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viernes, 19 de septiembre de 2014

Aquí vive el horror: La casa maldita de Amityville de Jay Anson

Después de ver la cinta Líbranos del mal me he animado a publicar el comentario que tenía preparado desde hace un año sobre la historia de la famosa casa maldita de Amityville. Cuando leí por entonces Aquí vive el horror, el libro que cuenta estos hechos, me estremecí a la par que cuando leí por primera vez la insuperable obra maestra de William Peter Blatty, El Exorcista. La historia a la que aludo ahora es terrible, y una vez más remite a hechos sobrenaturales -o como gustan en llamarlos ahora, paranormales- que dieron lugar a este libro y a varias producciones de Hollywood. Además, por si fuera poco el drama que rezuma este inmueble, el periodista Jay Anson, autor de este libro, murió poco después de hacer pública la maldición de esta casa. Una historia real que se ha convertido en icono del misterio, y esta obra, en un libro maldito.


En realidad Aquí vive el horror es hoy un libro prácticamente desconocido en nuestras fronteras -desconozco la realidad en América y el resto de Europa-, que en Estados Unidos permaneció durante un año en las listas de los más vendidos del New York Times y vendió casi tres millones de ejemplares. Cómo esta joya bibliográfica no es reeditada constantemente es algo que se me escapa.

Pues la historia, real como digo, es terrorífica. Y la vivió en primera persona una familia de lo más sencilla... En diciembre de 1975, la familia Lutz compró una casa amplia y confortable a las afueras de Nueva York, donde apenas un año antes se había cometido un asesinato múltiple (el de la famila DeFeo). Comenzó entonces la más aterradora experiencia. Nubes de grandes moscas aparecían en la casa en pleno invierno, voces y presencias extrañas que no eran capaces de ver, paredes cubiertas de sustancias verdes gelatinosas, olores nauseabundos, fenómenos de levitación de los propios inquilinos... Veintiocho días después la familia Lutz huyó espantada, abandonando en el acto lo que tenía en aquella casa.

Poco después, cuando la prensa y otros medios de comunicación empezaron a publicar retazos de la vida de los Lutz, según éstos demasiado sensacionalistas, el matrimonio aprobó que se publicara su historia. Emprendieron entonces la tarea agotadora y penosa de reconstruir en cinta magnetofónica los veintiocho días que vivieron en la casa maldita. Jay Anson fue el encargado de recoger sus palabras... Muchas de las impresiones e informes fueron corroborados más tarde por las declaraciones de testigos imparciales, tales como el sacerdote Mancuso y los agentes de policía local.

Pero tal vez la prueba más elocuente, aunque circunstancial, de su veracidad, sea la siguiente. Su inexplicable huida. Pues se necesita algo más que un exceso de imaginación para impulsar a una familia sensata de cinco miembros a tomar una medida tan drástica como abandonar una magnífica casa de tres plantas, sótano, piscina y una caseta para embarcaciones, sin llevarse siquiera los objetos personales.

Jay Anson transcribió, como digo, los hechos tal como ocurrieron. Y los resultados son espeluznantes. A la altura, insisto una vez más, del afamado relato de El Exorcista. Aquí vive el horror, en definitiva, es para mi gusto una obra maestra de la literatura de terror; literatura, por otra parte, lejos de la fantasía desbordada de un Stephen King o un Clive Barker, y por eso mucho más temible y peligrosa. 

Uno, después, podrá creer o no en este tipo de sucesos. Pero taparse los ojos y los oídos no significa que éstos desaparezcan.


           

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