenta con
Sam “el Bravo”. Su incondicional y fiel amigo.
Finalmente los Ents, de
los últimos personajes en entrar en guerra junto con Gondor y los espíritus de
los muertos, echarán a bajo los planes de Saruman y lo someterán en su propia
torre, mientras los demás vencen a los ejércitos orcos en el Abismo de Helm. No
obstante, todavía falta por derrotar a Sauron, el principal enemigo. Será Frodo quien deberá cubrir las últimas leguas para llegar a su destino, ayudado por Sam pero
confundido por las intrigas de Gollum, y cargando además con el peso insoportable del Anillo.
En El Regreso del Rey se
despejan al fin todas las incógnitas. Pero para llegar al final hay que librar
lo que San Pablo llamó el buen combate de la fe. Y aunque sabemos que Frodo lo libra
heroicamente, en el último momento necesita una gracia especial. Pues
para vencer al mal las fuerzas del hombres no son suficientes.
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
Segunda parte: Las Dos Torres
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