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domingo, 21 de febrero de 2021

La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne

Los alambiques de la fábrica de ideas instalada en la mente creativa de Julio Verne destilaron algunas de las aventuras literarias más admiradas y populares que existen. La vuelta al mundo en ochenta días, publicada por entregas durante el otoño de 1872, puede ser considerada su epopeya más genuina y excitante.

El motivo de la novela es sorprendente y extraordinario: un excéntrico y adinerado caballero inglés, llamado Phileas Fogg, se propone dar la vuelta al mundo en tan solo ochenta días.

Sus colegas del club Reform, donde el señor Fogg pasa gran parte de su tiempo, consideran que es un viaje imposible; a pesar de que según los cálculos del diario Morning Chronicle, ochenta eran los días que hacían falta en 1872 para dar la vuelta al mundo. Y el gentleman inglés, espoleado por sus compañeros, se dispone a demostrarlo.

Ese mismo día zarpa en un barco hacia el canal de Suez junto a Passepartout, su criado francés. Los días transcurren mientras alcanzan, y dejan atrás de inmediato, superando innumerables contratiempos y mil obstáculos, Bombay, Calcuta, Hong Kong, Yokohama, San Francisco y Nueva York.

Con exactitud, valor, sangre fría y una determinación inflexible, el protagonista, su fiel criado y la señorita Aouda llegan a Londres, aunque creen que con unos minutos de retraso, habiendo empleado todos los medios de locomoción conocidos: vapores, trenes, coches, yates, barcos mercantes, trineos y hasta elefantes.

En conclusión, La vuelta al mundo en ochenta días es una novela apasionante e inocentona que mantiene en vilo al lector hasta su desenlace, con un ritmo vertiginoso y una sensación de tensión constante. Por un lado, porque hasta el final no se sabe si Phileas Fogg llegará a tiempo para ganar la apuesta. Por otro, porque pesa sobre él, sin que él lo sepa, una inquietante sospecha. El mismo día de su partida apresurada de Londres, un individuo que coincide con su descripción roba una fortuna del Banco de Inglaterra. En consecuencia, también arraiga en el lector la necesidad de saber si el protagonista es un honrado caballero o un ladrón de guante blanco.

Las aventuras de Julio Verne, sin embargo, no son perfectas. Sus principales máculas son sus prolijas descripciones y su obsesión por acumular datos y más datos. Aun así, enseñan muchos valores positivos, como la lealtad, la valentía, el honor, la defensa de los que necesitan auxilio, el valor de la palabra dada y la caballerosidad. Y constituyen un entretenimiento formidable y una diversión sanota.

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