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viernes, 15 de julio de 2022

Miguel Strogoff de Julio Verne | Reseña y comentario crítico

Si los libros no son herramientas de perfección, sino barricadas contra el tedio, las novelas de Julio Verne constituyen un poderoso baluarte frente a la monotonía y el aburrimiento. Además, son novelas de aventuras en las que el conflicto moral se presenta a través de héroes y antihéroes claramente delimitados y definidos. En el caso de Miguel Strogoff nos encontramos con un hombre íntegro y valiente que ha de acometer una empresa arriesgada rebosante de peligros.

Miguel Strogoff es un hombre de treinta años, con cuerpo de hierro y corazón de oro, «alto, vigoroso, ancho de espaldas y de complexión recia». Ocupa el puesto de capitán del cuerpo de correos del zar Alejandro II y es llamado por el zar en persona para realizar una delicada tarea. Los tártaros, guerreros musulmanes descendientes del terrible Gengis Khan, han invadido el país por el este y amenazan con desintegrarlo. Las comunicaciones por cable han sido cortadas en los Urales, frontera natural entre Asia y Europa, y un peligroso excoronel ruso, Iván Ogaref, recién indultado y en paradero desconocido tras su cautiverio en Siberia, azuza la invasión y planea dirigirla. Por tanto Miguel tiene que darse prisa y cruzar gran parte de Rusia, desde Moscú hasta Irkutsk, la capital oriental de Siberia, a fin de transmitir un mensaje al duque, hermano del rey y responsable de la condena de Ogaref, pues se cierne contra él una traición que, unida a las hordas tártaras, puede llegar a descomponer el Imperio ruso. De modo que el protagonista inicia de incógnito, bajo la apariencia de un simple comerciante llamado Nicolás Korpanoff, una larga y peligrosa travesía en tren, en barco de vapor, a caballo, a pie... para lograr su objetivo.

En su camino lo acompañan varios personajes entrañables. Nadia Fedor, que conoce en los vagones de tren en la histórica ciudad de Nijni-Novgorod, y los periodistas Harry Blount y Alcide Jolivet, británico y francés respectivamente, que se han desplazado hasta Rusia para informar al público occidental sobre la invasión tártara encabezada por Feofar-Khan, y cuya relación despierta una gran simpatía. Como nota curiosa es destacable la observación que hace el narrador acerca de la doble condición de los corresponsales, como periodistas y espías.

Como segunda nota curiosa, llama la atención la descripción que hace Verne del padre de Nadia, la inseparable compañera de Miguel, y la ayuda inestimable que acaba brindando en Irkutsk a la causa imperial. De Wassili Fedor dice Verne que «ejercía en Irkutsk la profesión de médico. Era un hombre instruido y caritativo, que había demostrado un gran valor y el más sincero patriotismo. Todo el tiempo que no dedicaba a los enfermos lo empleaba en organizar la resistencia y él mismo había sido quien había reunido a sus compañeros de destierro en una acción común». Y llama la atención este retrato tan favorable porque bastantes páginas atrás Nadia informa a Miguel que está viajando a Irkutsk para encontrarse con su padre, el cual había sido deportado allí tiempo atrás «al descubrirse su afiliación a una sociedad secreta». No en vano a Julio Verne, a pesar de su catolicismo, se le ha relacionado con una misteriosa asociación conocida como la Sociedad de la Niebla.

Al margen de estas cuestiones anecdóticas, en las novelas de Julio Verne —y Miguel Strogoff no es una excepción—, los esfuerzos de sus héroes son recompensados, quedando sus lectores satisfechos y complacidos. Bien es verdad sin embargo que en la presente novela tiene el lector, durante un buen tramo de la misma, el alma en vilo, pero su lectura, sin lugar a dudas, es un tiempo bien invertido; sobre todo porque al conjuro de la aventura del joven Strogoff se espanta cualquier tentación de tedio y apatía.

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Obras de Julio Verne comentadas:
+ Miguel Strogoff (1876).

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