viernes, 27 de enero de 2012

Drive de James Sallis

Suele ser habitual escuchar que un libro determinado es mejor que su versión llevada al cine. Y generalmente es así. Lo cierto es que la fuerza e intensidad de un relato, que va calando de forma pausada en el ánimo del lector, se pierde cuando el texto es llevado al cine, a pesar de que el séptimo arte cuenta con la ventaja de seducirnos por los ojos, a través de imágenes y sonidos. En este caso, sucede al contrario. Y ganamos una soberbia película. Drive (la cinta), se ve a la legua, se convierte en una película de culto tras su estreno en diciembre de 2011, cautivándome para los restos, siendo una obra perturbadora, brutal y fascinante. El libro de James Sallis, en cambio, que me ha decepcionado bastante, se lee en una tarde —no sin confusión— y posee cierta atracción narrativa. Los rasgos de novela negra se advierten fácilmente en el relato, y a veces se disfrutan, pero ni el personaje protagonista ni la atmósfera inquietante se acercan a la altura de la portentosa película.

      El argumento es sencillo en las dos obras. Pero no es exactamente el mismo, luciendo la película un guión fantástico —con elementos originales—, que adapta el libro de James Sallis de forma brillante. Mejorándolo. Así pues, en la película no se revela en ningún momento el nombre del protagonista, pero en el libro se llama Driver. Éste es un hombre sombrío que se dedica a hacer de doble en películas, siendo el especialista en las escenas de coches. Y conduce como nadie. Pero no es el único trabajo que realiza al volante: por la noche conduce —y sólo conduce— para criminales y atracadores. Hasta que se mete en un buen lío con traición y engaños de por medio, que a punto está de costarle el pellejo. Y, como quien no quiere la cosa, se encuentra con un dinero que no le pertenece, y que alguien peligroso anda buscando. El romanticismo de la película no existe en el Drive de Sallis, y tampoco la estética del relato atrapa como la de la película. Quizá sea la prosa del autor, que no me ha convencido.

     Lo dicho: un trabajo sale mal y Driver tiene que vérselas tiesas con dos mafiosos callejeros, Nino y Bernie Rose. Y a partir del engaño, el protagonista se vuelve un tipo duro, vengativo, salvaje y sin piedad. Standard Guzmán, Irina y su hijo Benicio (los vecinos del bloque de apartamentos en el que vive temporalmente Driver), no son tan importantes en el relato como en la cinta. No hay, por tanto, atisbo de luz en el corazón de un hombre sin sentimientos, y de esta manera tampoco tiene nada por lo que luchar, ni rumbo al que dirigirse.

     El personaje principal merece un comentario más detallado. James Sallis nos cuenta en Drive la infancia traumatizante de su protagonista, que tuvo que contemplar cómo su madre mataba a su padre, harta de aguantar a ese hombre. Adoptado por la familia Smith, al cabo de un tiempo decide abandonarlos, llevándose el Ford Galaxy, y empezando una vida nueva. Su destino es Los Ángeles. Solo, siempre con un vehículo a mano, y todas sus pertenencias en una bolsa de gimnasio, Driver se muda de un lado a otro con frecuencia. Hasta que su habilidad al volante le hace ganarse la vida. Y lo demás ya es historia, como hemos contado. En Drive (la película) no sabemos prácticamente nada del protagonista. Envuelto todo el tiempo por un halo de misterio y nostalgia. Es educado, y parece buen tipo. Hasta que revienta su explosivo mundo interior y descarga su ira ajusticiando a unos canallas. Protege a la chica guapa, y cuida de su hijo. Incluso ayuda al marido a librarse de unos matones. Es una especie de héroe hasta que —el cuento acusa con el dedo a la sociedad— se ve obligado a ser peor que los tíos con los que trabaja a menudo. Sin embargo, cualquier descripción es una caricatura del tremendo papel que desarrolla en Drive Ryan Gosling, escalofriante y soberbio. Merecedor de un Oscar que no le darán, ni falta que le hace. Ver su cara, sus movimientos, sus silencios, la sensación de tensión que transmite cuando parece que piensa lo que va a responder a continuación, sitúan a Gosling en una piel que nadie que vea la película olvidará.

     Y un apunte más sobre el protagonista. Creo que se podría describir como un solitario que tiene por alma un pozo sin fondo y que se sabe maldito. Por eso no se permite tener sentimientos por nadie, porque junto a él no hay felicidad posible. Está condenado —como tantos otros personajes literarios y cinematográficos— a vivir en soledad y rodeado de gente.

    Pero si Ryan Gosling está espléndido en su actuación como actor principal de Drive, la dirección de Nicolas Winding Refn es sobresaliente, brillante y estéticamente contundente y hechizante. Cine en estado puro. Y, ya de paso, debo añadir que cuenta con una banda sonora, ochentera y romántica, fabulosa, responsable en buena medida de la fascinante atmósfera de este thriller violento y genial.

     No quiero extender más este comentario un tanto deslavazado, producto de la emoción que me produce recordar Drive. No el relato de James Sallis, que está a años luz de reflejar al titánico personaje de la cinta y la violenta, perturbadora, brutal y fascinante atmósfera de la película de Winding Refn. La novela se debe leer, de todos modos, como un ejercicio de entretenimiento, para quien se quiera adentrar en los bajos fondos de la ciudad de Los Ángeles y seguir —con la nariz tapada y una mano a punto para cubrirse la vista— los negocios que se mueven entre criminales y la suciedad que respiran los tugurios que frecuentan. La América más oscura y sangrienta. Se puede tomar como un relato de The Wire (ahora que está de moda escribir sobre asuntos sociales o personajes marginales del sistema).

     Sin más, aunque el relato de James Sallis no promete las emociones de la película, conviene descubrirlo; ahora eso sí, ver la película es una sensación extraña, pues te sientes transportado a una obra lírica y nocturna con salpicaduras de sangre, delincuencia y exagerada violencia.

FICHA
Título: Drive
Autor: James Sallis
Editorial: RBA
Otros: Barcelona, 2009, 160 páginas
Precio: 12 €


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