miércoles, 16 de octubre de 2013

El cuerpo humano de Paolo Giordano

El cuerpo humano es la consagración del joven Paolo Giordano como una de las mejores plumas de la literatura europea. Sin duda. La soledad de los números primos, su primer trabajo, fue para mí una gran sorpresa —aunque estaba lejos de lo que hoy ha alcanzado con su segunda publicación—, y ello me obligó a seguir de cerca los siguientes relatos del escritor transalpino. Pues bien, esta segunda novela del italiano ha confirmado con creces su enorme talento. El cuerpo humano es un libro espectacular; narración pura que se lee como un tiro, descarnada, limpia, seca, deslumbrante, que te vacía por dentro como se saca la pulpa de una granada con una cuchara. 

         Para colmo, por alguna de esas divinas coincidencias que nos regala la vida, disfruté de este magnífico libro, de temática belicista y ambientado en Afganistán, al mismo tiempo que descubría uno de los últimos cuadros de mi apreciado pintor Ferrer-Dalmau, La patrulla. Compaginar la lectura de uno y la contemplación del otro fue para mí, hace ya algunas semanas, un verdadero deleite.


      El cuerpo humano es la historia de un grupo de soldados italianos destinados  a un peligroso enclave de Afganistán. El lugar al que se dirigen los jóvenes es la base avanzada Fob Ice, que se encuentra en pleno desierto y está rodeada de un inmenso mar de arena y cientos de enemigos camuflados que quieren acabar con las vidas de todos aquellos inexpertos muchachos, ignorantes de los riesgos reales de la misión, de las dificultades inimaginables en una tierra hostil desgarrada por la guerra. Hasta allí se traslada, pues, el último pelotón de voluntarios comandados por el subteniente Antonio René, el cual, a su vez, ha decidido prolongar su servicio para escapar de unas circunstancias familiares más lacerantes para él que la guerra misma. Así, intentando acostumbrarse al calor, al aburrimiento, a la espera de enfrentarse a una amenaza sin rostro que por lejana y desconocida resulta casi irreal, los chicos se construyen una nueva existencia. Liberados de las ataduras que constreñían una realidad que han dejado a miles de kilómetros de distancia, traban nuevas amistades, afectos y rivalidades, se gastan bromas pesadas y establecen solidaridades inesperadas. Sin embargo, en el silencio absoluto de la noche, tumbados en sus jergones, cuando los recuerdos de sus vidas desfilan por su mente, sólo oyen el latir de sus corazones, el rumor incesante del cuerpo humano. 

      La metáfora es magnífica. Cuanto más íntimo se vuelve el relato más turbio aparece en el horizonte la suerte de los personajes. Y el fracaso de éstos, manifestado de diversas maneras, evidencia cada uno de los males que sufre el cuerpo humano, físicos y espirituales; o en otras palabras, «objetivos», como el dolor, y «subjetivos», como el sufrimiento. Las consecuencias de exponerse al tormento que han de vivir los chicos son salvajes, terribles. Horrible su asimilación. Por eso la manera en la que cada uno de ellos digiere aquello penetra en el lector con la intensidad de una prosa segura, seca, expoliada y potente. 


     La sensación de amenaza que es capaz de transmitir Paolo Giordano en esta historia es genial. Amenaza íntima y real, donde los fantasmas y complejos personales burbujean desesperados por salir a la superficie en un ambiente límite, y amenazas también externas, propiciadas por las sombras de los enemigos. La guerra es una locura en la que está en medio Satanás. Un escenario donde se mata o se muere: 

«Ésta no es una guerra limpia. Ni equilibrada. Sois blancos. Sois unos ratones en un trozo de queso enmohecido. Ahí fuera no tenemos un solo amigo. Ni siquiera los niños con la cara llena de moscas. Ni siquiera los mao-mao. En un noventa por ciento de los casos, un mao-mao sabe dónde hay escondido un IED, pero no os lo dirá. Son tan corruptos como las putas. Nunca vayáis a donde un mao-mao no quiera ir. Y nunca vayáis a donde un mao-mao os diga que vayáis. —Pregunta—. Un mao-mao es un policía afgano. Pero ¿dónde coño has estado hasta ahora? —Carcajadas—. Estamos en un país de gente asquerosa y corrupta. Aquí no hay nada que mejorar. Cuando arreglemos unas cuantas cosas y nos vayamos, todo volverá a sumirse en el caos. Os interesa volver a casa. Volved a casa y vuestra misión habrá sido un éxito, Afganistán puede irse a tomar por culo. —Pregunta—. Hacemos lo que hay que hacer porque somos soldados. Y no me hagáis perder el tiempo con preguntitas de mierda».
    Y los muchachos, con vidas únicas e irrepetibles, pero también anodinas y comunes, son un conjunto de personajes vivísimo elaborado por un gran artesano de la literatura. Giordano da vida en El cuerpo humano a un grupo de soldados muy reales, muy cercanos al hombre y la mujer actuales. Entre los cuales se cuentan el coronel Ballesio, el capitán MasieroIetri y Cederna, Enrico Di Salvo, Ángelo Torsu, el subteniente René, el teniente y médico Alessandro Egitto o la soldado Zampieri. Cada uno protagoniza algún pasaje extraordinario en la novela, de los cuales, además, la novela está bien servida. Intangibles que cuesta describir y que indican la categoría de un escritor importante. El ataque de las ovejas o la bronca a la soldado Zampieri son ejemplos magníficos de pasajes de acción contenida; entre los fragmentos más intimistas, la relación de René con una viuda de guerra, mujer de uno de sus compañeros. Y todo lo demás. Pues la novela entera te deshilacha por dentro. No es necesario entusiasmarse como yo lo he hecho con esta novela para convencerse de sus valores literarios, pues es narrativa pura; sin duda. Enorme literatura, tremendo escritor.


















FICHA
Título: El cuerpo humano
Autor: Paolo Giordano
Editorial: Salamandra
Otros: 2013, 352 páginas
Precio: 19 €

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