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lunes, 1 de septiembre de 2014

Estado de miedo de Michael Crichton

Hace algunos años ya que ha dejado de ventearse en los medios el cacareado dogma del calentamiento global. Lo cierto es que la monserga ecologista llegó muy lejos. Se recaudaron toneladas de millones de dólares, algunos miserables hicieron su agosto y a la plebe nos calentaron la cabeza con un supuesto cambio climático provocado por el hombre. La estafa fue de órdago. Por eso me hago la siguiente pregunta: ¿Quién se responsabiliza ahora de la campaña de publicidad lanzada en todos los órdenes para asustar a la humanidad, robarle impunemente vía impuestos ecológicos e introducir una noción panteísta de la naturaleza en las conciencias?

Estado de miedo tituló su novela sobre la cuestión que nos ocupa el fallecido Michael Crichton, dando en la diana, como siempre, hasta en el título, pues el escritor de Parque Jurásico y Next, desmonta en clave de ficción el mito del calentamiento global. Un mito que arraigó hasta el punto de ser admitido como dogma por casi todos, pues no había, al menos en España, quien (leáse tonto útil) no hiciera de lorito en su día contra el pretendido calentón global.

Pero entremos en materia. ¿Qué cuenta esta novela para que su autor la titule de esta manera?

Peter Evans, abogado ambientalista, es el personaje principal de Estado de Miedo. No se trata del clásico protagonista con el que el lector se identifica por sus valores o comportamientos heroicos; pues en este caso las opiniones de Evans son contestadas a lo largo del relato por otros personajes, poniéndose en entredicho el fundamento de su postura ecologista.

Más allá de las tempranas muertes de científicos con las que arranca este relato frenético, la acción gira en torno al Fondo Nacional de Recursos Medioambientales (NERF) y la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), instituciones enfrentadas entre las que se verá aplastado el protagonista. Pues Evans trabaja para el acaudalado filántropo ecologista George Morton, que muere en un extraño accidente de tráfico al poco de iniciarse la novela, quedando en el aire un acuerdo de miles de millones de dólares.

Pues bien, lo que el lector descubrirá en Estado de miedo es principalmente una terrorífica realidad desconocida para la mayor parte de este mundo que se considera tan bien informado. Michael Crichton nos advierte en él sobre una realidad actual, para nada futura, como es la del ecoterrorismo y la de los científicos dispuestos a modificar o manipular sus datos según las necesidades de las organizaciones que subvencionan sus estudios. Investigaciones fraudulentas que a la postre servirán de criterio para generar cantidades ingentes de dinero.

Crichton, de esta manera, sitúa en el ojo del huracán la moderna ideología ecologista, desde una posición política y económica, confeccionando una trama que evoluciona con un ritmo incesante y que irá revelando un oscuro mundo de corrupción e intereses con motivo del idolatrado medio ambiente. Medio ambiente que está tan de moda últimamente —y no por capricho— que hasta el papa Francisco ha anunciado que está preparando una encíclica sobre este asunto. Lo que para mí, además de un despropósito, es una evidencia más que demuestra que el mundo avanza en hacia el panteísmo y el sincretismo religiosos, hacia lo que algunas voces apuntan que necesitamos para vivir bajo un renovado y feliz nuevo orden mundial: una única autoridad religiosa mundial. Y así, con todas las religiones unidas y validadas, desnaturalizar y borrar del mapa la verdadera, que no es otra que la cristiana.

Mientras tanto, muchos ecolojetas poderoso hacen su agosto contándonos milongas. Milongas que son recibidas y aceptadas por cuantos ven un telediario, o cualquier maldito programa de televisión, pues la cantinela se repitió en su día como un disco rayado en todas las televisiones y radios. Por eso dentro de poco se recogerá la cosecha de lo plantado hace años. 

Así que si fuese optimista diría que contra el calentón mental, un buen antídoto sería Estado de miedo. Pero el ser humano está demasiado embrutecido a estas alturas como para no caer en los cantos de sirena de los medios de comunicación y las ideas que a partir de ellos son lanzadas al aire para controlar nuestra voz y nuestras almas. Por eso cualquier lectura mundana me parece ya totalmente vana. Para Sodoma y Gomorra no hay esperanza.




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