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domingo, 4 de septiembre de 2011

El capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte

Hay veces en la vida en las que al releer un libro sientes un placer indescriptible que no saboreaste plenamente en su día cuando le arrebataste la virginidad. Este ha sido mi caso con la primera historia de Las aventuras del capitán Alatriste. Arturo Pérez Reverte, el responsable de esta creación excelente, es sin ningún género de duda uno de los principales nombres de las letras españolas. El capitán Alatriste (1996) es un relato apasionante del Siglo de Oro español, ahíto de imaginación, perfectamente construido por la pluma de un maestro del estilo y la narración, y con unos personajes inolvidables. Por eso, podemos estar seguros de que la literatura luce con más dignidad con obras como Las aventuras del capitán Alatriste.


     Íñigo Balboa es el joven narrador que nos traslada a un Madrid de fantasía, en la década de los años veinte del siglo XVII, es decir, cuando todavía España era la nación más poderosa del mundo de la mano del rey Felipe IV y su valido el conde (después también duque) de Olivares; cuando más allá de nuestra patria sangraban nuestros soldados en Flandes a las órdenes del general Spínola y, dentro de nuestras fronteras, las intrigas de la Corte, el poder asfixiante de la Iglesia Católica, los versos y duelos de don Francisco de Quevedo (uno de los personajes de la serie) o el furor que causaban las comedias del irrepetible genio madrileño Lope de Vega, ambientaban una época a la vez gloriosa y decadente.

     En este escenario sin par, Pérez Reverte desarrolla un folletín de aventuras cuyo protagonista es Diego Alatriste y Tenorio, conocido como capitán Alatriste, más como apodo que por grado. Soldado de los tercios en las guerras de Flandes, salió vivo junto a Lope Balboa (a la postre padre de Íñigo) de una escaramuza contra los holandeses. Muerto su compañero tiempo después, Alatriste se hace cargo del chico. Una vez lejos del campo de batalla por una herida fea recibida en Fleurus, malvive en Madrid como espadachín, vendiendo su pellejo a cambio de su habilidad con la espada.

     El capitán Alatriste es un hombre valiente y con honor que disfruta en la taberna del Turco —local de Caridad la Lebrijana— departiendo con sus amigos. Entre los que se encuentran el propio Quevedo, el licenciado Calzas, Juan Vicuña, el Dómine Pérez y el boticario Fadrique.

     Pero sin lances no hay hazañas que contar y, según nos relata Íñigo, bien pronto el capitán se ve comprometido en un trabajo que le consigue el teniente de alguaciles, Martín Saldaña. Es la aventura de los dos enmascarados y los dos ingleses, que provoca suficientes dolores de cabeza al capitán en este primer libro e incluso está a punto de costarle la vida. De hecho, es precisamente en esta primera novela, El capitán Alatriste, cuando el capitán conoce a los que serán sus jurados enemigos: Luis de Alquézar, secretario del rey, y su sicario, Gualterio Malatesta. Además de fray Emilio Bocanegra (presidente del Santo Tribunal de la Inquisición).

   Más aún: hasta el propio Íñigo se verá relacionado en el negocio del capitán sin pretenderlo, al enamorarse perdidamente de Angélica de Alquézar, un demonio de expresión adorable que lo traerá por la calle de la amargura. Sin embargo, Íñigo se convertirá en un héroe al salvar la vida de su admirado tutor.

     Pues bien, resulta que el negocio era turbio y que a los dos ingleses que el capitán tenía que despachar son dos hombres de calidad. Ni más ni menos que Jorge Villiers (marqués de Buckingham, favorito del rey Jacobo I de Inglaterra) y Carlos, hijo del rey Jacobo y legítimo heredero, príncipe de Gales. Viajan de incógnito con el propósito de presentarse en España sin avisar y acelerar el matrimonio de Carlos con la hermana del rey. Y si lo pueden contar se debe a una brizna de piedad del capitán Alatriste que, después de enfrentarse a Malatesta, acude al conde de Guadalmedina —amigo suyo— para que cobije a los notables personajes y los lleve después a la embajada inglesa.

     Así pues, después de cruzar aceros en el corral del príncipe Diego Alatriste y Quevedo frente a cinco sicarios, mientras veían El arenal de Sevilla de Lope, detienen al capitán. Sin embargo, después de ser interrogado por el mismísimo conde de Olivares —que investiga quién anda detrás del intento de asesinato de los ingleses—, éste lo deja en libertad, y ordena expresamente —provocando la ira de Luis de Alquézar que sólo puede obedecer sin rechistar— que nadie se atreva a atentar contra la vida del capitán Alatriste.

     Finalmente, El capitán Alatriste es una lectura apasionante y entrañable, labrada por un humor, y un dominio del lenguaje, característicos de Pérez Reverte, y sencillamente geniales. Y, sobre todo, porque cuenta con descripciones de la época, emocionantes y acertadas. Como la de aquella España amada:

«Una España todavía temible en el exterior, pero que a pesar de la pompa y el artificio, de nuestro joven y simpático rey, de nuestro orgullo nacional y nuestros heroicos hechos de armas, se había echado a dormir confiada en el oro y la plata que traían los galeones de Índias. Pero ese oro y esa plata se perdían en manos de la aristocracia, el funcionariado y el clero, perezosos, maleados e improductivos, y se derrochaban en vanas empresas como mantener la costosa guerra reanudada en Flandes, donde poner una pica, o sea, un nuevo piquero o soldado, costaba un ojo de la cara. Hasta los holandeses, a quienes combatíamos, nos vendían sus productos manufacturados y tenían arreglos comerciales en el mismísimo Cádiz para hacerse con los metales preciosos que nuestros barcos, tras esquivar a sus piratas, traían desde Poniente. Aragoneses y catalanes se escudaban en sus fueros, Portugal seguía sujeto con alfileres, el comercio estaba en manos de extranjeros, las finanzas eran de los banqueros genoveses, y nadie trabajaba salvo los pobres campesinos, esquilmados por los recaudadores de la aristocracia y del rey»[1].

    Por eso Pérez Reverte pone en boca de Quevedo —esa mente portentosa y clarividente— aquello de que no queda sino batirnos «contra la estupidez, la maldad, la superstición, la envidia y la ignorancia (…) Que es como decir contra España, y contra todo»[2].


LAS AVENTURAS DEL CAPITÁN ALATRSITE
  1. El capitán Alatriste
  2. Limpieza de sangre
  3. El sol de Breda
  4. El oro del rey
  5. El caballero del jubón amarillo
  6. Corsarios de Levante
  7. El puente de los asesinos

FICHA
Título: El captián Alatriste
Autor: Arturo Pérez Reverte
Editorial: Alfaguara Editorial
Otros: Madrid, 2004, 248 páginas
Precio: 19,5 €



[1] p. 65.
[2] p. 64.

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