La segunda de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes se titula El amante liberal. El protagonista es un cautivo cristiano, de nombre Ricardo, que se lamenta de la pérdida de su amada y hermosa Leonisa, que cree muerta, al haber visto con sus propios ojos cómo la galeota corsaria en la que iba la dama se hacía pedazos al embestir contra unas peñas debido a una fuerte tormenta. El salado relato, por momentos enrevesado y denso, es una mezcla entre novela bizantina y novela morisca.
El amante liberal, así pues, reúne los estimulantes ingredientes de ambos géneros: amores contrariados, peligrosas escapadas y consumaciones alegres, en este caso protagonizadas por los devotos del Nazareno y los secuaces de Mahoma.
El interés de la novela aumenta sobremanera cuando aparece de nuevo en escena Leonisa, que Ricardo creía muerta, y que también ha sido hecha cautiva por un usurero judío. Pero justo cuando es subastada, su incomparable belleza rinde el corazón de tres moros que la compran y acuerdan llevarla a Constantinopla para presentarla a Selín, el Gran Turco.
Al final, con fingimiento y engaño -usos que de la condición de cristianos no se pueden esperar, según observa Cervantes-, consiguen Ricardo, Leonisa y sus compañeros de cautiverio enfrentar en alta mar a los moros que se disputaban la mano de Leonisa. Entonces, viendo Ricardo y su amigo Mahamut que los turcos en cubierta están casi todos muertos, llaman a otros cautivos como ellos y, al grito de ¡libertad, libertad!, toman las alfanjes de los muertos y rematan al resto, haciéndose con el mando de la nave.
Concluye en definitiva el narrador, rematando la segunda de las Novelas ejemplares que "todos, en fin, quedaron contentos, libres y satisfechos; y la fama de Ricardo, saliendo los términos de Sicilia, se extendió por todos los de Italia y de otras muchas partes, debajo del nombre del amante liberal, y aún hasta hoy dura en los muchos hijos que tuvo con Leonisa, que fue ejemplo raro de discreción, honestidad, recato y hermosura".
El ejemplo que se propone en esta obrita, más allá de que la ficción misma muestre que no se debe perder la esperanza hasta el último momento, cuando se han agotado todas las posibilidades, es que a veces la vida nos somete a pruebas de las que no queda más remedio que salir siendo astutos como las serpientes y a la vez sencillos o inocentes como las palomas.
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