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jueves, 26 de febrero de 2015

Comentarios de cine: El Francotirador de Clint Eastwood

Como en tantas otras ocasiones, el comentario que aquí se haga de una película será completamente personal y alejado, en la medida de mis posibilidades, de la crítica habitual que pueda encontrarse en la prensa. En este caso, con la película El Francotirador de Clint Eastwood, iré aún más allá y destacaré únicamente las reflexiones que me ha suscitado la cinta, sin entrar esta vez en cuál ha sido el mensaje del autor de la misma pero sin ignorar que Hollywood (y cuando digo Hollywood me refiero al cine que se hace en USA tanto en Los Ángeles como en Nueva York) es un fiel aliado del Pentágono y por ello un importante instrumento de propaganda al servicio de los "intereses nacionales", representados para esta gran nación por su ostentoso poder militar. Yo, en cambio, reduciré en esta ocasión la escala y plantearé únicamente algunas observaciones relacionadas con la dimensión humana de la película, y en concreto con el drama de su protagonista.


Dicho esto, no entraré a valorar si Chris Kyle fue un ángel o un demonio, si héroe o asesino, o si es posible que fuera algo intermedio, pues no me corresponde a mí dictar una sentencia salomónica ni creo que nadie pueda hacerlo, pero sí he de dejar claro que no me interesa estudiar ahora si el personaje de la ficción (Bradley Cooper) es fiel al personaje real. Yo me centraré únicamente en lo que enseña la película. Y dicho lo cual, apunto por fin qué es lo que me ha sugerido.

  • La vida va muy en serio. 
  • Paradójicamente, el hombre contemporáneo apenas percibe la seriedad de la misma.
  • A causa de ello vivimos vidas de una frivolidad espantosa, de una insensibilidad e indiferencia que claman al cielo.
  • La guerra es en el hombre la actividad secular por excelencia, y siempre supone un drama de dimensiones incalculables. Me fascina y aterroriza precisamente cómo ésta es capaz de fascinarnos. Pues el poder de fascinación de la guerra es inmenso.
  • Sin embargo, el hombre está condenado a hacer la guerra, mientras se observe en él la marca de Caín, su vana pretensión de ir a su aire y marcarse sus propios principios.
  • Pueden crearse vínculos familiares más estrechos y determinantes que los que impone la propia sangre. La milicia siempre ha sido un ejemplo de esto, pero las palabras de Jesús al respecto son insuperables: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? [...] Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre». (Mt 12, 48-50).
  • En el corazón humano también luchan por tomar el control el resentimiento, la ingratitud, el odio, la envidia y muchos otros vicios repugnantes, que hacen del hombre un esclavo de sus propias miserias y que le impulsan constantemente al enfrentamiento con sus semejantes; a los que de hecho es capaz de oponerse totalmente y de negarles su condición de tales.

Con estas cosas en mente, sobre todo con la seriedad de la vida y la frivolidad con la que el hombre contemporáneo la siente, quiero hablar de un choque de civilizaciones que parece inevitable. Por eso se marcan tan claramente los buenos y los malos en esta película bélica -aunque la cinta es mucho más sesuda que todos los críticos que han hablado de ella-, y sobre todo por eso interesa ahora hacer de la figura de Chris Kyle un héroe nacional -lo sea o no-, cuando desde el gobierno de USA se insiste en identificar militarismo y patriotismo. Chris, en la película, apodado por cierto "La Leyenda", es elevado al mito de héroe nacional aprovechando su muerte dramática. Ya que sin muerte, al menos en términos clásicos, no hay héroe de verdad.

Bien, podría hablarse mucho de esta película. El Francotirador ofrece un despliegue extraordinario de recursos técnicos, unas escenas de acción memorables -por las que consigue incluso la ilusión de trasladar al espectador en medio de la contienda-, unos escenarios ideales (arrasados y vastos), una secuencia para el recuerdo (la caída del francotirador sirio en la batalla de la azotea y la tormenta de arena que cierra la escena)...

No me planteo aquí si es correcto lo que hacen los SEAL, y con ellos el resto del ejército americano, pero más de un personaje expresa sus dudas al respecto dando pie por tanto a este problema, por eso me parece oportuno hacer notar que muchos soldados serán carne de cañón sin que la guerra les importe un ápice; volverán en féretros cubiertos con la bandera de su país, y tal vez los familiares de algunos de estos soldados abatidos se pregunten qué se les ha perdido tan lejos a sus hijos y por extensión al gobierno americano. Insisto que sólo quiero cavilar sobre el drama humano -drama humano que comprende los dos bandos, por supuesto-, pero no sobre la estrategia de seguridad de Estados Unidos; pues cuando quiera hablar de esto lo haré abiertamente.

En fin, El Francotirador es una magnífica película de propaganda americana, que, en connivencia con el poderoso brazo militar, pretender unir a su población contra un enemigo con el que habrán de vérselas en breve. Así al menos lo entiendo yo. Como un importante ejercicio de psicología de masas con proyección de futuro. Un futuro, por cierto, negro para todos.

Nada digo -simplemente lo dejo caer, tal vez para profundizar en mejor ocasión- del interés de Clint Eastwood por la religión. Que tanto en esta película como en Gran Torino haya una iglesia en el desarrollo de sus respectivos protagonistas puede dar lugar a una reflexión muy interesante. En mi opinión esto es cosecha propia del autor, avanzado en edad, y preocupado por cuál es el origen de la forja de un verdadero americano y sobre todo por cuál es el sentido de la vida. Pregunta esta última, claro está, universal, pero que sólo unos pocos se hacen seriamente. A Eastwood le preocupa. Y con toda seguridad porque en sus ochenta años de vida ha visto el mal en primera persona y no sabe cómo conciliarlo con un Dios misericordioso y providente.

Por eso me importa tanto el drama humano de esta película, sobre todo las consecuencias de la guerra, ya apuntado por otras cintas como Tierra Hostil. Por eso es comprensible que el protagonista regrese de la guerra y el mundo que encuentra nada tenga que ver con el suyo. Y por eso también se comprende que su cabeza esté en Irak, donde la vida es real, no como en su hogar, donde la gente sigue siendo de carne y hueso pero vive preocupada por trivialidades que para un soldado que regresa de la guerra le producen el más profundo rechazo. Y en mi opinión con razón. Por eso la frivolidad que caracteriza a estos días no traerá nada bueno. Hoy nos creemos inviolables, me refiero a los occidentales, pero pocas han sido en realidad las generaciones que han escapado de una guerra a lo largo de la historia, y nadie debería pensar que está libre de ella. Sin embargo, loco es el soldado que ha visto el infierno lejos de casa mientras los demás pasaban el tiempo con cualquier estúpido recreo, cuando en realidad es nuestra sociedad la que se ha vuelto loca.

Entonces también es justo preguntarse si el castigo que pueda sufrir ésta no es bien merecido, aunque en la purga que el mal suele llevar a cabo, caigan justos y pecadores, buenos y malos... ¿O dirán que exagero, cuando se están cortando cabezas a montones en Oriente Próximo, cuando Ucrania vive aterrada y pueden verse cadáveres en sus calles, cuando África se desangra por todos lados, mientras a los bárbaros de verdad nos preocupa el fútbol y vivimos por y para el cachondeo?




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