No estoy seguro de si lo diabólico siempre ha sido popular. Claro que siempre ha tenido sus devotos. Pero me huelo que en el último siglo, de la mano de una fe tibia —por decir algo— lo maléfico es moda. Dexter es una prueba. Dexter Morgan se ha convertido en un personaje de culto. La serie que protagoniza, con un lenguaje claramente provocador y explícito, ha seducido ya a miles de personas. No me extraña. A mí también me encanta... pero su contenido desasosiega por completo, y, en el fondo, lo que nos han vendido es un monstruo con sonrisa de ángel.
Dexter, por muy atractivo que resulte, es un demonio. De hecho, actúa como ellos: primero disimula su realidad; luego, cuando sospechan de él, finge y disfraza su presencia; más tarde, en la intimidad, los destruye si puede o les jode la vida. Es un hecho: a quien permanece al lado de Dexter es como si lo maldijeran.
Después de siete temporadas magníficas, la serie ha avanzado lo suficiente como para sacar algunas conclusiones definitivas. Ya escribí sobre esto un capítulo entero en La cultura en las series de televisión, pero me gustaría expresar aquí alguna observación más. La fascinación que me produce Dexter es paralela al esfuerzo que le he dedicado. Voy a intentar, pues, aclarar mis reflexiones e iluminar los rincones oscuros de este perturbador y sombrío relato.
Dexter nació a los ojos de todo el mundo el 1 de octubre de 2006. El canal Showtime apostó por una serie revolucionaria protagonizada, de manera absoluta, por un asesino en serie. Dexter Morgan. Analista forense de la Policía de Miami, especializado en manchas de sangre, Dexter es un hombre ejemplar y totalmente normal para sus compañeros; sin embargo, su pasatiempo particular cosiste en matar. Ahora bien, los candidatos a sufrir su peculiar ritual sólo son otros criminales, criba oportunamente establecida por el padre de Dexter (Harry, oficial de policía) para que su hijo canalizara sus impulsos homicidas —desatados al presenciar el asesinato de su madre cuando era niño— con un fin positivo. El argumento es truculento, digno de las tragedias más oscuras de Shakespeare o Séneca.
Interesa especialmente recordar cómo empieza Dexter. En el mismo impactante prólogo, a través de la voz de Michael C. Hall, cortante como un cuchillo y grave como los ruidos de un volcán, el protagonista se deshace de un indeseable que abusa primero y asesina después a niños de un coro. Cuando lo tiene amordazado y fijado a una mesa, Dexter anuncia al desgraciado —y a los espectadores—, una declaración de intenciones:
Termina el prólogo y Dexter es presentado. Pero lo relevante son las imágenes que los creadores emplean para presentarlo abiertamente. Tras el asesinato, nos enseñan a Dexter en su yate, a continuación, su apartamento en una zona privilegiada. Efectivamente, con esta carta de presentación, ¿cómo no van a comulgar totalmente muchos con el credo y la vida de Dexter Morgan, en función, claro, de lo que hoy el hombre envidia especialmente? Sin embargo, aunque Dexter sabe que es capaz de camuflarse muy bien ante los demás, no se engaña a sí mismo; él sabe perfectamente quién es:
Con esto se desmarca de toda ambigüedad, y el público que lo adore a partir de ahora tendrá que asumir cómo es el protagonista de esa ficción que tanto lo ha enganchado. Dexter se define como un monstruo. Ya sabemos quién es Dexter.
No, claro que no. Esta es una cuestión que me apetece mucho tratar porque tengo la impresión de que actualmente la gente se confunde con los personajes de la ficción que ve en las pantallas de cine o televisión, o con los que lee en los libros. Me parece que no saben muy bien qué es un héroe.
El héroe tradicional, según yo lo entiendo, es el espejo ideal en el que puede mirarse el espectador (o lector), porque su reflejo es un ejemplo para cualquier hombre bueno. En esencia lo que hace un héroe es, con sus fuerzas y su inteligencia, restablecer un orden perdido que era legítimo y bueno o ayudar a cualquier persona que haya sufrido una injusticia a deshacer el entuerto, por utilizar una expresión cervantina. Su actividad, por tanto, es de orden social e individual. Defenderá siempre una causa buena y justa, y naturalmente, combatirá las fuerzas que odian el bien y la justicia. Luego, como observó Valle-Inclán, podrá haber básicamente tres manera de ver a estos personajes: «de rodillas, como Homero a sus héroes; de frente a nosotros, como Shakespeare ve a los suyos; y por debajo de nosotros, como Cervantes que, en todo momento se cree más cuerdo que Don Quijote». Sea como fuere, con unos ojos u otros, la naturaleza de los héroes está clara.
Ahora bien, si se acepta esta definición de héroe y no otra, ¿es Dexter un héroe? De ninguna manera. Aunque los personajes posmodernos se enfrenten en sus relatos a un mundo más complejo y enrarecido, y la distinción entre lo correcto y lo incorrecto, por tanto, parezca difusa. Sin embargo, habrá quien diga que ajusticiar indeseables es un acto heroico. O positivo. Yo no lo veo así. Y debo explicarlo.
Aunque lo merezcan. Y no digo que los miserables que Dexter liquida no lo merezcan, hay razones suficientes para negar al protagonista, y a quien sea, la autoridad de ajusticiar a nadie; por muy diabólico que haya sido el desgraciado al que se desea liquidar:
Las mujeres que aparecen en Dexter son personajes completamente marcados por la influencia maléfica del protagonista. Y por las manchas de un mundo violento que siempre ha visto en ellas a seres débiles. Incluida las 7ª temporada, Dexter ha tenido relaciones con cuatro mujeres distintas. Los motivos obedecen a diversas necesidades del personaje. Hasta su hermana, Debra, se enamora de él. Pero primero quiero decir algo sobre las otras.
En primer lugar, el personaje femenino más adorable que pasa por la vida de Dexter es una mujer con la que acaba casándose, Rita. Un personaje entrañable, inocente y bueno que al final de la cuarta temporada es asesinada por otro asesino en serie enemistado con Dexter (Trinity). De manera indirecta, a la joven esposa le salpica la maldición del protagonista. El cuadro es horrible, y es el ejemplo evidente de que alrededor de Dexter no hay nada bueno.
Así es como nos la presenta el psicópata:
Dexter, por muy atractivo que resulte, es un demonio. De hecho, actúa como ellos: primero disimula su realidad; luego, cuando sospechan de él, finge y disfraza su presencia; más tarde, en la intimidad, los destruye si puede o les jode la vida. Es un hecho: a quien permanece al lado de Dexter es como si lo maldijeran.
Después de siete temporadas magníficas, la serie ha avanzado lo suficiente como para sacar algunas conclusiones definitivas. Ya escribí sobre esto un capítulo entero en La cultura en las series de televisión, pero me gustaría expresar aquí alguna observación más. La fascinación que me produce Dexter es paralela al esfuerzo que le he dedicado. Voy a intentar, pues, aclarar mis reflexiones e iluminar los rincones oscuros de este perturbador y sombrío relato.
¿Quién es Dexter?
Dexter nació a los ojos de todo el mundo el 1 de octubre de 2006. El canal Showtime apostó por una serie revolucionaria protagonizada, de manera absoluta, por un asesino en serie. Dexter Morgan. Analista forense de la Policía de Miami, especializado en manchas de sangre, Dexter es un hombre ejemplar y totalmente normal para sus compañeros; sin embargo, su pasatiempo particular cosiste en matar. Ahora bien, los candidatos a sufrir su peculiar ritual sólo son otros criminales, criba oportunamente establecida por el padre de Dexter (Harry, oficial de policía) para que su hijo canalizara sus impulsos homicidas —desatados al presenciar el asesinato de su madre cuando era niño— con un fin positivo. El argumento es truculento, digno de las tragedias más oscuras de Shakespeare o Séneca.
Interesa especialmente recordar cómo empieza Dexter. En el mismo impactante prólogo, a través de la voz de Michael C. Hall, cortante como un cuchillo y grave como los ruidos de un volcán, el protagonista se deshace de un indeseable que abusa primero y asesina después a niños de un coro. Cuando lo tiene amordazado y fijado a una mesa, Dexter anuncia al desgraciado —y a los espectadores—, una declaración de intenciones:
«Pronto estarás cuidadosamente embalado en unas cuantas bolsas de basura, y así mi pequeño rincón del mundo será un lugar más limpio y feliz. Un lugar mejor».
Termina el prólogo y Dexter es presentado. Pero lo relevante son las imágenes que los creadores emplean para presentarlo abiertamente. Tras el asesinato, nos enseñan a Dexter en su yate, a continuación, su apartamento en una zona privilegiada. Efectivamente, con esta carta de presentación, ¿cómo no van a comulgar totalmente muchos con el credo y la vida de Dexter Morgan, en función, claro, de lo que hoy el hombre envidia especialmente? Sin embargo, aunque Dexter sabe que es capaz de camuflarse muy bien ante los demás, no se engaña a sí mismo; él sabe perfectamente quién es:
«Las reglas de Harry, mi padre adoptivo, están satisfechas. Y yo también. Harry era un policía aquí en Miami. Me enseñó a pensar como un policía. A no dejar rastro... Soy un monstruo muy pulcro».
Con esto se desmarca de toda ambigüedad, y el público que lo adore a partir de ahora tendrá que asumir cómo es el protagonista de esa ficción que tanto lo ha enganchado. Dexter se define como un monstruo. Ya sabemos quién es Dexter.
¿Es Dexter un héroe?
No, claro que no. Esta es una cuestión que me apetece mucho tratar porque tengo la impresión de que actualmente la gente se confunde con los personajes de la ficción que ve en las pantallas de cine o televisión, o con los que lee en los libros. Me parece que no saben muy bien qué es un héroe.
El héroe tradicional, según yo lo entiendo, es el espejo ideal en el que puede mirarse el espectador (o lector), porque su reflejo es un ejemplo para cualquier hombre bueno. En esencia lo que hace un héroe es, con sus fuerzas y su inteligencia, restablecer un orden perdido que era legítimo y bueno o ayudar a cualquier persona que haya sufrido una injusticia a deshacer el entuerto, por utilizar una expresión cervantina. Su actividad, por tanto, es de orden social e individual. Defenderá siempre una causa buena y justa, y naturalmente, combatirá las fuerzas que odian el bien y la justicia. Luego, como observó Valle-Inclán, podrá haber básicamente tres manera de ver a estos personajes: «de rodillas, como Homero a sus héroes; de frente a nosotros, como Shakespeare ve a los suyos; y por debajo de nosotros, como Cervantes que, en todo momento se cree más cuerdo que Don Quijote». Sea como fuere, con unos ojos u otros, la naturaleza de los héroes está clara.
Ahora bien, si se acepta esta definición de héroe y no otra, ¿es Dexter un héroe? De ninguna manera. Aunque los personajes posmodernos se enfrenten en sus relatos a un mundo más complejo y enrarecido, y la distinción entre lo correcto y lo incorrecto, por tanto, parezca difusa. Sin embargo, habrá quien diga que ajusticiar indeseables es un acto heroico. O positivo. Yo no lo veo así. Y debo explicarlo.
Aunque lo merezcan. Y no digo que los miserables que Dexter liquida no lo merezcan, hay razones suficientes para negar al protagonista, y a quien sea, la autoridad de ajusticiar a nadie; por muy diabólico que haya sido el desgraciado al que se desea liquidar:
- La primera de todas. Esa decisión no corresponde a nadie salvo a Dios. Desde esta perspectiva, no hay más que hablar.
Dexter, al ajusticiar a sus víctimas, sustrae a éstas cualquier oportunidad de redención. Evita, así, la posibilidad de arrepentimiento. No es un acto piadoso ajusticiar, es un acto cruel. Y el verdugo se equipara al criminal que pretende ajusticiar.
2. No hay que olvidar algo fundamental: Dexter no busca justicia por vocación o piedad eliminando personas más o menos «prescindibles». Dexter necesita matar. Es un monstruo, no lo olvidemos; a él no se le olvida.
3. Y tres. Como el mal sólo puede producir mal, no es seguro que discriminando entre delincuentes y no delincuentes, no termine Dexter perdiendo los estribos y matando a inocentes. Como de hecho ocurre. Laguerta, al final de la 7ª temporada es un caso indiscutible, o de manera indirecta al estar maldito con su pacto con el pecado, su propia mujer, Rita.
Además, Dexter no puede defender causas nobles porque no cree en una realidad trascendente y en consecuencia para él el bien es algo relativo. Y dos cuestiones más: El dichoso código que heredó de su padre no deja de ser un instrumento sibilino con el que se juega con el espectador; una justificación indigna con la excusa de que hay personas que merecen morir. Seguramente Dexter sería una de ellas, pero se cerraría el chiringuito, y no vamos a ponernos tan serios. Y en segundo lugar, que nadie olvide que Dexter podría pasar por un psicópata prácticamente puro. Si no es suficiente con que su personalidad refleje la lista entera de rasgos psicopáticos, quizá echamos en falta que el protagonista de esta genial serie es un enloquecido sádico. Porque lo que hace con sus víctimas es, efectivamente, crueldad refinada; y el chico disfrutar, disfruta.
Esto no es un héroe. Es un personaje perturbador de ficción.
Las mujeres de Dexter: sus otras víctimas
Las mujeres que aparecen en Dexter son personajes completamente marcados por la influencia maléfica del protagonista. Y por las manchas de un mundo violento que siempre ha visto en ellas a seres débiles. Incluida las 7ª temporada, Dexter ha tenido relaciones con cuatro mujeres distintas. Los motivos obedecen a diversas necesidades del personaje. Hasta su hermana, Debra, se enamora de él. Pero primero quiero decir algo sobre las otras.
En primer lugar, el personaje femenino más adorable que pasa por la vida de Dexter es una mujer con la que acaba casándose, Rita. Un personaje entrañable, inocente y bueno que al final de la cuarta temporada es asesinada por otro asesino en serie enemistado con Dexter (Trinity). De manera indirecta, a la joven esposa le salpica la maldición del protagonista. El cuadro es horrible, y es el ejemplo evidente de que alrededor de Dexter no hay nada bueno.
Así es como nos la presenta el psicópata:
«Viernes noche. Noche de citas en Miami. Todas son noches de citas en Miami. Todo el mundo le da al sexo. Para mí el sexo nunca entra en juego. No entiendo el sexo. No tengo nada contra las mujeres y tengo una sensibilidad apropiada sobre los hombres, pero en lo que se refiere al acto sexual, siempre me ha parecido... indigno. Pero debo seguir el juego. Y tras muchos años intentando parecer normal, creo que he conocido a la mujer perfecta. Deb le salvó la vida después de un altercado doméstico. Nos presentó, y llevamos seis meses saliendo. Rita me gusta porque en cierta manera está tan... perjudicada como yo»
Y así era. El exmarido de Rita, un adicto al crack, la
violó y maltrató en repetidas ocasiones. Posteriormente le dará un hijo a Dexter (Harrison),
que, se resuelva como se resuelva la serie, ya ha sido perjudicado de por
vida.
Luego hay que recordar
a Laila,
una amante peligrosa que se echa Dexter en la 2ª temporada y a la que acaba matando. Lumen, en
cambio, una joven bonita que también mantiene una relación extraña con Dexter, acaba desapareciendo para siempre al tener con el protagonista vínculos y
secretos demasiado graves como mantenerse juntos. Y la cuarta en cuestión es Hannah McKay,
una bellísima y enigmática mujer (interpretada de manera soberbia por Ivonne Strahovski)
de la que Dexter acaba enamorado en la 7ª temporada. Pero esta chica
además de guapa es letal, y va dejando un rosario de muertes para sobrevivir a
los abusos que ha ido sufriendo a lo largo de su vida. Su tormentoso romance
con Dexter es lo que puede abrir una ventana de esperanza para el
protagonista. Pero creo que ya ni el amor puede salvar a Dexter de
un final aciago, trágico e infeliz. Y Dexter no es Raskólnikov, aunque se parezca. Si Dexter no se arrepiente sinceramente antes, el amor no lo
puede alcanzar. De otra manera, no hay final feliz.
Por último he dejado a Debra, la hermana de Dexter. Bien, estoy enamorado
de su personaje. Aunque Hannah me ha parecido un acierto inmenso, y su personaje
también me ha cautivado, soy fiel a Debra
Morgan. Con el paso de los años fue cogiendo
peso en la serie y en mi opinión fue la que alimentó el interés por Dexter, incluso hizo crecer la serie.
Así da
a conocer a su hermana Dexter en el primer episodio:
«Esta es mi malhablada hermana adoptiva, Debra. Tiene un gran corazón, pero no deja que nadie lo vea. Es la única que me quiere. Eso me gusta. No siento nada por nadie, pero si pudiera, lo sentiría por Deb».
Luego habla ella por
primera vez y nos hacemos una idea de cómo es: «Necesito demostrárselo a Laguerta y a
los chicos. Se están burlando de mí. Dicen que sólo cierro casos si me abro de
piernas. He de salir de Antivicio». Debra siempre ha estado muy unida a su hermano, y a él pide
consejo cuando está estancada en algún caso. Con todo, detrás de los tacos se
esconde una mujer valiente, entregada, leal, profesional como nadie y muy
humana.
Mucho después, la vemos desgastada, hundida, desconcertada. Ha sufrido tanto que ha perdido el norte. El
amor por su hermano le lleva a encubrir que él es otro criminal más y, finalmente,
a matar ella misma a la capitana de Policía. El viaje de Debra es
todo un descenso a los infiernos. Cuanto más unida está a su hermano más le
salpica la sangre que éste va esparciendo, y las víctimas son tantas, que la
sangre de éstas claman desde la tierra como la de Abel ante
Dios. Debra, desgraciadamente, está ya comprometida con Dexter hasta el final, sea cual sea la conclusión que decidan los guionistas de la serie. Porque ha firmado un pacto de sangre. Aunque se entregue, o entregue a su hermano
(cosa impensable), Debra habrá
de soportar sus propios crímenes y sus muchos y graves pecados.
Al espectador, a mí al
menos, le duele la degradación, la caída de Debra. No me gusta ver humillada a una mujer que vale tanto; no soporto apenas imaginar el profundo vació que le espera al personaje. Pero su caída se debe a que ha sido arrastrada por
su hermano. Ella es el personaje más maltratado de la serie con diferencia, aunque no podía ser de otra forma, lamentablemente. Ha decidido seguir y proteger un demonio, su hermano. Paradójicamente, el héroe que ella tenía de pequeña. Amargas
ironías. Y dura lección la que nos enseña este relato. Otra mujer más que se pierde a sí misma por amar al hombre equivocado.
La filosofía de Dexter: el superhombre, Nietzsche y el mundo actual
En Dexter se reúnen de manera radical el cientifismo, el relativismo, el materialismo y el egoísmo o individualismo puro, la supuesta plena independencia y la negación de cualquier tipo de trascendencia. A mi modo de ver es casi una fotografía del mundo actual.
Dexter es un tipo seguro, independiente, que reniega de los valores morales impuestos por otros y que cree que nada hay más real que la ciencia y la materia. Está convencido. Y hace gala de ello varias veces durante los más de cincuenta capítulos que ha dado de sí el relato. Él, en todo caso, es su propio Dios.
Me gustaría señalar lo desalentador que es un mundo así, esclavo del pecado y de la muerte. Nada más. Y que Dexter, la serie, es una buena imagen de este mundo que camina con pasos obstinados y firmes hacia una enorme apostasía. Por eso quizá son peligrosos este tipo de relatos, porque aunque sólo pretendan ser fieles a la realidad, el público asume que es lo que hay, y que el pensamiento de Dexter es el correcto y el que se debe seguir.
Pocos han hecho tanto daño a la Humanidad, y lo digo claramente, como el filósofo Friedrich Nietzsche. Las ideas, también enseña la Historia, han sido muchas veces nidos de serpientes. Y el pensamiento del alemán, furibundo anticristiano y, al final, enloquecido moribundo, combatió la fe y al cristianismo hasta el punto de afirmar: «Dios ha muerto». El hombre nuevo que nacería, según él, tras la «muerte de Dios», es el superhombre. Pues bien, Dexter es un modelo de superhombre, y por lo tanto, de anticristo. A partir de Nietzsche, demasiados han sido embriagados por la llamada a la violencia y a la total autonomía del ser humano, esclavizando o prescindiendo de otros, débiles o no, simples objetos con los que satisfacer los deseos de los nuevos hombres.
No sin cierto humor, Nietzsche acabó sus días loco. Y de él se llegó a escribir: «Nietzsche ha muerto. Firmado, Dios.» Dexter no lo reconocerá nunca, pero cuando muera, por muy superhombre que haya podido ser, no podrá darse a sí mismo la última victoria. La de verdad. Y entonces comprenderá que siempre fue tan siervo como todos.
¿Qué es el oscuro pasajero?
No es la gracia del héroe, desde luego. No es favor ni don divino. El pasajero oscuro puede ser una excusa para evitar reconocer los actos de los que Dexter es responsable. Así lo ve él también en la 7ª temporada. Pero un hombre que hace esas cosas lleva un demonio, o muchos, dentro. No actúan por él. No lo obligan. Pero lo incitan a matar. Y la tentación es tan fuerte... Así, como Dexter es responsable de dejarlo entrar, y ya forma parte de él, nuestro autónomo, libre y envidiado protagonista, ¡obedece a su oscuro pasajero como un esclavo! ¡Vaya cosa! Al parecer Dexter también tiene amo. Y es sabido que el mal pertenece al diablo.
Qué maravilla de entrada Luis, ¡me encanta!
ResponderEliminarTienes razón en todo, Dexter no debe acabar bien, no se lo merece. Ningún psicópata (cumple todos los rasgos para serlo como bien dices) debe librarse del mal que hace.
Estoy intrigadísima por saber qué tienen preparados los guionistas para la siguiente temporada, aún así espero que no se retrasen mucho en darle un final, porque no me gustaría que por tener audiencia lo alarguen demasiado, eso sería un grave error, como ha pasado en muchas series.
Y quién nos iba a decir que Debra acabaría siendo testigo de esta manera, ¡matando! me da mucha pena, ¿Qué ocurrirá con ella ahora? Son todos estupendos actores pero la dificultad de interpretar un papel como el que le toca a partir de ahora a J. Carpenter me resulta de lo más apasionante.
Gracias Sara:
EliminarBueno, ya llevamos cuatro capítulos y parece que están escondiendo muy bien lo que pasará al final. Sí es cierto que Dexter está muy vinculado a Debra y que ésta, magníficamente interpretada por J. Carpenter, es imprevisible. Las expectativas son muy grandes pero confío en la capacidad de los guionistas de esta serie, pues hasta ahora lo han hecho de cine.
Pueden acabar de cualquier manera, pero lo lógico es que Dexter acabe mal. O al menos Debra. Sólo así puede el público reaccionar frente al protagonista y reconocer que todo lo que éste «ama» ha acabado destruido sin que él intervenga directamente.
Debra se ha convertido en la verdadera estrella de la serie en estas dos últimas temporadas. Todos los conflictos morales giran en torno a ella. Es el polo opuesto de Dexter. Si no se deshacen de ella antes de llegar al final, de alguna forma dramática, se puede comer al personaje principal. Pero incluso este desenlace tiene el riesgo de opacar el final de Dexter. Veremos.
hola, buen articulo, para mi dexter es una mezcla de psicopata puro como podria ser el hermano, o el hijo de vogel q no sienten remordimiento y lo q en eu llaman un vigilante, el que hace justicia por mano propia q en EU no esta tan mal visto como en otros lados. Dexter en el unico momento q parece un ser humano( hasta que se humaniza al final) es cuando mata. en su vida diaria el quisiera ser humano pero no entiende los sentimientos ya q nunca tuvo, pero es extraño como culpa a los demas con tanto enfasis cuando el hace lo mismo, es como un lado moralista dado por la educacion q tuvo, extraño en un psicopata lo q da la pauta de q no lo es de forma pura. Y por que nos atrae? no sé, pero el en el fondo no quiere dañar a la gente es como un adicto que no puede parar, pero tiene un lado moral por ejemplo cuando mueren rita y deb se siente mal porque cree q es su culpa, eso demuestra que tiene un lado humano, eso creo que nos atrae el reconoce q es un monstruo pero lucha a su forma contra lo q es, quiere ser humano y no puede, y nos embarca en su lucha a los q miramos, pero es solo una opinion, saludos.
ResponderEliminar