Desde
un lugar elevado, casi siempre por encima de los últimos tejados, Luis Romero me
permite otear los campanarios, las casas encaladas, los huertos y labrantíos de
un mundo de color y encanto con el que nuestro mundo sensible parece en deuda,
como las cosas eran para Platón imágenes imperfectas del perfecto mundo de las
ideas.
La verdad es que las pinturas de Luis Romero dan la impresión de eclipsar la realidad de este lado, de deslucir la naturaleza en la que habitamos, de oscurecer los escenarios terrenales más bellos que recordamos haber pisado; de silenciar las ruidosas urbes contaminadas, oponiendo vistas de pueblos que, precisamente por estar lejos de la zumba y el cansancio que acarrean las muchedumbres, parecen paraísos reservados a unos pocos elegidos, lugares vírgenes que purgan a los hombres con sólo mirarlos.
Sus
alegres y deslumbrantes paisajes, configurados por una súbita atomización de
los colores del arco iris, encantan la vista y deleitan los sentidos. Se trata
de cuadros ejecutados con técnica realista, aunque inspirados en legendarios espacios
del imaginario popular, y animados por un espíritu expresionista que es conjurado
por medio de tonos vivos, luminosos y alegres, llevados al lienzo a partir de mil
trazos esbeltos y tornasolados. De rayitas de mil colores diversos que acaban
representando naturalezas en las que el hombre sensible se siente evocado.
Callejas lindas, balcones acicalados, hogares siempre vivos, con la fosforescencia cálida de sus ventanas saludando a la luna, que, curiosa, se asoma al firmamento, llenando de luz la noche misma, que nunca luce en los cuadros del pintor de Ronda negra y amenazante.
El
bello colorido de las pinturas de Luis Romero, las hermosas escenas que nos
regala, los coquetos rincones de los mejores pueblos soñados por el artista sureño, hacen olvidar los sinsabores del mundo, permiten suprimir del
alma los vahos oscuros que engendran las preocupaciones cotidianas, salirse, sin
notarlo, de los nubarrones que nos ensombrecen a diario. Vida, color, alegría,
esperanza… caricias que se lleva el alma cuando se pone delante de los cuadros
del rondeño; un pintor que transmite como nadie lo que significa en el fondo la
palabra patria:
La tierra donde nacieron nuestros padres y, ligados a esa
tierra, los recuerdos que deseamos mantener plenamente vivos. Y si me apuran,
todo aquello que amamos.