lunes, 4 de agosto de 2014

El Señor de los Anillos II: Las Dos Torres de J.R.R. Tolkien

En la segunda parte de El Señor de los Anillos la Compañía se ha disuelto y sus integrantes emprenden caminos separados. Frodo y Sam continúan solos su viaje a lo largo del gran río Anduin, perseguidos por la sombra misteriosa de un ser extraño que también ambiciona la posesión del Anillo (Gollum-Sméagol). Mientras los hobbits deben enfrentarse al horror y tomar graves decisiones a las puertas del País Oscuro, hombres, elfos y enanos se preparan para la batalla final contra las fuerzas del Señor del Mal. Pero no son éstas las únicas fuerzas que intervienen en la Guerra del Anillo. Una ráfaga etérea, sutil, impalpable, dirige los giros de la historia hacia un final escrito según su voluntad.


El título de esta segunda parte de El Señor de los Anillos remite a las dos referencias principales del Enemigo. La torre de Mordor (Torre Oscura), por un lado, desde donde el Señor Oscuro otea el horizonte, y la torre de Saruman (Isengard), títere de Sauron, por otro. En esta segunda entrega la Compañía, dividida, reúne aliados para combatir a las tropas de Saruman mientras Sam y Frodo avanzan hacia el Monte del Destino para arrojar el anillo de poder por el que han sido maldecidas todas las razas de la Tierra Media. Continúa, por tanto, la conflagración épica entre las fuerzas del bien y las del mal.

Ahora bien, en este segundo volumen, conocido como Las Dos Torres, Tolkien presenta nuevos personajes que tendrán una incidencia determinante en la historia. El primero en salir a la luz es Gollum, un siniestro ser, maldito por la posesión del Anillo antes de que Bilbo se hiciera con él. Gollum guiará a Sam y Frodo hacia Mordor con la intención oculta de arrebatar el Anillo al Portador llegado el momento adecuado. En todo momento Tolkien lo muestra como un ser abominable (y trastornado) que cayó en desgracia al sucumbir a los encantos del Anillo. Hasta el punto de que Frodo se lamenta porque Bilbo no acabara con su vida tiempo atrás. Entonces se produce la mayor lección de todas. Gandalf reprende a Frodo y nos brinda una enseñanza inolvidable en la que puede traslucirse la conciencia del sabio de que Dios es quien realmente dirige la historia de todos ellos y de que solo Él es verdadero juez y señor del mundo: 


“Muchos vivos merecerían la muerte y algunos que mueren merecen la vida; podrías dársela tú, Frodo. No seas ligero a la hora de adjudicar muerte o juicio. Ni los sabios pueden discernir esos extremos. El corazón me dice que Gollum tiene aún un papel que cumplir, para bien o para mal. Antes de que todo esto acabe, la compasión de Bilbo podría regir el destino de muchos”.

Posteriormente, Frodo aprenderá la lección y mostrará clemencia con el monstruo. Que, como Gandalf intuye, juega más adelante un papel fundamental.

Otra figura principal que tiene un peso considerable en Las Dos Torres es el brujo Saruman. En su caso el poder, o el deseo de poder, lo ha corrompido totalmente. Saruman puede ser de hecho identificado como un anti-papa. Incluso llegan a referirse a él con estas palabras: “El mago blanco es ladino”. De hecho, cuando Gandalf el Gris regresa convertido en Gandalf el Blanco, afirmará que ahora es lo que Saruman debería ser y ya no es. De ahí en adelante Gandalf se erigirá en la figura central de la resistencia contra los ejércitos enemigos, convertido en una especie de líder espiritual. Sus acciones, por oposición a la figura de Saruman, pueden identificarlo con un papa, aunque de esto hablaré en la tercera parte, e incluso su iconografía remite a Dios Padre. De lo que no hay duda, sin embargo, es de que éste alienta y guía a reyes y soldados. Su liderazgo, pues, es innegable.

Una última lección se desprende de la resistencia de los hombres en el Abismo de Helm, con la ayuda inesperada de Gandalf y los caballeros de Rohan. Antes de llegar los refuerzos, por doquier cunde el desánimo, y sin embargo hay un personaje que mantiene viva la llama de la esperanza. En este caso vuelve a tratarse de Aragorn, entregado absolutamente a la causa y transmitiendo en todo momento la fe necesaria para vencer en la batalla.

Por otra parte, Frodo sigue lidiando con el peso del Anillo, cada vez mayor. Las tentaciones por tanto crecen mientras avanza, volviéndose la prueba casi insoportable. Ahora, al disolverse la Compañía, las amenazas externas han desaparecido (salvo el peligro que supone Gollum), pero el hobbit se enfrenta a un desafío superior: Vencerse a sí mismo. Resistir a las seducciones del Anillo. Por suerte cuenta con Sam “el Bravo”. Su incondicional y fiel amigo.

Finalmente los Ents, de los últimos personajes en entrar en guerra junto con Gondor y los espíritus de los muertos, echarán a bajo los planes de Saruman y lo someterán en su propia torre, mientras los demás vencen a los ejércitos orcos en el Abismo de Helm. No obstante, todavía falta por derrotar a Sauron, el principal enemigo. Será Frodo quien deberá cubrir las últimas leguas para llegar a su destino, ayudado por Sam pero confundido por las intrigas de Gollum, y cargando además con el peso insoportable del Anillo.

En El Regreso del Rey se despejan al fin todas las incógnitas. Pero para llegar al final hay que librar lo que San Pablo llamó el buen combate de la fe. Y aunque sabemos que Frodo lo libra heroicamente, en el último momento necesita una gracia especial. Pues para vencer al mal las fuerzas del hombres no son suficientes.



EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
Segunda parte: Las Dos Torres

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