lunes, 1 de junio de 2015

Diseñados para amar: El ser humano frente a su mayor desafío

Nada hay más amable y elevado en el hombre que su capacidad de amar. Por eso, cuando el amor verdaderamente puro y simpático hace aparición en tu vida, golpea desde dentro tu cuerpo con tal intensidad que reconoces al instante el valor de las cosas. Sin embargo, el amor también puede ser un ruin compañero de viaje, un truhán cuyas mareantes prometas se desinflan irremediablemente cuando ya te ha hecho comprometerte con el juego hasta el punto en muchos casos de poner en riesgo la salud y aun lo más preciado: el alma inmortal e insustituible. Por eso el amor es el mayor misterio. Y el mayor desafío con el que se ha de encontrar el ser humano. Pues bien, cinco años después de la publicación clásica de Diseñados para amar en papel, mi primer libro ha entrado también en la enorme biblioteca de Amazon para ser disfrutado por personas de todo el mundo. Con una cuidada edición digital, y su texto original íntegro.


Decía que el amor es el mayor misterio y el mayor desafío del ser humano. Por tanto, para acercarnos a él y conocer en qué consiste tal fenómeno hay que hablar en primer lugar del hombre, ser que ama y, a la vez, sujeto amado. Bastará, para hacernos una idea de las dimensiones del encargo, con mencionar que se trata del único ser en guerra consigo mismo.

El siguiente paso será profundizar en el ambiente en el que se desenvuelve actualmente el ser humano. Desgraciadamente la cultura occidental se caracteriza por el consumo y el intercambio. También las personas. Hoy, si somos honestos, reconoceremos con cierto pudor que los seres humanos son consumidos, usados y despreciados como cualquier mercancía. El ambiente por un lado es asfixiante. Por otro, a casi nadie le salen las cuentas. Hay un abismo entre las ilusiones que proyectamos y las realidades que pueden esperarse. Es generalizado el fracaso y la insatisfacción. Y sin embargo nunca se ha jugado tanto a este juego. Juego al que, a pesar de haber mantenido el nombre durante cientos de años, se le ha desfigurado el rostro constantemente hasta el punto de que ya no es reconocido por casi nadie. Como mucho, el hombre actual, pusilánime y desnaturalizado, lo concibe como una sensación agradable relativamente duradera. Por eso cuando la sensación desaparece, hay que oficiar el sepelio. Ya no tiene sentido amar porque ya no se «siente». El remedio será otro objeto que nos hará sentir vivos y alegres. ¿Cuándo nos dieron gato por liebre y volvimos a por más encantados?  

El amor, señores, ha muerto. Sobreviven los caprichos. 

En fin, en Diseñados para amar no pretendo mostrar la naturaleza del amor o en qué consiste. Describo los intereses e ideas del hombre actual, sus características, y el ambiente en que se mueve; dando pinceladas sueltas, a modo de bosquejo. Hablo del carácter metafísico del amor y de su impulso trascendente. Y trato sobre todo de la forma de enfocar nuestras relaciones «sentimentales». Es decir, presento un problema. Digo que es un problema fundamental por resolver porque nos importa mucho —a la vista está que es un deseo universal e ilimitado—, y constato después que el hombre actual fracasa con estrépito cuando se enfrenta a este desafío, el de amar y ser amado. 

Este es un ensayo por tanto para extraer ideas, para reflexionar sobre algo de enorme importancia. Así pues, sepa o no el lector sacar lo mejor del libro, pues eso corre de su cuenta, al menos le habré presentado mis dudas respecto al amor; para muchos hoy, visto lo visto, «un acertijo envuelto en un misterio sumido en un enigma».






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