El escritor danés Hans Christian Andersen (1805-1875) es considerado uno de los grandes clásicos de la literatura infantil gracias a sus 178 cuentos, entre los que se encuentran títulos tan conocidos y resultones como El encendedor de yesca, La princesa y el guisante, La sirenita, El traje nuevo del emperador, El soldadito de plomo, Los cisnes salvajes, La pequeña cerillera o El patito feo. Y es que si bien Andersen cultivó una gran variedad de géneros literarios, como el teatro, la poesía, la novela y los libros de viajes, es como autor de cuentos como alcanzó verdadero prestigio internacional.
Los destinatarios de tales relatos en un principio fueron los más jóvenes. De hecho, la primera colección de cuentos publicada por Andersen lo hizo con el significativo título de Cuentos de hadas para niños. Sin embargo, los relatos no son menos sugestivos para los adultos, porque rezuman imaginación, destilan ironía y son perfectamente saludables. Es más, en los cuentos de Andersen siempre hay dos planos de realidad tan complementarios entre sí como diferentes: uno, de comprensión fácil y directa, destinado claramente a los niños, y otro, más reflexivo y crítico, que requiere del lector adulto una lectura más profunda y sosegada. Es muy probable que ésta sea precisamente una de las claves del carácter atemporal de los cuentos de Andersen.
En cuanto a las fuentes de inspiración de Andersen se cuentan en buena medida sus propias experiencias vitales, sin excluir, por supuesto, las tradiciones orales de su entorno y el rico acervo oral de la humanidad. Él, que fue un personaje de novela, pudo y supo extraer de sus peripecias los argumentos de sus narraciones intemporales.
El estilo de Andersen, por otro lado, es directo, predominando la acción sobre la descripción. Es característico de sus cuentos, asimismo, cierto tono humorístico e incluso irónico y, al contrario de lo que vemos en los cuentos tradicionales, descubrimos en ellos una crítica velada a la sociedad de su época. Especialmente magistral me parece, en este sentido, el breve relato La princesa y el guisante, que caracteriza burlona y magistralmente a la realeza de su tiempo.
En fin, propio de los cuentos de Hans Christian Andersen son, además, sus finales desconcertantes, en los que las historias no concluyen siempre bien ni mucho menos, invitando al lector a preguntarse por los mismos en busca de su ulterior significado. Del mismo modo que yo animo a leer los cuentos de los grandes maestros, como lo es Andersen, por sus propiedades literarias intrínsecas y por que no se ha demostrado jamás que dichos cuentos sean nocivos para alguien.
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