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viernes, 20 de junio de 2014

Platero y yo de Juan Ramón Jiménez

El libro más tierno y bello de cuantos he leído —en tanto supone una hermosa exaltación de la naturaleza, pero también un magnífico canto a la amistad, y una nostálgica mirada al pasado—, es obra de un español. Su nombre, Juan Ramón Jiménez (1881-1959). He salido al campo muchas veces con su obra maestra en la mochila. La naturaleza es un marco incomparable para leer Platero y yo, porque esta delicia literaria se desarrolla al aire libre, bajo el intenso sol del mediodía y los colores suaves de la tarde, mientras el narrador, un poeta, recorre los paisajes de su pueblo andaluz acompañado de su burro, el inolvidable Platero. Juan Ramón Jiménez presenta así al hombre en armonía con su entorno, a través de escenas líricas, como un fabuloso pintor impresionista, haciendo que sus palabras parezcan música y empapando el alma de cada lector de alegría y a veces de tristeza. 

España, Patrimonio de lo Sagrado: Orihuela


Para ser mediados de mayo, el termómetro no pesa tanto en la ciudad de Orihuela como esperaba. Normalmente en este enclave del levante peninsular los grados se sienten con más intensidad que en Albacete, pero esta tarde el ambiente no es todavía sofocante. Mejor, porque tengo intención de pasear por sus calles. Mi primer destino, sin embargo, es un recinto cerrado: El Museo Diocesano de Arte Sacro. A él me movía el interés desde hace tiempo por varias piezas de la colección, sobre todo por una pintura. Sin lugar a dudas la joya de la corona. Uno de las pocos cuadros de Velázquez de temática religiosa. Y toda una obra maestra. Manet dijo de Velázquez que era el pintor de pintores, y que cualquier pintura suya justificaba cualquier viaje. No mentía. La Tentación de Santo Tomás es una de las pocas obras de arte a las que me he enfrentado que me han provocado un escalofrío gracias a su belleza y perfección.

martes, 17 de junio de 2014

El Poema de Gilgamesh o el primer cuento de la literatura universal

Es el cuento más antiguo que conocemos de la literatura universal. Se le conoce como El poema de Gilgamesh, y se trata de una fascinante aventura épica que dará inicio a una serie de clásicos que se remontan a nuestros días, a toda una cadena ingente de libros e historias que han poblado la imaginación de centenares de generaciones, y toda clase de bibliotecas, desde los modestos anaqueles de particulares a las funcionales bibliotecas modernas, pasando por las legendarias estanterías de las ciudades del mundo antiguo. Esta apasionante epopeya supone, sin embargo, algo único: Nos traslada, a través de un viaje iniciático en forma de aventura, a la más remota antigüedad, para que aprendamos de los mitos primitivos conservados en la memoria de las primeras civilizaciones de la humanidad; mitos cuyas enseñanzas son un espejo del corazón de los hombres y de cómo éstos se relacionaban con los dioses, o mejor, cómo entendían la divinidad. Pues nuestras inquietudes son las mismas que acosaban a los hombres de hace más de cuatro mil años.