Benito Pérez Galdós es un gigante de la literatura española. Su novela Fortuna y Jacinta compite con La Regenta de Clarín por ser la mejor novela española del siglo XIX. Nacido en 1873 en Las Palmas de Gran Canaria, es uno de los grandes escritores naturalistas y su obra de las que mejor ha resistido el paso del tiempo, lo que ya es mucho decir en un género limitado por la descripción del ambiente y los problemas de una época concreta: un lastre para futuros lectores si no se conjuga con temas eternos y universales. La trayectoria vital de Benito Pérez Galdós, por otra parte, fue evolucionando con el paso del tiempo, al igual que sus ideas, yendo de panfletos anticlericales (Doña Perfecta) hasta obras profundamente espirituales (Ángel Guerra). Su vocación periodística le llevó a tantear el campo de la novela histórica, hasta el punto de crear los Episodios Nacionales, la historia novelada del siglo XIX español, desde Trafalgar hasta la restauración de Cánovas. Recomiendo, al menos, la lectura del primer libro de la serie: Trafalgar.
Antes de entrar en los detalles del libro, hay que decir que la magna obra de los Episodios Nacionales se compone de 46 novelas. Cuatro series de diez novelas y una última de seis, aunque también se puede hablar de dos primeras novelas compuestas de diez libros cada una. Pérez Galdós se valió de varios protagonistas ficticios para narrar los acontecimientos que marcaron el siglo XIX español.
En la primera serie, y por tanto en el primer libro de los Episodios Nacionales (Trafalgar), Pérez Galdós presenta a Gabriel Araceli, un muchacho de 14 años que sirve en casa de don Alonso y doña Francisca después de huir de Cádiz, su ciudad natal. A través de él conocemos la pasión de don Alonso por los mares —perteneció a la Marina— y la de su amigo Marcial, un rudo marinero que pone una de las notas alegres a la partitura histórica que nos relata el escritor. Doña Francisca es descrita como una mujer devota y de carácter. Pero también aparecen otros personajes de la trama de ficción como Rosita (la hija de don Alonso y doña Francisca), un sol de la que se enamora Gabriel, o el prometido de ésta, Rafael Malespina, un oficial de Artillería al que han ordenado que ingrese en la escuadra combinada franco-española que tiene previsto batirse en duelo en la bahía de Cádiz contra los barcos ingleses.
Y es que más allá del humor característico de Galdós, a veces descarnado y, otras, tierno, o de su habilidad para reproducir con los diálogos el habla llana de sus personajes, destaca la ambientación histórica, fondo siempre de sus historias. Estamos en el 20 de octubre de 1805. La batalla que se libró al mediodía entre los navíos ingleses comandados por el genial Horacio Nelson y la armada franco-española, dirigida por Villeneuve, pasaría a los anales de la historia como la victoria de Trafalgar para los ingleses —lo que supuso el despegue del Imperio Británico— y la derrota total de la armada española. Napoleón mandaba en los campos de media Europa, y Villeneuve, que temía un cese inminente, arrastró a los españoles a un combate contra los ingleses para ofrecer a su señor Bonaparte la posibilidad de invadir Inglaterra, un viejo sueño de Napoleón. De hecho, España estaba comprometida a ir de la mano de los franceses por los acuerdos firmados entre 1877-1800 conocidos como los Tratados de San Ildefonso, por los que Francia forzó a España a mantener una política militar única frente a Gran Bretaña.
William Clarkson Stanfield, The Battle of Trafalgar, 1805 |
Al margen de los hechos históricos, magníficamente trazados por Benito Pérez Galdós, lo cierto es que aquel mediodía, unos 23.000 ingleses cruzaron cañonazos contra aproximadamente 25.000 hombres, entre españoles y franceses. 27 navíos contaban los primeros, frente a los 33 del combinado franco-español. Sin embargo, el desastre de éstos fue total, en parte por la astucia de Nelson, a bordo del navío Victory, y de la buena actuación de los marineros ingleses, veteranos piratas. De esta manera, surcan las páginas de Trafalgar personajes históricos como el propio Nelson, el almirante Collingwood, o Gravina, Valdés, Cisneros, Alcalá Galiano, Álava o Churruca. A bordo, eso sí, de legendarias máquinas de guerra de madera como el Royal Sovereign, el Rayo, el Santa Ana, el Príncipe de Asturias o el también español Santísima Trinidad, el barco más grande de la época, con 140 cañones, y a lomos del cual, Gabriel nos traslada la épica batalla.
Finalmente, después de la tristeza de la derrota, los supervivientes continúan sus vidas, entre ellos Gabriel, que debe irse a servir a la casa de Rosita y Rafael Malespina, felizmente casados. Sin embargo, Gabriel decide burlar al destino y parte para Madrid, donde en próximos Episodios seguirá narrando los acontecimientos históricos que habrá de vivir en la Corte.
FICHA
Título: Trafalgar: Episodios Nacionales
Autor: Benito Pérez Galdós
Editorial: Alianza Editorial
Otros: Madrid, 2003, 168 páginas
Precio: 8 €
No se debería permitir que los mediocres prejuiciosos como usted publicaran. ¿Tachar de "panfleto" a una auténtica novela social como "Doña Perfecta" de más de trescientas páginas en su edición de bolsillo sólo por ser anticlerical?
ResponderEliminarDebería darle vergüenza.
Ya estoy harto de leer las perlitas que va dejando usted por el blog.
Ojalá su única relación con la literatura fuese metérsela por el culo; sin embargo, creo que es demasiado pedir.
Le deseo buena suerte en su aventura en la defensa del saber y el conocimiento libre (JAJAJA).
Otro apunte: la novela a la que hace referencia es "Fortunata y Jacinta".
ResponderEliminarSi no he borrado la basura de comentario que preside esta entrada, es porque considero que llama la atención de cualquiera lo descarado y soez que puede llegar a ser alguien y porque el responsable se define de maravilla.
ResponderEliminarResulta que yo en este comentario hablo de un Episodio Nacional, no trato para nada «Doña Perfecta». Lo primero que digo del autor es que es un gigante de la literatura, y después que su obra se mantiene vigente en el tiempo a pesar de tratar inquietudes sociales muy concretas de su época. Entonces muestro el arco personal de Galdós a partir de dos obras suyas -que sólo nombro- y que muestran los dos extremos de su evolución personal, «Doña Perfecta» y «Ángel Guerra». Nada Más. Si alguien está interesado en el asunto y no está de acuerdo, lo natural es discrepar con educación.
Decía que Benito Pérez Galdós fue gradualmente abriéndose paso hacia obra más espirituales. Como también deja entrever él mismo en su etapa de madurez que es atinado llamar a «Doña Perfecta» una obra anticlerical. Él mismo lo reconoce. Pero resulta que no califico esta obra cuando sólo la menciono -para mostrar el cambio de Galdós-, sino que me sirvo de cómo ésta fue considerada en su época. Y por tanto la describo. «Doña Perfeta» fue descrita por sus contemporáneos como un "panfleto anticlerical". Todavía hoy se sostiene esta visión, aunque es cierto que ahora también hay otras y que prefieren poner el acento en otras cosas. En cualquier caso, no estoy muy seguro ya de si a veces no queremos saber lo que leemos o es que ni siquiera sabemos leer.
Insisto, la sociedad que refleja Galdós en la ficticia ciudad de Orbajosa de «Doña Perfecta» está podrida por un fanatismo anquilosado que la impide aspirar a una reconciliación social y política. Porque la obra en sí desarrolla la época turbulenta de 1868, y el asunto de fondo son las fuerzas que impiden el arreglo entre visiones sociales enfrentadas. Esto no es más que una descripción; cuando comente la obra, si es que la comento algún día, podré o no dar mi propia visión de la misma. Pero no lo he hecho.
¿Debo llamar ahora ignorante e inculto al individuo que sin prejuicios patalea porque he mentado algo que no le ha sentado bien pero que no está por ningún lado? ¿Escribo yo acaso para dar gusto a todo el mundo? Más allá de que me asombre cada vez más el odio que algunos como él destilan cuando encuentran por casualidad una referencia a algo que huele a religión, sí le diré dos cosas:
César, no es buena idea escribir con el vientre. Y la segunda. Si estás cansado de leer lo que escribo en La Cueva de los Libros, que por cierto es mi blog, te sugiero una solución razonable: Vete y no vuelvas.