La Fiesta del Chivo es uno de esos libracos de Mario Vargas Llosa en los que se pone de manifiesto su soltura con el español y su riqueza expresiva y, sobre todo, una historia apasionante de esas por las que todavía se puede decir que la realidad supera la ficción. El escritor peruano nos narra en esta novela las andanzas del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina, apodado por algunos «el Chivo», y cómo hizo suyas una nación y una era.
Mario Vargas Llosa desarrolla en La Fiesta del Chivo tres historias paralelas:
1ª. La protagonista, Urania Cabral, regresa a su ciudad muchos años después sin haber tenido contacto alguno desde entonces con su familia. Por decisión propia. Su padre, Agustín Cabral, es a su regreso un pobre y senil anciano. En su día sería senador y uno de los hombres fuertes del régimen de Trujillo. En esos momentos en que regresa Urania a Santo Domingo, la Era Trujillo ya es historia, y de la antigua patria sólo quedan recuerdos, una moral decadente y relajada y desconchados en los edificios. La mujer que vuelve con 49 años y salió de su país con 14 evoca recuerdos de otra época.
2ª. La segunda trama y tercera tramas corresponden al periodo de la Era Trujillo. En esta segunda línea narrativa, Vargas Llosa nos enseña el día a día del dictador dominicano. Rafael Leónidas Trujillo Molina, conocido por sus seguidores como Generalísimo, Jefe, o Padre de la Patria Nueva, es un personaje fascinante y despiadado, con tantos claroscuros como el genial retrato que hace Clint Eastwood en su cinta J. Edgar de uno de los hombres más importantes del siglo XX para los Estados Unidos: John Edgar Hoover. Esta línea argumental es, a mi juicio, la mejor de La Fiesta del Chivo. Al lado del dictador descubrimos su obsesión por la limpieza y el atuendo impecable de sus subordinados, su incontrolable micción, su pasión por las mujeres ajenas, su crueldad y su puño de hierro.
3ª. En la tercera línea narrativa, en cambio, Vargas Llosa sitúa el punto de vista en los conspiradores. Traza los momentos en los que se fraguó el tiranicidio de Trujillo en mayo de 1961. De esta manera, conocemos a Tony Imbert, Antonio de la Maza, Salvador Estrella Sadhalá y otros, preparando el atentado contra el dictador. También seguimos al todopoderoso jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), Johnny Abbes García. Y también la represión posterior al atentado por parte del régimen y de los hijos de Trujillo, Ramfis y Radhamés.
El culto a la personalidad que caracterizaba el régimen de Trujillo se puede comprobar con alguna de las reflexiones que hace Urania, sorprendida por la antigua sumisión al régimen:
«Hay muchas cosas de la Era que has llegado a entender; algunas, al principio, te parecían inextricables, pero, a fuerza de leer, escuchar, cotejar y pensar, has llegado a comprender que tantos millones de personas, machacadas por la propaganda, por la falta de información, embrutecidas por el adoctrinamiento, el aislamiento, despojadas de libre albedrío, de voluntad y hasta de curiosidad por el miedo y la práctica del servilismo y la obsecuencia, llegaran a divinizar a Trujillo. No sólo a temerlo, sino a quererlo, como llegan a querer los hijos a los padres autoritarios, a convencerse de que azotes y castigos son por su bien. Lo que nunca has llegado a entender es que los dominicanos más preparados, las cabezas del país, abogados, médicos, ingenieros, salidos a veces de muy buenas universidades de Estados Unidos o de Europa, sensibles, cultos, con experiencia, lecturas, ideas, presumiblemente un desarrollado sentido del ridículo, sentimientos, pruritos, aceptaran ser vejados de manera tan salvaje (lo fueron todos alguna vez) como esa noche, en Barahona, don Froilán Arala». (p. 75)
Y es que el ministro Froilán Arala tragaba que su Generalísimo se acostara con su mujer y que éste lo dijera públicamente. Dicho esto, y para acabar, Vargas Llosa plasma con maestría la complejidad política de un régimen, de una ciudad (Ciudad Trujillo-Santo Domingo), y, sobre todo, de un conjunto de vidas humanas con sus intereses, deseos, pasiones, expectativas y miedos.
Pero pasado un régimen siempre viene otro, y la dictadura dio paso a la democracia. Y a casi todo el pueblo dominicano se le llenó la boca de esa palabra. Algunos supieron moverse en el fango y salir de la ciénaga. Imbert no puede dejar de sorprenderse (p. 490) por el discurso oportunista del nuevo Presidente de la República Dominicana, don Joaquín Balaguer, un «demócrata» que había pertenecido al régimen de Trujillo durante décadas. Pero eso son cosas de la personalidad de los pueblos y de los insondables comportamientos de las almas, magistralmente pergeñados por Mario Vargas Llosa en esta historia de La Fiesta del Chivo.
FICHA
Título: La Fiesta del Chivo
Autor: Mario Vargas Llosa
Editorial: Alfaguara
Otros: Madrid, 2005, 520 páginas
Precio: 20,55 €
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