domingo, 15 de julio de 2012

Nueva Historia de España de Pío Moa

Nueva Historia de España es un libro fundamental para cualquier español. De hecho, si yo debiera preparar una lista de libros esenciales para la formación humanística de nuestros estudiantes —académicos o no—, éste entraría dentro de ese catálogo. Vamos a describir a continuación algunas de las virtudes que guarda este libro, elaborado por Pío Moa. Este lúcido pensador, sobre el que no me cabe duda se debería leer toda su obra, ha contribuído a la historiografía de manera notable con este libro, y por extensión al mundo educativo, con un nuevo enfoque, un análisis histórico coherente y profundo y una exposición brillante y amena. No encontramos aquí por tanto un volumen detallado de los acontecimientos que jalonan nuestra historia sino un trabajo de análisis ponderando éstos; y siempre alejado de la visión negativa de la historia de España.


      Pío Moa es ante todo un gran maestro. Y este es aquel que sabe apasionar al alumno con aquello que le está transmitiendo. Escrita con tintes épicos y a la vez sobriedad, Nueva Historia de España atiende a los hechos y recoge fuentes autorizadas con habilidad y rigor. A mi juicio es una obra magna, y su autor, el historiador español que mejor ha reflexionado y plasmado nuestra historia. El método, por otra parte, es acertado en la medida que describe su ensayo atendiendo al entorno español de cada época, facilitando así el discurso con una historia comparada. Recomendaría a su vez, como obra complementaria, la Historia Total de España de Ricardo de la Cierva, un manual magnífico.

       Es importante tener en cuenta, antes de nada, que la lectura que hace Pío Moa de la historia de España está avalada por sus estudios y conocimientos, por un lado, y la solidez de sus tesis, por otro. Sin embargo las obras historiográficas pueden ser revisadas y discutidas, aunque también es cierto que en lo esencial de algunos temas el autor dé en el clavo y no haya, con los conocimientos actuales sobre el asunto, forma de superarlo.

        Dicho esto, podemos atender a las novedades que aporta Nueva Historia de España y sobre todo a cuales son los pilares fundamentales del pensamiento del autor. En primer lugar me gustaría señalar que Pío Moa propone una nueva división de la historia europea en cinco edades, que serían de Formación, de Supervivencia, de Asentamiento, de Expansión y de Apogeo; en lugar de las clásicas historia antigua, media, moderna y contemporánea. Creo que el autor explica mejor que nadie qué abarcaría cada una de éstas y en qué consisten:
«En la primera —que también podría llamarse Grecolatina—, toma forma, desde la II Guerra Púnica, el sustrato cultural y religioso de Europa o, más adecuadamente, el sustrato que la civilización europea haría suyo, pues ni Grecia ni Roma son propiamente europeas ni el cristianismo nace en Europa. Durante la Edad de Supervivencia, entre la caída de Roma y el año 1000, la cultura europea se desarrolla penosamente, al borde del fracaso, entre invasiones y discordias; también podría llamársela Edad de las Invasiones, o de los Monasterios, o de otros modos que reflejaran claves de la época. La tercera edad, la de Asentamiento (o de Afianzamiento, o Consolidación), con el románico, el gótico y el primer Renacimiento, marca un firme empuje europeo una vez superadas las mayores amenazas externas y los rasgos más primitivos de la difícil edad anterior. El afianzamiento cuaja en las universidades, las catedrales, en una estabilidad política precaria, pero suficiente para superar catástrofes como la Peste Negra, y afrontar crisis como la caída de Bizancio y la invasión de la Europa suroriental por los turcos.
      »Vendría luego la Edad de Expansión a partir del Descubrimiento de América, del Pacífico y de nuevas rutas a regiones de las que antes sólo había en Europa vagas nociones o ninguna. Hasta entonces las grandes civilizaciones habían vivido con escasa o nula relación entre sí, y a partir de ahí la historia empieza a mundializarse. En esa edad, de finales del sigo XV a finales del siglo XVIII, la civilización europea descubre y concibe el mundo con un todo y se expande de él con ímpetu. Los imperios europeos abarcan gran parte del planeta y condicionan al resto. La expansión continuó, intensificada, durante los siglos XIX y XX, pero conviene distinguir entre éstos y los anteriores. Hasta finales del XVIII, la potencia de Europa, pese a su ambición, audacia y logros, no superaba materialmente a otras civilizaciones como la china o la islámica a partir de esas fechas, la industrialización proporciona a algunas naciones europeas una ventaja incontestable. Esta Edad de Apogeo dura cerca de dos siglos, hasta el fin de la II Guerra Mundial, cuando Europa pierde su hegemonía. Desde entonces la historia termina de mundializarse, con lazos entre culturas, civilizaciones y continentes mucho más intensas, directas y rápidas, rivalidades de carácter global, con posibilidad de destrucción de la humanidad, y aceleración nunca antes imaginable de la ciencia y la técnica. Parece demasiado pronto para nombrar esta nueva edad, en la que los acontecimientos de Europa se verán muy condicionados por los del resto del mundo, cuyas perspectivas distan de estar claras» (pp. 14-15).

      Estas líneas suponen una descripción sucinta pero esencial del desarrollo de la historia europea y por ello de España. La división me parece más adecuada que la fragmentación clásica de la Historia por la historiografía. Los nombres de estas edades permiten identificar mejor los hechos históricos acaecidos en éstas.

      En relación con lo anterior, Pío Moa no halla el motor de la historia en la economía, sino en la religión. Para el autor el ser humano más que un ser racional sería en todo caso moral, es decir, religioso. Este enfoque determina naturalmente las conclusiones finales. «La moral, más que la razón o la economía, separa al hombre del animal. Las sociedades animales no parecen tener fines más profundos que los económico-reproductivos; pero las normas que permiten convivir a los humanos se asientan en conceptos del bien y del mal, con un fondo común a todas las culturas» (p. 24).

      Bien, ahora sí, dos son las cuestiones fundamentales que Nueva Historia de España resuelve especialmente bien: el origen de la civilización occidental y el de España, y el de concepto de nación.

      En cuanto al origen de la civilización occidental, Pío Moa lo sitúa en el enfrentamiento bélico-diplomático entre Roma y Cartago, concretamente en la II Guerra Púnica. Denominada por el autor la "Guerra del Destino", con toda razón observa Moa que de haber sido aplastada la potencia latina el Mediterráneo hubiera sido dominado por la civilización oriental, y el mundo hubiera cambiado de manera radical. De hecho, España nace en parte fundamental del sustrato romano. Con la caída del Imperio Romano, Hispania se vio invadida, como sabemos, por pueblos germánicos, mientras se desmoronaban sus instituciones; pero gran parte de la herencia latina perduró matizada por el cristianismo. El rey godo Leovigildo dio forma final a un estado nacional, y después con su hijo Recaredo el catolicismo se convertiría en religión oficial de ese estado. Así, la contribución visigoda es trascendental, pues ellos completaron la unidad política, aprovechando la unidad cultural creada por Roma, y formando una nación con sentido preciso. De esta manera, España hunde sus raíces en la herencia latina, muy bien identificada, y en la germana, más difícil de precisar, y sobre todo en el cristianismo. Con estos hilos se fueron tejiendo una serie de dualidades que fue acusando la nación durante siglos (entre la cultura cristiana y la grecorromana y entre el poder político y la religión).


      Con estos apuntes hechos, ya se puede introducir la tesis de Pío Moa acerca de la problemática y polémica cuestión de la nación española. Para responder a la pregunta qué entendemos por España, es necesario seguir el siguiente razonamiento:

«Los romanos llamaban naciones a las abundantes y diversas sociedades que encontraban por doquier, a veces sólo tribus con costumbres más o menos peculiares. Estas naciones defendían su independencia y formas de vida, o trataban de imponerse a otras en una lucha frecuente por tierras mejores o por otras razones. Fue Roma quizá la primera, al menos en su ámbito, que justificó su derecho a expandirse alegando la superioridad de su civilización y sus leyes, y la necesidad de establecer la paz. (...) Nación pasó a ser entonces, no una tribu o conjunto de ellas, sino una sociedad civilizada con aspiraciones de independencia política basada en una autopercepción cultural. La independencia puede adquirir formas varias: los griegos, pese a no haber logrado unirse en un estado, constituían una nación bien autoidentificada e identificada por los extranjeros, capaz de unirse en momentos cruciales. Algo similar cabe decir del pueblo judío —el más asimilable y rebelde a Roma—, que aun habiendo perdido su libertad y su tierra, mantendría sus rasgos peculiares y aspiraciones políticas.
      »La nación hispana creada por combinación del poder político godo con la civilización cristiano-latina fue acaso la primera de Occidente» (p. 145).

       Con estas pocas cosas aclaradas se puede aprender historia de España y, además, por el carácter sencillo y épico de la narrativa de Pío Moa, disfrutar. Leer Nueva Historia de España es un placer, más bien, un lujo. Y es un lujo porque mientras exista mundo, unas obras —la tediosa y mediocre mayoría— caerán al olvido, y otras —unas pocas en realidad— contribuirán debidamente a la formación humanística (y por tanto personal) de los contemporáneos y de los hombres de posteriores generaciones. Porque lo importante, en todo tiempo y lugar, ha sido saber hallar entre tanto ruido, cada vez más, las obras valiosas.
FICHA
Título: Nueva Historia de España
Autor: Pío Moa
Editorial: La Esfera de los Libros
Otros: Madrid, 2010, 904 páginas
Precio:  29,50 €
      
        
      

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