William Shakespeare nace en 1564, en una Inglaterra desconocida en el extranjero, empobrecida, y sin luces en el campo cultural destacables, pero que verá, en los reinados de Isabel I y sobre todo Jacobo I, el crecimiento de su nación hasta convertirse en potencia mundial. La vida del personaje no es menos fascinante que sus obras, aunque la misma todavía presente muchos puntos oscuros. Hamlet, la obra que comentamos, es uno de sus dramas más importantes, y a través de ella se puede admirar la genialidad de un hombre forjado tanto por los conocimientos de la antigüedad clásica como por la religión cristiana.
Hamlet se divide en 5 actos, y sigue la estructura clásica marcada por Aristóteles en su Poética para las obras trágicas. La historia se desarrolla en Elsingor, el palacio real de Dinamarca. El reino espera una invasión del príncipe Noruego, Fortimbrás, con el que los daneses están enfrentados por una vieja rivalidad; y para colmo, el rey Hamlet ha fallecido recientemente.
En esas están cuando el fantasma del difunto rey Hamlet empieza a aparecerse por las noches en la explanada del palacio a los asustados centinelas. No tarda en enterarse el príncipe Hamlet, un héroe inmaculado —a pesar, o precisamente por eso, de reconocerse gran pecador en uno de sus soliloquios—, de que la sombra de su padre vaga de madrugada como alma en pena. El fantasma termina transmitiendo a su hijo un mensaje: fue asesinado por su hermano Claudio, el actual rey, y tío del príncipe Hamlet, con un veneno que le introdujo en el oído mientras éste dormía. Gertrudis, la legítima esposa del rey Hamlet, y madre del príncipe, está ahora ayuntada con el nuevo rey, su cuñado. La venganza, pues, está en marcha. A pesar, eso sí, de que Hamlet duda de sí vengarse él mismo, o emplazar la suerte del homicida al juicio de Dios.
El príncipe Hamlet es el personaje central de esta tragedia, y uno de los más extraordinarios fabricados por William Shakespeare. En él, además de sus lacerantes dudas, vemos la melancolía perfectamente retratada, y cómo es capaz de fingir la locura hasta el extremo de hacernos dudar de si verdaderamente no estará definitivamente loco. Y todo para vengar el homicidio de su padre. En la tragedia, no obstante, la venganza es un motivo capital, y, si es así, es por la importancia natural de la familia. Por eso, y no revelaré nada más de la historia, al final de la tragedia se comprueba que disuelta la familia, se pierde el reino. Esta degeneración familiar —y moral— es, especialmente, un símbolo de decadencia.
Hamlet, así pues, es a mi juicio un héroe clásico, pese a sus dudas: Resentido con la madre por no guardar el luto por su padre, defiende las buenas costumbres; o también es significativo su corazón piadoso: «Entre el cielo y la tierra hay más de lo que puede soñar tu filosofía.» También vemos su espíritu generoso con Laertes y Ofelia, a los que pide perdón por dar muerte de manera accidental al padre de ambos, Polonio, escondido detrás de unas cortinas, como un alcahuete, padeciendo por fisgón un castigo poético ejemplar.
De cualquier manera, si en Hamlet se aprecia cierto escepticismo es fundamentalmente por el recelo que despertaba para un cristiano como el autor el humanismo renacentista de la época. Esto , para una mente preclara como la de William Shakespeare , sería más que la intuición de que se abría un camino peligroso hacia la simple y pura vanidad; y así lo expresa por boca del príncipe Hamlet: «La ambición es sombra de una sombra».
—Coriolano
Obras de Shakespeare comentadas en La Cueva
—Hamlet—Coriolano
FICHA
Título: Tragedias (Hamlet)
Autor: William Shakespeare
Editorial: Planeta
Otros: Barcelona, 2006, 520 páginas
Precio: 39,5 €
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