[¡Atención! El texto siguiente, como es natural tratándose de un comentario literario, revela detalles importantes de la trama y el desenlace de la obra, lo cual puede reducir o anular el interés de quien aún no los conoce].
En el año 2021, la editorial Satori presentó una magnífica edición de una de las obras más emblemáticas de la literatura japonesa del siglo XX, Kokoro, de Natsume Sōseki. Esta novela, cuyo título se traduce como «corazón», hace referencia a la parte más profunda y oculta de la naturaleza humana, ese espacio de inquietudes y contradicciones que Sōseki explora con destreza en su narración. La obra se erige por tanto como una profunda reflexión sobre la complejidad de la condición humana, la búsqueda del sentido de la vida y la eterna aspiración a la felicidad, explorando con un tono melancólico y filosófico emociones universales, como los celos y el deseo, que ponen de manifiesto las inseguridades y los temores más profundos que habitan en el ser humano.
La trama de Kokoro, estructurada en tres secciones, se desarrolla a través de la voz de un joven narrador, quien, al entablar una relación con un hombre mayor conocido como Sensei, se embarca en un proceso de autodescubrimiento y comprensión emocional. Este vínculo se convierte en el eje central de una investigación sobre el alma humana, las contradicciones que la habitan y los dilemas existenciales que la acompañan.
El joven protagonista de la novela busca en Sensei una guía hacia el entendimiento de sí mismo y del sentido de la vida. Desde un principio, el narrador se siente atraído por la sabiduría, la serenidad y el aparente dominio de sí mismo que caracteriza a Sensei. En su búsqueda de respuestas frente a las dificultades emocionales y existenciales que le aquejan, el joven encuentra en su mentor una posible vía hacia la paz interior y la felicidad.
Sin embargo, a medida que avanza la narración, el joven comienza a percatarse de que, detrás de la figura de Sensei, se esconde una profunda turbación interna, al sentirse responsable de la muerte de su amigo K, a quien traicionó en un momento crucial de su vida. Por lo tanto, en lugar de encontrar un modelo perfecto de vida, el joven se enfrenta a un ser humano que, marcado por una culpa insoportable y un sufrimiento persistente, no puede hallar consuelo. Esta relación, que inicialmente parecía ofrecer respuestas claras, se convierte en un proceso de confrontación con los propios límites del conocimiento y las certezas que todo el mundo abriga. En última instancia, lo que el narrador descubre es que la vida no siempre ofrece respuestas definitivas, ni alivia los tormentos más profundos del ser.
Además, esta carga de culpa sume a Sensei en un vacío existencial que no logra superar, pues se encuentra atrapado en una mentalidad rígida propia de su cultura, que a su vez le priva de la esperanza que la confesión cristiana podría haberle otorgado.
Y es que la religión cristiana, como es sabido, ofrece la posibilidad de redimir la culpa a través de la confesión y el arrepentimiento, actos que permiten la reconciliación con Dios y la restauración de la paz interior. Sin embargo, Sensei no tiene acceso a este consuelo. En contraposición, el budismo, que influye en su pensamiento y forma parte integral de la cultura japonesa, interpreta el sufrimiento como una condición inherente e inevitable de la existencia humana, sin promesas de redención a través de una gracia divina. Esta ausencia de esperanza salvadora constituye el principal tormento de la vida de Sensei, dejándolo atrapado en un sufrimiento interminable. Así lo expresa en la larga carta final al joven que buscaba en él una valiosa enseñanza: «Recuérdalo bien: así he vivido. Cuando te conocí en Kamakura y cuando paseábamos juntos por las afueras de Tokio, mi estado de ánimo no variaba mucho. Continuamente estaba pegada a mi espalda esa sombra negra. Era como si vagara por el mundo, arrastrando una vida solo por mi mujer». Ya se lo había prevenido tiempo atrás, con palabras muy distintas: «Acuérdate. El yo que tú conoces es el resultado de una personalidad ensuciada con el polvo del camino de la vida».
El sufrimiento de Sensei, así pues, es de índole profundamente introspectiva y se ve marcado por la culpa, lo cual refleja una psique masculina que tiende a cargar con el peso emocional en solitario. La cultura japonesa tradicionalmente ha impuesto a los hombres la obligación de ocultar sus emociones y enfrentarse a sus dilemas internos sin mostrar debilidad ni recurrir a la ayuda ajena.
Por su parte, la moral católica presenta una visión diametralmente opuesta sobre el suicidio y la salvación. Según la doctrina cristiana, la vida es un don divino, y el suicidio se considera un acto grave que transgrede el mandato de preservar la vida y confiar en la providencia de Dios. La fe en Cristo, el arrepentimiento y el perdón de los pecados son los medios a través de los cuales un creyente puede alcanzar la salvación. En este contexto, la confesión de los pecados ofrece una vía para liberarse de la culpa y recibir la gracia divina, lo que permite encontrar la paz interior. En consecuencia, el suicidio, desde esta perspectiva, cierra la posibilidad de esa reconciliación con Dios.
Por eso la decisión de Sensei, precipitada por malos ejemplos que encuentra en su entorno, contrasta con esta visión cristiana, que ofrece la posibilidad de sanación mediante la fe y el arrepentimiento, incluso en los momentos más oscuros de la existencia. Mientras que el suicidio de Sensei refleja un vacío existencial y la falta de respuestas satisfactorias, la moral católica propone una vía de salvación que transforma el dolor a través de la aceptación y la gracia divina.
En última instancia, Kokoro se destaca por su capacidad para capturar la complejidad de las emociones humanas mediante personajes profundamente humanos y vulnerables. La interacción entre el narrador y Sensei, no sólo ofrece una lección sobre la empatía y el entendimiento mutuo, sino que también plantea interrogantes sobre la moralidad, el peso de la culpa, el arrepentimiento, el aislamiento, la traición, la naturaleza del amor y de los celos, la añoranza que despierta el lugar de nacimiento y la dificultad de encontrar consuelo en esta vida. En definitiva, esta profunda reflexión convierte a la obra en un texto atemporal y trascendente.
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