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viernes, 15 de enero de 2016

Esbozo de crítica a la Democracia: Algunos argumentos contra el sistema democrático

Desde hace mucho tiempo lleva fraguándose en mi cabeza la idea de madurar seriamente el alcance de la democracia, la necesidad de ordenar mis conocimientos y exponer las conclusiones de todo ello. He aquí un esbozo de este relativo esfuerzo, que espero sea considerado responsablemente, como una aportación particular al debate que nos ocupa.

La democracia ciertamente tiene valores positivos, y uno de los principales es, sobre el papel, la intención de dividir el poder y hacerlo así lo más limitado posible. Pero no todas las democracias respetan este principio, ni tampoco todas lo incluyen entre sus fundamentos. No es lo mismo la democracia que desciende de la Revolución Francesa y se asienta en buena medida en Europa, que la democracia Norteamericana. De hecho, la democracia ha recibido numerosos apelativos (burguesa, censitaria, cristiana, directa, liberal, orgánica, representativa, etc.) y las ideologías más dispares apelan con la misma vehemencia a ella. Es por tanto muy sospechoso, por ejemplo, que en España todos los partidos hoy en el candelero, siendo en principio diferentes, defiendan la causa democrática, sea lo que quiera que esto sea. Así, demócratas se dirán PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos, IU, Vox y hasta la Conferencia Episcopal Española. Pues bien, este estado de cosas fuerza inmediatamente el primer corolario:

  • La democracia es un concepto ambiguo y corrompido, que servirá en consecuencia incluso a intereses enfrentados a muerte, y que se entiende de muy diversas maneras según quién invoque su nombre. En fin, democracia es un término oscuro que puede ser utilizado para fines opuestos, lo cual es un disparate.

Se ha dicho, por otro lado, que la democracia es una forma de gobierno. Y es verdad en parte, pero sólo en parte, porque no es sólo eso. La democracia es una forma de gobierno, una doctrina política y una forma de sociedad. 


La esencia de la democracia radica, en resumidas cuentas, en la soberanía popular; y esto consiste en que el pueblo ejerce verdaderamente el poder, directamente o por medio de representantes. Pero este principio representa una impostura enorme. No hay más que fijarse en los hechos para concluir que los ciudadanos no ejercen el poder político. Muy cierta es, en cambio, otra cosa: Unos mandan y otros obedecen. Y es evidente que los ciudadanos sólo obedecen.

Es sabido que los representantes discuten asuntos que no trascienden, incluso que deciden cosas contra los propios intereses nacionales. La soberanía popular en definitiva es una falacia, porque el pueblo no tiene ningún poder efectivo. No existe nada parecido a la voluntad general. Y decir lo contrario es desconocer el mundo en el que se vive.

Con todo, al pueblo se le hace creer que puede cambiar en el fondo algo. La ficción del voto es una hábil artimaña porque el ciudadano está condicionado extraordinariamente por la educación recibida en las aulas y los medios de manipulación de masas. La opinión pública, por desgracia, se corresponde con la opinión publicada. La democracia entonces no es tal, sino el gobierno de los poderes ocultos por medio de los medios de manipulación de masas. No hay democracia, sino plutocracia. Y una cantidad ingente de mamones burócratas que lastran las naciones al chupar, insaciables, de sus ubres.

Más allá de todo esto, hay que caer en la cuenta de que el pueblo puede equivocarse. Y de que las mayorías no establecen verdades morales ni principios objetivos e inmutables. En consecuencia no pueden haber unas religiones verdaderas y otras falsas, porque todas son iguales a ojos de la democracia. Ahora bien, todo consenso humano puede variar. Y este es uno de los males mayores del sistema democrático: el relativismo axiológico. Dar el mismo valor a lo que no lo tiene. Esto es injusto, pero así sucede. Y siendo injusto se le llama justicia e igualdad.  

En relación con esto se produce el hecho escalofriante de que el necio y el sabio puedan decidir lo que conviene a la patria común y a los intereses personales. Los dos. No los sabios exclusivamente, o los mejores, sino lo más ignorante, lo peor de cada calle. El sabio, así pues, no podrá imponerse jamás a una mayoría de necios, y esta mayoría será la que determine el curso de su patria. Porque:

  • La democracia aspira a esto y no a otra cosa: a que los necios legitimen el orden impuesto. 

La democracia, por tanto, se convierte en una religión, en otra forma de fundamentalismo en manos de los ignorantes. La ideología democrática resulta a día de hoy incontestable, logrando alcanzar carácter absoluto. Se trata del desarrollo último de otro de sus rasgos esenciales: el secularismo. Entonces, como no hay más poder que el poder público, ese poder puede injerir incluso en las conciencias, y de esta manera diseñar la sociedad para hacerla al gusto de quien realmente manda.

Por tanto, no estamos ante una democracia, puesto que no hay efectivamente un gobierno del pueblo, sino ante una idiocracia, o gobierno de los memos.

La democracia, así pues, resulta, no el peor sistema de gobierno con excepción de todos los demás, como dijo alguien pretendiendo decir una gracia, sino la forma de gobierno más perfecta y sutil para esclavizar la voluntad de los pueblos y extinguir el eco de Dios en las conciencias humanas.

La dictadura no es sin embargo una cosa en sí, un estado que evitar a toda costa porque represente todo lo malo que al hombre puede acaecerle. La dictadura es un instrumento, y por tanto puede ser buena o mala, según el fin al que se oriente. La democracia, en cambio, lleva en su sangre el relativismo, el secularismo, concepciones falsas de igualdad y justicia, confusión en todos los órdenes y la tolerancia y el fomento de los necios, que conduce irremediablemente a las sociedades que la sufren a asfixiarse en una cháchara interminable, perdiendo el norte, e impidiéndoles asimismo la unidad de pensamiento y de acción necesarias para revertir la degeneración en la que inevitablemente se hunden.

4 comentarios:

  1. "La democracia es la puesta en plural del Pecado Original"
    Jean Maridan.

    Haddock.

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    1. No conocía esta frase de Madiran acerca de la democracia.

      Pensándola un momento, me parece que predica una enorme verdad. La democracia es, por decirlo de otro modo, la normalización de ese pecado, la forma de hacerlo oficial.

      Muy interesante Haddock. Muchas gracias.

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  2. Comparto muchas de las afirmaciones que se hacen en el artículo, como crítica a las debilidades de la "democracia" que actualmente, funciona en España.

    Entiendo, que en un animo constructivo, lo que podemos aportar, es lo que cada uno visualizamos, aspiramos, como modelo a implantar. Personalmente, entiendo que la democracia por garantizar el cumplimiento de un ordenamiento jurídico, garantizar que todos somos estamos sometidos por igual a el, y que no se aplica de forma arbitraria. A partir de ahí lo que se debería de inculcar, es la "responsabilidad individual" como valor fundamental, tener siempre presente, que cualquier derecho a solicitar, vendrá precedido con una serie de responsabilidades a asumir. Entiendo que sin estas dos premisas, cualquier sistema tenderá a su malversación.

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    1. Muy sensatas sus palabras Manuel. Pero me parece que a estas alturas totalmente irrealizables. El envilecimiento de la sociedad es ya irreversible. Este grado de libertinaje sólo se corregirá con una tremenda catástrofe. Pero sólo cuando la gente sienta de nuevo el horror en sus carnes. No antes. Los últimos dos mil años serán el testigo que Dios llamará en el Juicio Final para demostrarnos que cada vez hemos sido peores, para recordarnos qué hemos hecho con su sacrificio en la cruz.

      Pero fíjese lo que le digo, Manuel: Si resulta finalmente -imaginemos tan sólo- que no hay Dios, el nivel de estupidez actual y la mala sombra de nuestros semejantes, no pueden llevarnos en cualquier caso ni a buen puerto ni demasiado largo.

      Vivir pa'ver.

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