domingo, 26 de junio de 2016

El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez

No está de moda lo sano. Tampoco en literatura. Las grandes editoriales apuestan por lo feo y malsano, por lo violento y repulsivo, por lo mediocre y mal escrito. Quizá porque los escritores no dan más de sí, o quién sabe por qué otro motivo. Lo que es indudable, por cierto, es que muy a menudo conviene ventilar las galerías del alma y la región del hipotálamo; dejar entrar aire puro para que nos vuelva el hambre por una vida sencilla, feliz e inocente, pues sólo de los que son como niños será el Reino de los Cielos. El bosque animado reúne sin duda los ingredientes que exigimos: es un deleite para los sentidos, un gozo para el amante de los libros, y una eficaz medicina contra el veneno que destilan las televisiones y las caras de nuestros vecinos. En un país sano la obra más linda de Wenceslao Férnández Flórez se leería en los colegios con fruición y delirio. Ojalá en España se leyera de nuevo un poquito.

Wenceslao, hoy un hombre olvidado, presumía (y no sin razón), de que si no fuera por El Quijote, el humor en España lo hubiera inventado él mismo. Era gallego y profundamente español; como los gallegos de verdad, y no los botarates que falan galego por falar, y mitifican el pasado celta de su preciosa Galicia mientras olvidan que Julio César llevó la romanización hasta el confín de la tierra. Gracias a Dios muchos gallegos de bien pueden huir de la perfidia de sus paisanos internándose en espacios naturales impresionantes bendecidos por la gracia del Altísimo.

En uno de estos espacios, una fraga cualquiera, como la Fraga de Eume, Wenceslao desarrolla su trama. Se trata de la Fraga de Cecebre, protagonista absoluta de la obra, junto con los animales que la habitan y las personillas que entran en ella. El bosque animado es un canto a la vida y a la naturaleza. Un canto descrito con las claves o el gusto del realismo mágico. Fernández Flórez da cabida en su fraga al mundo sobrenatural de los espíritus, a la vida simplificada del medio rural, siempre exigente y mísera, pero más plena y auténtica que la urbana. Wenceslao conoce estas diferencias y las explota en un magnífico diálogo. La voz que clama contra la vida urbana es la del Conejo Flaco: 

«En verdad os digo que no hay alimaña del monte más digna de compasión que los hombres de la ciudad. La ciudad tiene la inquietud ansiosa de un eterno acecho, en el que cada uno es pieza y es cazador. La ciudad es un ruido incesante: prisa, tumulto, voracidad, enloquecimiento. El raudal humano en las calles es como el tropel de animales que huyen de un bosque incendiado. El aire está podrido; el sol, enfermo; el agua, envenenada. Los pájaros tienen cárcel; las flores también. (...) Es una existencia de pesadilla. La ciudad es un corral de hombres».

¡Cuánta razón tiene el Conejo Flaco de la Fraga de Cecebre! Aunque la ciudad presenta incontables estímulos y alicientes, y la vida rural puede resultar monotonía y tedio. Con todo, como mantiene el pintoresco hombre de la tesis, en la estancia quinta, enfrentado a las hermanas Roade que se han perdido en el bosque: «¿qué mejor espectáculo quiere usted que la contemplación de todo esto? Aprenda a ver pasar las nubes y le producirá mayor placer que el desfile estúpido de los transeúntes».

En fin, muy grata es la lectura de estas emocionantes páginas, llenas de compasión y ternura. Muy dichoso el recreo de estas dieciséis estancias. Inolvidable la primera, con la irrupción en medio del bosque de un poste de telégrafos, las del topo Furacroyos, Marica o Fendetestas, los ayes de Pilara por la pérdida de su duro, las soflamas de Hu-Hu, la mosca reina del pueblo pardo, el clan de los gatos, el alma en pena de Fiz Cotovelo...

Doy por concluido el comentario con el hermoso utílogo con el que Fernández Flórez cierra este gran libro, puro como el agua de un manantial, inocente como el alma de un niño, sano como las manzanas del jardín de las Hespérides, y pendiente en todo momento del Creador que ha dado vida a la fraga, microcosmos que representa todo un universo:

«Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito». Amén.


2 comentarios:

  1. Literatura sana: Concisa y elocuente expresión de lo que tantos añoramos.

    W.F.F. fue un gran escritor hoy injusta y MALICIOSAMENTE olvidado. Jamás la "inteligentsia progre" le perdonará que fuera el único escritor de España que cuando comía con su amigo de años, Su Excelencia el Jefe del Estado, le llamara "Paco".
    Como Foxá, Ruano, Pemán, Sánchez-Silva... (los mejores articulistas del pasado siglo) ha sido víctima de imbéciles que pretenden ganar la batalla del Ebro ninguneando a gigantes que no eran de su cuerda de enanos.
    Entiendo lo mortificante que tiene que ser para un nacionalista gallego, el saber que sus mejores escritores del siglo XX -Valle Inclán, Cunqueiro, Cela, Torrente Ballester- se han declarado españoles como sustantivo y gallegos como adjetivo.
    ¡Hasta la actual Natalia Sanmartín Fenollera,de Pontevedra, con su muy recomendable e internacionalmente exitosa " El despertar de la señorita Prim" se confiesa católica y española!

    Quede la progresía que gobierna el cotarro literario en España con su fascinación por el adulterio y la sodomía; quede el analfabeto nacionalista vaciando botellas de orujo casero con sus ensoñaciones de la "nación gallega". Cuando ellos no estén, el arte y la belleza -con los que Dios nos incita a mirar hacia arriba- emergerán con el ímpetu de un corcho sumergido artificialmente en el agua.

    Haddock.



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    1. Estimado Haddock, una vez más, gracias por su tiempo.

      A escritores como Wenceslao la Matrix los condena al ostracismo, prueba del sectarismo de sus zombis y de la bilis acumulada en sus cuerpos. Porque éste en concreto es un libro sano y recomendable como pocos. Sano para los niños y para quienes no lo son tanto.

      Los otros escritores citados por usted han corrido igual suerte. "Madrid de Corte a Checa", por ejemplo, no está al alcance de los actuales escritores engordados por el Sistema. Y José María Pemán pues lo mismo. No sólo sus artículos, su poesía y su teatro son magníficos. Pero también pesa para él la losa del olvido que echa encima la prensa y los políticos, con su mala fe y su ignorancia.

      De la sorprendente novela de Natalia hablaré si encuentro las notas que escribí en su día. Espero hacerlo.

      Por lo demás, vivimos en la sociedad del rencor y del asco. Mundo feo y grotesco, a pesar de que en apariencia es higiénico.

      Gracias de nuevo, amigo.

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