domingo, 26 de abril de 2015

De ilusiones y fracasos

Son los sueños ilusiones sin vivir. Gran lección aprendí hace poco de una amiga reciente de avanzada edad, con una vida fascinante a sus espaldas pero trufada también de sufrimiento e interrogantes que seguramente en este mundo nadie se los pueda aclarar. A raíz de aquéllo, me pregunto si lo que vivimos son los sueños que tenemos o los fracasos nada más. Es decir, me pregunto cuál de los dos vivimos. Y sobre todo, cuál deseamos vivir en realidad.


Unas veces viviremos realmente los sueños, otras, los fracasos nada más. Pero antes o después llega un momento en el que sin parar vives y vives, sin detenerte a pensar, caminas y no sabes hacia dónde vas, para descubrir que lo que vives no quieres y lo que deseas no es real. Mas eso no es lo peor de todo. Aún hay una dificultad mayor que añadir al dilema de atrás. Cuando al día siguiente despiertas y ya no sabes qué elegir: si tus sueños inventados o la vida como está.

Misterio insondable el del hombre, capaz de soñar e ilusionarse, pero lejos de la plenitud que lo haga feliz de verdad. Y sin embargo en búsqueda constante, pese a su desorden mental. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez por el sentido de la vida? ¿Quién no se ha parado a pensar? ¿Quién no ha descubierto aún que el hombre no tiene razón de ser sin relación con los demás? ¿No dice el Génesis que no es bueno que el hombre esté solo y su remedio es una pareja que conjure su soledad? Amar y ser amado. Tan simple y a la vez tan complicado. Tan natural y al mismo tiempo tan vago. El Amor, después de todo, y nos pongamos como nos pongamos, es el bien último al que aspira la raza humana en su totalidad.

Y en eso nos empeñamos. En buscar y buscar. No sé si persiguiendo sueños o viviendo repetidos fracasos. Pero deseando a cada segundo ser amados, y a ser posible, ser amados de verdad.