domingo, 15 de julio de 2012

Canción de hielo y fuego V: Danza de dragones de George R. R. Martin

Con Danza de dragones (5º volumen)  continúa creciendo el fenómeno literario de la saga de espada y brujería Canción de hielo y fuego. Su responsable, George R. R. Martin, está creando, a partir de un relato oscuro de sabor medieval, una serie magnífica cuyo secreto no es centrarse en la acción sino en los personajes, seres sometidos a ídolos como el sexo, el dinero o el poder. El trono o la lujuria ejercen sobre éstos un magnetismo poderoso y negativo, volviéndose depredadores. Martin no edulcora los pecados, los exhibe con toda su fuerza, y nos ofrece así una brillante obra cuyo misterio reside en mostrarnos el corazón corrompido de los personajes de esta historia, un panorama sumamente sombrío de la condición humana.


      He de decir en primer lugar que Danza de dragones me ha parecido brillante en algunos momentos y pesado en otros. Me empieza a pesar por un lado la lentitud del desarrollo de algunos personajes y por otro la narración detallada pero sin fuerza de las escenas intrascendentes, todas aquellas en las que los personajes no gastan su ingenio en el juego político. Varios miles de páginas después empiezo a sentir que estoy perdiendo el tiempo leyendo a Martin. Quizá me sorprenda sin embargo con el cierre de la historia y aplauda el conjunto. Esperaremos entonces. Ahora bien, aunque no es el último volumen de la serie y no corresponde hacer aquí balance de Canción de hielo y fuego, sí me gustaría señalar un par de cosas:


  1. No estamos ante una obra menor. Relacionar en una historia coherente e interesante tantos personajes es un trabajo épico. Gustará más o menos, tendrá éxito o no, pero no estamos ante un caso paradigmático de literatura nocilla.
  2. Para bien o para mal, no hay personajes imprescindibles en Canción de hielo y fuego. Y de ahí se desprende un realismo sobrecogedor donde el tablero del relato es «una gran telaraña, y basta con tocar un hilo para que los demás vibren» (p. 46).
  3. El mundo fabricado por Martin para esta ficción que se ha convertido en un fenómeno literario es un mundo podrido, sórdido (y Danza de dragones insiste y ahonda en esto); donde se desenvuelven una serie de personajes corrompidos y seducidos por el hambre de poder, simbolizado magníficamente en un trono. Estos viven un sueño de poder. Y al contrario que en El señor de los anillos, aquí no hay una fuerza maléfica que influye en la voluntad de los personajes (Sauron).

        Como botón de muestra, basten unos cuantos pasajes para ilustrar el escenario sórdido al que me refería. Empezando por el primer párrafo del volumen: «El cambiapieles se detuvo al pie de un árbol y olisqueó, con el pelaje pardusco moteado de sombras. Una ráfaga del viento que soplaba entre los pinos llevó hasta él el olor del hombre, por encima de otros más sutiles que hablaban del zorro y la liebre, de la foca y el venado, incluso del lobo. Sabía que estos también eran olores del hombre: el hedor de pieles viejas, muertas, agriadas, casi sofocado por otros más intensos: los del humo, la sangre y la putrefacción. Solo el hombre despojaba a otras bestias de su piel y usaba sus cueros y pelajes para vestirse». (...) «Cuando muera, devorarán mi carne; el deshielo de la primavera solo encontrará mis huesos... Hasta era posible que empezara la segunda vida arrancando a dentelladas la carne cálida y muerta de su propio cadáver» (p. 27). (...) «"Abominación", recordó mientras se ahogaba en sangre, dolor y locura. Cuando Varamyr intentó gritar, Abrojo escupió la lengua que habían compartido» (p. 32). (...) Y las últimas líneas: «Los cerdos tenían un olor más limpio. Aquel era el hedor de orina, carne podrida y excrementos en un orinal; apestaba a cadáver, a pústulas y a heridas infestadas, y era un olor tan fuerte que ahogaba los del salitre y el pescado del puerto» (p. 108). Aunque lo sórdido del relato encuentra su cima en la descripción que hace Martin de Hediondo, un nuevo personaje que después descubrimos su vieja identidad (Theon Greyjoy), y sobre todo de su sádico torturador: Ramsay Bolton.

      Al margen de estas tres consideraciones, voy a destacar unas cuantas reflexiones acerca de Danza de dragones, en vez de centrarme más en lo que podría ser el argumento del mismo, y así evitamos desvelar las sorpresas que encierra la trama. Además, seguir al detalle a tantísimos personajes que entran y salen del tablero es materia de un monográfico, y este solo es un comentario donde se apuntan algunas claves para apreciar mejor el valor de la obra.


  • El personaje más importante a mi juicio del libro es Jon. Por dos motivos, fundamentalmente por el primero, que es el único que voy a tratar aquí, pues el otro sería un pecado revelarlo para los que no han leído el libro. Jon (aun cuando Martin nos cuela un capítulo en este volumen ya publicado en el anterior tomándonos por tontos —pues pensará, imagino, que la mayoría de sus lectores tiene corta memoria—, aunque lo hace desde otro punto de vista) se impone como un líder excelente como lord Comandante de la Guardia de la Noche. Jon abandonará definitivamente el niño que fue para convertirse en un hombre, y defiende los intereses de la orden que vela por la seguridad de los Siete Reinos desde el muro con astucia y diplomacia frente al autoproclamado rey Stannis y su peligrosa sacerdotisa y consejera Melisandre. En la soledad de Jon Nieve he descubierto un personaje soberbio y genialmente trazado por Martin, el cual demuestra que es un verdadero maestro en la plasmación de personajes; vamos, que su principal habilidad es dotar de un carácter único a sus personajes por encima de la historia que narra, como un escritor más allegado a Shakespeare que a Dickens, por nombrar a dos escritores anglosajones. Jon es consciente de sus nuevas funciones y, haciendo gala de una madurez insólita, soporta la soledad propia de un individuo maldito. Porque escoger el honor en este purgatorio medieval tiene un precio muy alto. Pero también abandonar los propios principios.

  • Daenerys Targaryen es de alguna manera el epicentro del relato, al menos en apariencia, pues la baza de Martin para mantener la tensión de la lucha por el trono es el regreso de la heredera a Poniente. Ésta decide aplazar su llegada a los Siete Reinos para controlar las ciudades libres, y se centra en Meereen, «una ciudad con cimientos de polvo y muerte» (p. 64). Reinar sobre esta ciudad le supone a Dany un gran sacrificio, primero porque descubre el peso de la corona y el misterio que supone manejar un gran poder (los dragones), y después porque un grupo conocido como los Hijos de la Arpía se une para ofrecer resistencia a la déspota ponienti. Además, la evolución de Daenerys es muy sugestiva. Se vuelve inhumana e implacable, y no le tiembla el pulso para extender el terror. Para muestra un ejemplo, extraído del propio pensamiento de la reina: «Madre de dragones —pensó Daenerys—. Madre de monstruos. ¿Qué maldición he desencadenado sobre el mundo? Reina soy, pero mi trono es de huesos quemados y reposa sobre arenas movedizas. —Sin dragones no podría gobernar Meereen, y mucho menos recuperar Poniente—. Soy de la sangre del dragón. Si ellos son monstruos, yo también» (p. 192).

         No obstante, en el fondo del reinado de Daenerys sobre Meereen late una reflexión sobre el conflicto entre la libertad y la esclavitud. En el mundo de las ciudades libres la esclavitud es un estado natural, y así lo defienden los cortesanos y lugareños ante Dany, suscribiendo la tesis de Aristóteles. Una reflexión magnífica que ha puesto Martin en boca de uno de sus personajes acerca de la esclavitud es la siguiente: «Si no queda hombre que no tenga que escarbar en el barro para buscar comida, ¿habrá alguno capaz de levantar la vista para contemplar las estrellas?» (p. 245). Desde luego esta idea me llevaría desentrañarla un buen puñado de líneas, pero más que un buen argumento a favor de la esclavitud, subyace una reflexión lúcida acerca de la necesidad de esfuerzo y sufrimiento en la vida para que se valore en su justa medida el milagro de ésta. En el otro extremo, Dany defiende una posición inverosímil por anacrónica al asegurar que «ninguna persona puede ser propiedad de otra».

  • Por último, el triángulo mágico se completa con Tyrion Lannister. Dejamos al enano en el tercer volumen escapando de Desembarco del Rey tras asesinar a su padre. En su vuelta atraviesa el mar Angosto, y en las ciudades libres, después de numerosas aventuras, piensa  unirse a Daenerys para acompañarla en su reconquista de Poniente. Sin ahondar en la acción, me gustaría conocer el futuro de Tyrion; es decir, ¿pagará por el parricidio? En este punto de la obra, y si tuviera que intuir la fortuna del enano, diría que no acabará mal. Veremos. Sin embargo, parece que es un personaje tratado con simpatía por Martin. Que sueña con lo que aspira todo ser humano: «¡Y con qué tonterías he soñado! Amor, justicia, amistad, gloria... Tanto me habría dado soñar con ser alto» (p. 35). Al margen de su humor socarrón, en él se manifiestan las inquietudes religiosas de todo hombre: Bien, orden (belleza y armonía) y justicia.
       
         Ahora bien, lo más interesante de Tyrion es su nueva posición respecto al poder. Si bien antes disfrutaba del apellido de una familia temida y rica que le permitía tener relación con el poder y salir airoso de situaciones peligrosas, ahora se halla en el lado opuesto: ha perdido el favor de su familia, hasta el punto de ser perseguido para ser ajusticiado, y carece de todo contacto con el poder. En esta nueva circunstancia Tyrion recurre a su ingenio para mantener la cabeza unida a su pequeño cuerpo.



      En cuanto a otros personajes, unas breves notas. De Arya apenas sabemos nada nuevo, pues sigue con su iniciación en la Casa de Blanco y Negro; Cersei (un personaje del todo fascinante) tiene un carácter que ya quisiera Daenerys, y protagoniza con su humillación pública una de las imágenes más logradas de Danza de dragones. Barristan Selmy se revela, a pesar de su avanzada edad, como la mejor espada del reino y fiel protector de la reina Daenerys. Y en cuanto a Quentyn Martell (príncipe del Dorne), se puede hablar con afecto y emoción, pero su empeño en domar a los dragones le acaba costando la vida, y todo por amor. Lo que pone una vez más de manifiesto que en la serie de Martin caen tanto los más simpáticos como los menos, los más justos y los más crueles, es decir, todos; lo que deja un resabio en la boca del lector, que empieza a perder la esperanza de que algún héroe inmaculado pongan fin al río de sangre y pecados en los que se han convertido los Siete Reinos.

        Es suficiente con lo anterior para reseñar Danza de dragones. El argumento fluye con más o menos fricciones, las cuestiones de fondo siguen vivas y los personajes principales mantienen su cautivadora personalidad. La llegada del invierno (anunciada miles de páginas atrás pero esta vez simbolizada por la llegada de un cuervo blanco a Desembarco del Rey) volverá más oscuro el relato, y la lucha por el trono de los Siete Reinos se decidirá en algún momento; esperemos que se logre manteniendo la tensión dramática y omitiendo trampas de guionista de televisión como irritantes resurrecciones, o postergar el desarrollo natural de algunos personajes.



FICHA
Título: Danza de dragones (Canción de hielo y fuego V)
Autor: George R. R. Martin
Editorial: Editorial Gigamesh 
Otros: Barcelona, 2012, 1152 páginas 
Precio: 46 €

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