Y como si de un suceso actual de crónica rosa se tratara, una delicada fotografía amenaza la fama del monarca. Irene Adler, un antiguo amorío del rey que le intimida con dañar su imagen y resulta un rival a la altura del propio Sherlock, es la villana de este entretenido relato. Y a la cual el famoso detective acaba admirando, y no amando, porque como nos cuenta el mismo Watson, "todas las emociones, y en especial esa, resultaban abominables para su inteligencia fría y precisa pero admirablemente equilibrada".
Y es que este es el relato en el que más y mejor se revelan los sentimientos del genial detective, a través de la descripción de su fiel compañero, el doctor Watson. Lo que nos cuenta Watson del mismo es que Sherlock "jamás hablaba de las pasiones más tiernas, si no era con desprecio y sarcasmo", pues "admitir tales intrusiones en su delicado y bien ajustado temperamento equivalía a introducir un factor de distracción capaz de sembrar de dudas todos los resultados de su mente. Para un carácter como el suyo, una emoción fuerte resultaba tan perturbadora como la presencia de arena en un instrumento de precisión o la rotura de una de sus potentes lupas. Y, sin embargo, existió para él una mujer, y esta mujer fue la difunta Irene Adler, de dudoso y cuestionable recuerdo".
Así, para echar el guante a su rival, Conan Doyle juega en este relato con la ocultación de la verdadera personalidad de los personajes a través de disfraces. Pero todos los recursos son pocos para atrapar a Irene Adler, y por eso Holmes recurre a Los Irregulares de Baker Street, los simpáticos y pícaros niños que malvivían en las calles del Londres victoriano y que en más de una ocasión aportan información fundamental a Holmes para el éxito de sus investigaciones.
En cualquier caso, de Escándalo en Bohemia lo más interesante es la brillante capacidad razonadora del protagonista. En este relato nos demuestra, una vez más, que una cosa es ver y otra observar, ofreciendo lecciones de lógica elemental que jamás quedarán obsoletas. Como por ejemplo ésta: "Es un error capital teorizar antes de tener datos. Sin darse cuenta, uno empieza a deformar los hechos para que se ajusten a sus teorías, en lugar de ajustar las teorías a los hechos".
Por eso no nos sorprenden los elogios de Watson hacia su amigo, al que considera "la máquina de observar y razonar más perfecta que ha conocido el mundo". Una máquina dedicada al estudio del crimen que finalmente consigue, para alborozo de sus lectores, "aclarar misterios que la policía había abandonado por imposibles".
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