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domingo, 30 de agosto de 2015

1984 de George Orwell (releído)

«El poder es Dios», reza una de las frases más contundentes de la espeluznante novela de Orwell 1984. Este verano he vuelto a acercarme a este enloquecedor panorama futuro, quimérico para unos, profético para otros. Desde luego no imposible. Basta comprobar cómo el poder, echando mano de la tecnología, estrecha sus garras mortíferas sobre nuestras gargantas. Sin duda esta novela será también un pasatiempo de ficción, pero no deja de ser un magnífico análisis del poder y de las relaciones y dependencias que crea en los individuos. Pero lo que quiero destacar en este comentario es que hoy se está más cerca del gobierno totalitario mundial que describe Orwell en su famosa novela que cuando éste decidió escribirla. Me ha sorprendido comprobar cómo las personas de ese Londres ficticio se parecen a las de hoy en día.


«A Winston le sorprendía que lo más característico de la vida moderna no fuera su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido». Creo que huelga demostrar esto.

«El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y, sobre todo, el juego llenaban su horizonte mental». Así era Winston antes de despertar. Antes de tomar la decisión de combatir el Sistema. Una réplica de nosotros. Sin altura de miras. Con las tejas de las casas como límite de sus esperanzas.

Es este un mundo, como el Londres orwelliano, en el que «la mentira se convierte en verdad». Un mundo en el que los grandes lemas de la novela, sin entrar en otras cuestiones magras como la neolengua, se están haciendo realidad.

LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

El tercer principio está perfectamente logrado; el segundo, en marcha; el tercero quizá a la vuelta de la esquina. Mientras tanto,

EL GRAN HERMANO TE VIGILA

Los occidentales llevamos décadas viviendo un bienestar material que nos ha hecho olvidar, en parte por la indolencia de sus fracasados sistemas educativos, que la historia está hecha de altibajos. Nadie está libre por tanto de catástrofes como las que han soportado los hombres antaño. Pero nos da lo mismo. Vivimos por y para el ocio, abandonados al desorden y la francachela. Nuestros matrimonios hacen aguas, cada familia es un drama, se envidia como nunca, se odia sin medida, de falsedad están pintadas nuestras caras. Nuestra civilización se descompone desde dentro, y los pobres que llaman a nuestras puertas, porque pasan hambre y huyen aterrorizados de sus hogares en guerra, creen pedir asilo en una especie de paraíso. Yo, en cambio, tengo la impresión de que la humanidad se encuentra en una hora límite, a punto de saborear su falta de juicio.

Aun pudiendo ser lo que digo tonterías, prefiero parecer como Winston, que prefiere ser un loco, «una minoría de uno solo». 

Sin embargo, 1984 es un libro inquietante sobre todo por el final que propone: El Sistema someterá al hombre totalmente, hasta hacerle creer que 2 + 2 son 5, y su dignidad será al fin un objetivo inalcanzable. Ya se verá no obstante quién es Dios al final de la historia. Los poderosos que manejan en la sombra los resortes del planeta, han presentado su candidatura. Pero sólo individuos poseídos de una soberbia satánica descuidan que no son más que hombres.


Primer comentario hecho en LA CUEVA DE LOS LIBROS a este libro: 1984

2 comentarios:

  1. De acuerdo con la reseña. Orwell me produce a un tiempo tanto atracción como rechazo. En primer lugar, su visión de la naturaleza humana me parece tan exacta como profética; por otro lado, su pesimismo crónico me deprime y, por eso, sólo lo leo muy de tarde en tarde.
    Por último, me llama la atención que el pesimismo futurista de Orwell derivaba de unos años treinta y cuarenta críticos y violentos, mientras que el nuestro vendrá después del mayor período de prosperidad jamás conocido.
    Gracias y un saludo.
    Sebastián

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    1. Efectivamente Sebastián. Orwell fue capaz de vislumbrar que la peor de las tiranías vendría de la mano del bienestar y la prosperidad material.

      Por otro lado, tiene sentido que Orwell hiciera gala de ese pesimismo insalvable, porque para quien no hay ninguna esperanza trascendente, cuando los poderes humanos se cierran sobre la garganta del individuo, no queda más que temblar.

      Gracias a ti por comentar con tanto juicio.

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