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miércoles, 13 de mayo de 2020

La venganza de don Mendo de Pedro Muñoz Seca

Si Pedro Muñoz Seca hubiera publicado sus obras en el Siglo de Oro español, no le hubiera hecho sombra ni el mismísimo Lope de Vega. Pero se convirtió en figura señera en tiempos de odio. Y por eso al poco de iniciarse la Guerra Civil española, el 28 de noviembre de 1936, fue asesinado por los rojos. Su imperdonable delito: su pensamiento monárquico y católico. 

En esta España pútrida que se dice democrática y apesta a despotismo y dictadura, jamás se le ha rendido el homenaje que merece. Incluso la indecorosa Real Academia ha hecho mutis por el foro, como los supuestos intelectuales y librepensadores afectos al régimen, cuya cobardía o ignorancia cultural es inversamente proporcional a su sectarismo, y a los sobornos que reciben. Porque la verdad tiene un precio y hoy no conviene recordar ciertos baldones, que ensucian la imagen ーnunca limpia del todoー de los que dicen hacer la revolución por el pueblo y para el pueblo. Y sin embargo Muñoz Seca es una figura literaria genial, y La venganza de don Mendo, parodia sublime, una de las mejores obras de teatro que se han escrito nunca.

Muñoz Seca dominaba perfectamente los hilos de la dramaturgia y, sobre todo, los más variados recursos humorísticos. La escena era para él lo que para un experimentado chef su cocina. Y su capacidad de expresarse a través de rimas era prodigiosa. Como Valle-Inclán con el esperpento, el literato nacido en el Puerto de Santa María creó el astracán, género teatral que procuraba promover la risa por medio del disparate. En algún manual de literatura he leído que dicho género se basa en insulsos juegos de palabras, que es lo mismo que decir que los versos de Muñoz Seca carecen de gracia y viveza, cuando son precisamente ingeniosos y divertidísimos. ¡Hay que ver hasta qué punto llega el sectarismo, o en su defecto el mal gusto!

En resumen, la historia se sitúa en el siglo XII, durante el reinado de Alfonso VII. Dividida en cuatro jornadas, la trama es una sucesión de aventuras hilarantes, teñidas de dramatismo y exageraciones que desemboca, tras innumerables intrigas y equívocos, en sublime vodevil que se devora o contempla a carcajada tendida. La acción se inicia con los amores malhadados de don Mendo y Magdalena. La traición de la terrible arpía al inicio de la trama infunde en el ánimo de su amante el deseo de venganza, lo que da lugar a un ovillo en el que se ven enredados el mismo rey don Alfonso, la reina doña Berenguela, y gran parte de la corte. Para satisfacer los agravios recibidos y dar rienda suelta a las pasiones, se pasan por alto los lazos de vasallaje e incluso los naturales de sangre. Así, el honor llevado al extremo, cuando no muda en felonía, es causa de situaciones sumamente graciosas; y el amor puro e idealizado, transformado en deseos puramente carnales, ofrece escenas igualmente jocosas. Comicidad que quizá no igualen a los exabruptos del moro Alí, que tras lanzar al viento anatemas y otras maldiciones contra los cristianos, al ver a la soberana de Castilla, dice el genial autor que «se inclina hasta partirse el esternón y se va por el foro haciendo zalemas».

En conclusión, La venganza de don Mendo, parodia sublime, es una de las mejores obras literarias del siglo XX. Y su autor, el genial don Pedro Muñoz Seca, un genio literario cuya estrella hubiera refulgido con fuerza incluso en el Siglo de Oro de nuestros queridos Calderón, Cervantes y Lope de Vega.


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