Debo decir que en mi caso vi en primer lugar la cinta de David Wnendt (2015), y después leí el libro de Timur Vermes (2012). Me parece importante contar estar secuencia para explicar cómo me aproximé a esta obra. Bien, dicho esto, la cinta me pareció una sátira magnífica de la sociedad actual, y me recordó mucho en su enfoque crítico a La gran belleza de Paolo Sorrentino, a pesar de proponer estilos y escenarios distintos (aquélla examina la política y los medios de comunicación, ésta el gremio de los literatos y artistas). En fin, después de visionar la cinta con atención hasta en tres ocasiones, me seguía preguntando cuál era la intención de sus responsables. El efecto logrado con la película me pareció que distaba totalmente del propósito inicial, por eso acudí a la obra original, al libro de Vermes. Pues bien, después de leer el polémico libro, ya no tengo dudas de que su autor pretendía mostrar el peligro de que la gente apueste de nuevo por movimientos políticos radicales. Y tampoco me cabe duda de que a los responsables de libro y cinta les ha salido el tiro por la culata. Pues en mi opinión, el panorama que describen uno y otra es el mejor argumento para pensar que Hitler tenía razón.
Como es lógico, toca justificar esto y abordar de lleno el contenido de la obra. De entrada el planteamiento es genial. Aunque parece impensable que esta propuesta hubiese podido llevarse a cabo sin el barniz del humor. Sea como fuere, Ha vuelto, en apariencia una disparatada historia que es más bien una sagaz reflexión política, fabula con que Adolf Hitler despierta de repente en un descampado del centro de Berlín en pleno año 2014. Por supuesto, la Alemania que se encuentra el Führer nada tiene que ver con la Alemania que conociera en su día. Ahora su patria está infestada de turcos, conoce altas tasas de desempleo y padece a unos líderes políticos irrisorios y despreciables. Y Hitler, claro está, decide higienizar otra vez Alemania aprovechando los medios de comunicación, considerados por él un descubrimiento asombroso. Digan lo que digan, aquí la lucidez de Hitler es admirable. En todo momento pone en evidencia con sus quejas los males de Occidente, y no solo de Alemania. Por eso quisiera hacer a vuela pluma un repaso de las vergüenzas que destapa este Hitler resucitado.
Por ejemplo, que una herramienta tan prodigiosa como la televisión se ocupe de ofrecer al público programas de cocina y otras idioteces parecidas, cuando no entretenimientos malsanos y absolutamente degradantes. Hitler señala esto y lo denuncia. Hitler también pone en evidencia la estupidez de las jóvenes generaciones, sin ideales elevados, sin sangre en las venas, embrutecidos (tenemos el caso reciente de Pokémon Go). Los medios de comunicación y los payasos que hacen posible el circo de la prensa tampoco escapan a su crítica. Este gremio en concreto sufre las peores ofensas. Al hilo de esto, la influencia de los medios de comunicación en las personas, que están totalmente hipnotizadas, lobotomizadas, inservibles de por vida, se pone de manifiesto cuando dan la espalda a Hitler por matar a un perro, aunque sigan creyendo que el líder del Tercer Reich dice verdades como templos. Y esto me da pie además para referirme a esta especie de patología actual que yo llamo mascotismo, y que nos lleva a infectar las calles de Europa con mierdas y orines de perro sin que nadie pueda replicar o reivindicar, no solo la limpieza de las almas, sino también las de las aceras, farolas y fachadas. Pero bueno, las calles son el espejo del alma.
En fin, éste no es un análisis del libro, sino un comentario hecho a propósito del mismo. Me daría por satisfecho si consigo trasladar a otros mi espíritu reivisionista, y les animo a considerar seriamente la siguiente reflexión.
Desde el año 2014 Pegida, el partido alemán Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (ahora prohibido), está provocando pesadillas a los progres alemanes. En España Democracia Nacional u Hogar Social Madrid apenas se conocen, pero sumarán simpatizantes en poco tiempo cuando la caldera hierva en España como ya lo hace en el norte de Europa. En cualquier caso, me parece a mí, lo que defienden estos partidos identitarios es compartido por cualquier persona decente. ¿A qué temen entonces los progres alemanes y europeos? ¿Será a la verdad? ¿Al bien? ¿A la limpieza? ¿Al orden natural? Por eso lo sorprendente no es que alguien se plantee qué daño podría hacer Hitler en el presente, visto el estado de la política actual. No. A mi juicio lo que sorprende, ante tal desmadre social evidente, ante la decadencia moral patente, y ante la burla palpable y constante de todos los partidos políticos y de nuestras democráticas autoridades, lo que sorprende, digo, es que sorprenda que haya quien simpatice con Hitler y con sus medidas de higiene política y social.
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