La tesis del último libro del cardenal Robert Sarah, de título bellísimo y portada igualmente evocadora, Se hace tarde y anochece, es que el mundo está en un momento crítico y decisivo, es decir, en trance de muerte. Son palabras de alarma y de angustia, desde luego, pero no son las primeras en prevenir sobre lo que sucede en el mundo y sobre lo que está por venir. Previamente, algunos libros de ficción habían advertido sobre la tenebrosa dictadura global que se cierne (1984, Un mundo feliz, Juana Tabor, El campamento de los santos, El padre Elías, Señor del mundo, etc.). También lo habían hecho voces más o menos autorizadas, como Dominique Venner, que trató de sacudir las conciencias, no sólo con su pluma (Europa y su destino) sino principalmente con su acto final, quitándose la vida en la catedral de Notre-Dame de París. Si este conjunto de voces será finalmente o no un grito profético, el tiempo lo dirá.
Se hace tarde y anoche es formalmente un libro de entrevistas. La voz protagonista es, como ya se ha dicho, la del cardenal africano Robert Sarah, que dirige este grito de denuncia a «los cristianos que se estremecen, vacilan y dudan»; para decirles que no duden, que no teman, que se mantengan firmes en la doctrina y perseveren en la oración, porque el misterio de Judas se propaga y la Iglesia sufre, ha sido deshonrada y sus enemigos están dentro de ella. Desde luego, la Iglesia vive una noche oscura. Está envuelta y cegada por el misterio de iniquidad. Y en ella, qué duda cabe, se ha colado el humo de Satanás.
Pero el prelado africano no se limita, ni mucho menos, a hablar de los males que afectan a la Iglesia, sino que amplía su objeto de estudio y trata sobre la crisis de Europa y de la civilización occidental. Pasa revista al derrumbe actual de la verdad, la decadencia de la moral, los extravíos políticos y las diversas utopías ideológicas, las democracias posmodernas y el capitalismo, etc.
A fin de cuentas, la tesis del cardenal se resume en que el motivo de semejante decadencia es la fatal crisis espiritual, cultural e identitaria de Occidente, que procede en buena medida de los errores y horrores de la Ilustración. De modo que «Occidente ya no sabe quién es, porque ya no sabe ni quiere saber qué lo ha configurado, qué lo ha constituido tal y como ha sido y tal y como es. Hoy muchos países ignoran su historia. Esta autoasfixia conduce de forma natural a una decadencia que abre el camino a nuevas civilizaciones bárbaras».
En concreto, para el cardenal Sarah «Europa ha perdido su nobleza. La fealdad invade todos los sectores de la sociedad [...] Ya no existe la búsqueda de la verdad [...] El mal y el bien se confunden [...] Vivimos en la confusión [...] La familia, el matrimonio y la persona humana se redefinen una y otra vez [...] Es como si Occidente se odiara a sí mismo y estuviera dispuesto a suicidarse».
Así parece sin duda a cuantos tienen ojos para ver. ¿A qué se aferrará, después de todo, una humanidad que se ha ido apartando poco a poco de la fuente de la vida? Sobre ella se cierne una dictadura universal que tendrá como líder, según la teología cristiana, al Anticristo. Por eso este hombre lúcido considera que «la globalización de hoy en día es contraria al proyecto divino», llevando a toda la humanidad a la uniformidad.
En fin, Se hace tarde y anochece es un libro de turbadoras reflexiones. Sin embargo, aunque el buen cardenal acierta en el diagnóstico, y habla con total claridad de los males del mundo occidental, y en particular de los males que aquejan a la Iglesia Católica, carece de la valentía necesaria para acusar al máximo impostor, al responsable último del sínodo amazónico, al mentecato que ordena la sumisión de los fieles cristianos a la ONU; en definitiva, un personaje siniestro al que sorprendentemente dedica el cardenal Robert Sarah este libro. Prueba inequívoca de la confusión total reinante, y por ende de la plasmación casi plena del misterio de iniquidad en el mundo.
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