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viernes, 19 de septiembre de 2014

Comentarios de cine: Líbranos del mal de Scott Derrickson

Tenía razón mi amigo LuisLíbranos del mal es una película que se deja ver. No tiene mucha calidad, pero cumple con creces con lo que se le pide. Transmitir inquietud y terror a partir de una historia creíble. El mayor logro, de lejos, es la atmósfera oscurantista y densa que destila la película. Donde no estoy tan de acuerdo con mi amigo es en que su estilo no sea explícito, o más técnicamente hablando, gore. Pues nada hay aquí de la elegancia de Expediente Warren. La sangre, por ejemplo, es una constante en algunas escenas, y las imágenes ultrarrápidas y muy gráficas que son arrojadas a la cara del espectador no contribuyen precisamente a desenredar la insania en la que se ven envueltas cada vez más nuestras sociedades. Puedo decir por tanto que Líbranos del mal me ha gustado bastante, pero también que no se la recomiendo a nadie.

Scott Derrickson, por otra parte, es un director que ya ha demostrado su pericia en el género de terror. Suyas son por ejemplo El exorcismo de Emily Rose -magnífica- y Sinister -muy buena, con Ethan Hawke a la cabeza-. No en vano, del mismo corte es Líbranos del mal; una investigación policial basada en hechos reales que deriva en un caso siniestro y sobrenatural.

La cinta, efectivamente, adquiere mayor interés si cabe por el ingrediente añadido de responder a una experiencia real que vivió un agente de policía de Nueva York llamado Ralph Sarchie, a quien interpreta correctamente en esta película Eric Bana. La aterradora experiencia a la que nos referimos -en realidad una serie de casos paranormales- cambió la vida del sargento de policía, que de la noche a la mañana se topó con la realidad de los poseídos y terminó dejando su puesto de trabajo para aliarse con un sacerdote con el propósito de extraer demonios de las personas aquejadas por este mal.

Pues bien, inspirado en el libro donde Sarchie describe sus experiencias con los poseídos, Derrickson construye una trama angustiosa y de creciente suspense en la que un grupo de soldados enviados a Iraq regresan a casa con algo desconocido dentro. Tres años trascurren hasta que se desencadenan los hechos. Entonces, cuando el maligno empieza a cobrarse las primeras vidas, el sargento interviene pensando que detrás de los homicidios no hay nada extraño. Lo que descubre, sin embargo, le hiela la sangre. Y doy por hecho que más de uno en las salas de cine habrá soportado con ansiedad el desenlace de la cinta.

Pensando precisamente en las personas que han acudido al cine a ver esta película, me vienen a la mente algunas preguntas. ¿Cuántas personas han ido a ver esta película creyendo realmente en los fenómenos que describe la misma? Me pregunto qué resortes ocultos se despiertan en nosotros para motivarnos a contemplar obras de este tipo y a gozar incluso con ellas. ¿Es el morbo un impulso demasiado fuerte como para resistirlo, aunque a lo que nos llame sea a ver cosas tan desagradables como los poseídos cinematográficos?

Profundizando todavía más en las cuestiones anteriores, me pregunto además si las personas que han visto esta película creen en un mal personal o en el mal como algo totalmente abstracto. Bastaría con acudir a las creencias religiosas -o ausencia de éstas- para saber la respuesta. Sin embargo, hay algo de lo que estoy totalmente seguro sin necesidad de la prueba del algodón. El 99 % de las personas que acudieron a las salas de cine para ver Líbranos del mal creen que el diablo -crean o no en él- no les hará daño si no se meten con él. Pero están totalmente equivocadas. De hecho, con solo ver esta cinta ya se abre un pequeño resquicio en nuestra mente por el que afloran multitud de ideas nocivas. 

En cualquier caso, la posesión diabólica es una acción extraordinaria, una forma de tortura demoníaca que se da en contados casos. Recuerdo en estos momentos las palabras del padre Gabriel Amorth, exorcista oficial del Vaticano, al respecto:


La posesión diabólica consiste en la dominación por parte del diablo del cuerpo físico de una persona; esta intervención del demonio contra el ser humano es su amenaza más severa. (...) Conocemos que «el poseído es dañado de forma terrible, tanto psicológica como físicamente, y en este caso el sacerdote se enfrenta a una batalla feroz contra Satanás. Es tan grave la posesión que a veces durante el exorcismo se observan movimientos bruscos en las entrañas del poseso, e incluso puede vomitar clavos y cristales que se materializan físicamente en la boca durante las oraciones. ¡Esto es difícil de creer, aunque absolutamente cierto! Se produce porque se ha logrado la posesión de esa persona realizando algún maleficio perverso durante una ceremonia satánica o de magia negra, en la que se han utilizado esos objetos. Y las oraciones del exorcista llamando a Jesús a intervenir, son las que logran que se materialicen y sean expulsados de una vez. Fuera del cuerpo el objeto maldito, se acaba la posesión» (Cielo e infierno: Verdades de Dios: María Vallejo-Nágera, LibrosLibres, Madrid, 2012, p. 191).

En fin, en mi opinión tenía toda la razón del mundo Baudelaire cuando dijo que la mayor argucia del diablo es hacernos creer que no existe. Parece lógico, pero nadie se detiene a pensar por qué. La razón es que si el diablo ya nos tiene en sus manos, mostrarse en una forma reconocible para nosotros, solo servirá para que reaccionemos contra él. Pero al diablo lo que le interesa es que no creamos que existe para poder operar sin obstáculos.

La no creencia, en este caso, en vez de ser una especie de amuleto protector, es justamente lo contrario. Como conducir un vehículo a 200 km por hora sin llevar puesto el cinturón.



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