jueves, 25 de agosto de 2011

El Gran Gatsby de Scott Fitzgerald

El Gran Gatsby es una historia más profunda de lo que el lector descubre de forma superficial en una primera lectura. Es mucho más que una simple novela romántica. Y esto lo sintió en sus propias carnes el talentoso autor de la novela, Francis Scott Fitzgerald, porque las situaciones humanas descritas en ella, y sobre todo la historia del protagonista, fueron un reflejo de su propia vida. Una existencia volcada en recuperar un amor perdido, ilusiones y sueños inalcanzables, fiestas multitudinarias, y la muerte que se invita a sí misma disfrazada de trágica casualidad. Hondas reflexiones sobre la condición humana y sus circunstancias brotan de esta genial narración escrita en 1925.

     Scott Fitzgerald (1896-1940) es uno de los escritores norteamericanos más importantes de la literatura inglesa del siglo XX. En buena medida, su vida se vio arrastrada por los caprichos y el elevado nivel de vida de su mujer, Zelda, y tan pronto como ascendió al estrellato publicando numerosos relatos (entre los que se encuentra El curioso caso de Benjamín Button), que proporcionaban dólares con mayor regularidad que un libro más largo, se desmoronó su fortuna y con ella su fama. El paralelo con su personaje, Jay Gatsby es inquietante. Aunque Scott Fitzgerald murió añorando un amor pasado y solo, como Gatsby, a diferencia de éste, lo hizo arruinado y entre noches de alcohol.

      Sin embargo, Scott Fitzgerald legó para la posteridad con el El Gran Gatsby unas descripciones fantásticas del ambiente de época de los EE.UU. Eran los felices años veinte, los años en los que el jazz causaba furor, y en los que la tierra de las oportunidades prometía bienestar para todos.

      En este escenario se desarrolla una intensa historia humana de pasiones e ideales románticos. Nick Carraway es el narrador de los hechos. Joven banquero de Wall Street, se traslada a West Egg (Long Island), en origen un pueblecito fundado por pescadores convertido ahora en hogar de nuevos ricos. Su vecino será Jay Gatsby, que vive en un suntuoso palacio donde todas las noches se celebran presuntuosas fiestas abarrotadas de personas acaudaladas.

      Gatsby, de oscuro pasado, poseía una fortuna tremenda que él aseguraba procedía de herencia, de una familia rica de San Francisco. Tras detenerse brevemente en Oxford durante su juventud, combatió en el Primera Guerra Mundial, destacando sobresalientemente. Pero antes de partir conoció a Daisy, un amor que lo perseguiría hasta su último día. Si la relación no cuajó entonces fue sobre todo porque Jay Gatsby disponía de una cuenta corriente más bien modesta, pero la excusa fue su profesión itinerante. La guerra los separó, y Daisy terminó olvidándolo. Cuando Gatsby regresó de Francia, Daisy estaba de viaje de novios: se había casado con el millonario Tom Buchanan. Gatsby, sin embargo, no se resignó, y cuando tuvo una buena fortuna que lo respaldara compró una majestuosa propiedad al lado de la de la feliz pareja, desde donde todas las noches podía ver el embarcadero de la mujer que amaba.

     Y cómo se desarrollan los acontecimientos entre los vecinos es lo que narra Nick Carraway. Entre los mismos destacan los celos de Tom y de Gatsby, el primer enfrentamiento entre el marido y el pretendiente, el coqueteo de Daisy con su viejo conocido (y nuevo rico), mientras Scott Fitzgerald dibuja un retrato de la familia tradicional fragmentándose, la entrada de la mujer en el «mercado» del amor o las reacciones a los anticuados tabúes sexuales de una sociedad elitista cada vez más «liberal».

     Al final, un sinsentido arroja a los brazos de la muerte a Gatsby. Fiestas multitudinarias, funeral solitario, podría ser el epitafio. Ni siquiera Daisy acude al entierro de Gatsby, un héroe fracasado que soñó con un amor imposible. Un rico en las cosas materiales, pero pobre en las espirituales, que, no nos engañemos, son a las que todos aspiramos.

      Tres enseñanzas me gustaría señalar de esta maravilla narrativa de Scott Fitzgerald, y todas ellas tristes. En primer lugar, la fugacidad y (aparente) arbitrariedad de la vida, simbolizadas en las efímeras fiestas de Gatsby. Su caprichosa muerte, por otro lado, es una demostración de la incertidumbre que rige nuestra vida, eventual y peligrosa. En segundo lugar, los ricos también sufren. Sorprende Gatsby por su universo interior vacío (como su funeral) aunque aparentara tener un millón de amigos. Claro, que más vale una sola relación profunda y sincera que mil superficiales e interesadas. Y en tercer lugar, la fantasía romántica de Gatsby enseña un tema de fondo, que revela, para bien y para mal, la condición humana, esa pasta de la que estamos hechos. El dilema que plantea Scott Fitzgerald en El Gran Gatsby es: ¿amor o dinero? Y Daisy labró su destino con su decisión:

«Daisy empezó a circular de nuevo a través de este universo crepuscular; repentinamente, volvió a tener media docena de citas diarias con media docena de hombres, y se dormía al amanecer, mientras las gasas y las cuentas de su traje de noche se arrugaban en el suelo, al lado de las moribundas orquídeas. Y todo el tiempo, algo en su interior exigía una decisión. Quería moldear su vida inmediatamente; la decisión tiene que ser tomada por alguna fuerza: sea por amor, o por dinero. Esta última era una indiscutible posibilidad que tenía a mano».

    Cuánto amor no habrá derramado una buena billetera. Al margen de la desnuda realidad, El Gran Gatsby es una novela nostálgica, que desarrolla en toda su crudeza la fugacidad de la vida y los amargos fracasos que a veces sobrevienen en asuntos tan universales como el amor; en ocasiones por perseguir sueños imposibles, en otras por pretender fantasías inalcanzables.


FICHA
Título: El Gran Gatsby
Autor: Francis Scott Fitzgerald
Editorial: Editorial Alfaguara
Otros: Madrid, 2009
Precio: 19,5 €

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