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lunes, 4 de septiembre de 2017

Veneno en los cielos


Quiero compartir públicamente una preocupación; una preocupación que al mismo tiempo es una denuncia. Aunque en realidad basta con mirar a los cielos y ver que en ellos algo extraño está sucediendo. 

Esta mañana he amanecido en Santiago de Compostela. Como tenía por delante una larga jornada de viaje por carretera, de regreso a casa, tenía la intención de salir pronto de la capital gallega. Antes, sin embargo, tenía que ir a Misa. A las 7:30 de la mañana no había mucho bullicio por las calles empedradas de Santiago. Yo iba a la Misa de las 8, en la catedral. Tras esperar a que acabara la Misa anterior, en la capilla del Santísimo, he accedido a la misma y me he preparado para celebrar los sagrados misterios. En seguida alguien de seguridad nos ha dicho a los allí presentes que la Misa de las 8 se suspendía porque el cura estaba enfermo, así que he esperado hasta las 9 (la Misa siguiente). Mientras tanto he saboreado casi en solitario cada rincón de la magnífica catedral, he saludado al santo sin prisas ni apretones, y me he preparado para celebrar la Eucaristía en la inmemorial capilla de la Corticela. Creo que esta hora de margen me ha ayudado a entender mejor mi misión y a reafirmarme por enésima vez en mi fe. Pero han sido las lecturas del día las que verdaderamente han preparado mi ánimo para afrontar lo que estaba por venir.

En ellas Jeremías, San Pablo y San Mateo recuerdan al cristiano que su fe es una lucha constante. En concreto el profeta del Antiguo Testamento es descubierto en el pasaje de hoy en un momento de flaqueza, sometido a la gran tentación de todo hombre, que es la de callar cuando se debe decir algo. ¿Por qué hablar de esto, si me trae problemas?, viene a decir el iluminado. En fin, después de la Misa he vuelto a grabarme en la cabeza que la cruz no es una opción sino el único camino. Por eso no me importa que algunos puedan pensar que he perdido el norte. ¿Qué es entonces lo que ha ocurrido después que tanto me preocupa y que quiero denunciar?


Al salir de la catedral de Santiago, aún con la palabra de Dios resonando con fuerza en mis sienes, me he topado con una estampa en los cielos desesperante. Al elevar mi mirada a las alturas, lleno de alegría y de paz, he contemplado un lienzo indignante que ha hecho que me hirviera la sangre y casi maldijera al autor de semejante fechoría. En el cielo, infinidad de columnas de gas entrecruzadas de tal modo que parecían una pintura contemporánea hecha a propósito para reírse del público. 

Qué son esas líneas que he capturado con mi cámara, no lo sé. Lo que sí sé es que no son naturales. Hasta hace poco no había hecho caso al asunto de los llamados Chemtrails (aunque es preferible hablar de geoingeniería), pero hace escasas fechas, por una cuestión personal, me encontré leyendo la Ley de Aguas, Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio, y me detuve totalmente alucinado en el artículo tercero. Lo que leí me dejó sin aliento:
Artículo 3. Modificación de la fase atmosférica.
La fase atmosférica del ciclo hidrológico sólo podrá ser modificada artificialmente por la Administración del Estado o por aquellos a quienes ésta autorice.
De acuerdo con esto, así pues, ¿están controlando artificialmente el clima y las lluvias? Sin duda, a pesar del lenguaje oscuro —propio de la burocracia cuando trata asuntos vitales—, éso es lo que dice. Y yo me pregunto, ¿hay derecho a esto? Porque la mutación artificial del clima ha de hacerse, en todo caso, por medio de productos químicos. ¿Nos están entonces fumigando? ¿Cuál es la verdadera intención de estos vuelos y quién los está orquestando? 


Lo cierto es que un vistazo a los cielos pone los pelos de punta. Cualquiera que los mire durante unos segundos se dará cuenta de que hay veneno en ellos. Muchos días ya amanecen sucios, con nubes deshechas, y surcos imposibles que dejan rayas permanentes que poco a poco se ensanchan hasta formar una película blanquecina en el firmamento. Y lo grave es que todo esto viene de lejos. Ya el Reglamento del Dominio Público Hidráulico del 86, Real Decreto 849/1986, de 11 de abril, indica más claramente, también en su artículo tercero, lo siguiente:

1) La fase atmosférica del ciclo hidrológico sólo podrá ser modificada artificialmente por la Administración del Estado o por aquéllos a quienes ésta autorice (art. 3 del TR LA).


Toda actuación pública o privada tendente a modificar el régimen de lluvias deberá ser aprobada previamente por el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, a propuesta del Organismo de cuenca.

2) A tal efecto, el Organismo de cuenca, a la vista del proyecto presentado por el solicitante, del conocimiento que existe sobre la materia y de los posibles efectos negativos sobre las precipitaciones en otras áreas, previo informe del instituto Nacional de Meteorología, elevará propuesta al Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo.


3) Cuando la modificación de la fase atmosférica del ciclo hidrológico tenga por finalidad evitar precipitaciones en forma de granizo o pedrisco, la autorización se otorgará por el Organismo de cuenca por un plazo de doce meses, renovables por períodos idénticos.



En la instancia se indicará el alcance de la pretensión y los medios previstos para conseguirla. El Organismo de cuenca, previos los asesoramientos que estime oportunos, otorgará la autorización con carácter discrecional, pudiendo revocarla en cualquier momento si se produjesen resultados no deseados.

4) Cuando los procedimientos empleados a efectos de este artículo impliquen la utilización de productos o formas de energía con propiedades potencialmente adversas para la salud, se requerirá el informe favorable de la Administración Sanitaria para el otorgamiento de la autorización.


Es decir, según lo anterior, las autoridades contemplan la idea de fumigar los cielos —y por tanto lo consienten— creyéndose, además, con derecho a ello. Tampoco se puede negar que para ello están usando productos potencialmente nocivos para la salud. Pero más allá de determinados casos puntuales o aislados, a los que parece aludir la anterior ley (peligros derivados de nublos con granizo...), ¿a qué obedece esta fumigación sistemática de todos los cielos de España, incluso en día soleados y perfectamente rasos? Hoy he atravesado prácticamente la Península Ibérica de cabo a rabo, y he capturado idénticas imágenes de principio a fin. Para mí ha sido terrible ver un panorama tan apocalíptico... 


En fin, poseo fotografías y vídeos, de hoy y de fechas anteriores, que muestran perfectamente el conjuro que está realizando a diario una flota de aviones en toda España, y a todas luces con fines siniestros. La Administración —es un hecho— lo aprueba o hace la vista gorda. Pero indudablemente lo que está pasando es un crimen inmenso y una maquinación diabólica a la vista de todos.

Mi siguiente paso será escribir una carta al Defensor del Pueblo, a un buen puñado de autoridades políticas y a unos cuantos medios de comunicación públicos. Todos ellos son responsables. Pero no soy ingenuo: soy consciente de que tienen las manos atadas, porque la trazas de esta obra llevan el sello de la OTAN.   

Creo, en fin, que todos deberíamos alzar la voz en este asunto. No sólo en este punto, desde luego, pero muy especialmente en éste. Porque ya no es tiempo de silencios. Es tiempo de gritar con cien mil lenguas. «¡Porque, por haber callado, el mundo está podrido»! Las palabras de Santa Catalina de Siena nos sirvan de aliento para denunciar con valor este plan siniestro, propio de auténticos esbirros del demonio.



Ver vídeos abajo.
















Vídeo personal




Vídeo personal

Patente:

Método y aparato para alterar una región en la atmósfera terrestre, ionosfera, y / o magnetosfera

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